Dentro de una voraz sociedad de consumo, los trabajadores somos los peones en un juego entre poder político y el poder económico. Es momento de tomar conciencia de nuestra posición y comenzar a cambiar la historia.
Edgardo Videla Delegado Comisión Interna de Cuyoplacas | Mendoza
Viernes 12 de septiembre de 2014 21:00
El desafío a lograr desde este nuevo espacio, es poner en primera persona, el pensamiento y la ideología de la clase trabajadora mendocina, que seguramente no es muy distinta a la ideología de la clase obrera en cualquier lugar del mundo. Pero desde estas páginas, pretendo, esperanzado, contribuir a que los trabajadores nos escuchemos unos a otros, y nos reconozcamos como compañeros de clase.
La energía para abordar este desafío, nace, principalmente, en el revelador entendimiento, y el profundo sentimiento de que cada trabajador es mi “hermano”, aunque este sentimiento, en la mayoría de las ocasiones, no sea recíproco.
En mi caso particular, este sentimiento de hermandad, surge como resultado de provenir de una familia obrera, con todo lo que eso implica, y surge también, de más de treinta años de buscar ganarme el pan, pero fundamentalmente, este sentimiento se forja al calor de diez años de una activa participación sindical, con luchas bastante álgidas y logros satisfactorios, con el dolor de ver que el reclamo justo, es todo el pretexto que un patrón necesita para despedir a un obrero. Y con la convicción y el compromiso que genera la tarea cumplida, de comprender que la organización de “los de abajo”, ayuda a abrir un camino que lleva a una realidad más justa.
Cuando hablo de recocernos unos a otros entre obreros, significa saber leer entre líneas a la sociedad de consumo, esa sociedad que manejan los empresarios, que siempre son nuestros patrones, y que, históricamente, en algún punto, termina con el Poder Político de su lado.
Esa sociedad manejada por Patrones, fabrica diferencias entre quienes la sostienen, los trabajadores, las profundiza, las realza, y las estimula, entonces esas diferencias, pasan a ser tan importantes, que hacen desaparecer a las coincidencias. Esas diferencias, hacen que los obreros, terminemos mirándonos como enemigos, o en el mejor de los casos, como extraños sin nada en común.
Por estas diferencias, un trabajador jerárquico del comercio, podría sentirse un pequeño magnate, porque su sueldo le permite recorrer los bares “top” del momento, y mirar despectivamente a un trabajador de la industria, que a su vez , se siente un bendecido por poder comer un asado todos los domingos, antes de empacharse con varios partidos de fútbol por televisión, mientras se compadece de un trabajador rural, que debe trabajar los domingos, y aún con ese esfuerzo, no pude vivir como se merece.
Y es así, que los trabajadores nos adormecemos en estos complejos de superioridad o de inferioridad, sin pensar que vivimos en una burbuja de confort o resignación, que explota en el mismísimo momento que a cualquier empleador le baje diez céntimos la rentabilidad, esa es la más contundente de las coincidencias que tenemos entre trabajadores, pero además, los trabajadores coincidimos en ser los generadores de riqueza, la riqueza que hacemos entre millones y que se acumula en muy pocas manos. En definitiva, las coincidencias que deberían generar una conciencia de clase, son dejadas de lado por las diferencias que generan el más corrosivo individualismo.
El objetivo que tiene este espacio, como ya dije, es el de contribuir a poner sobre la mesa las experiencias, las vivencias, y los problemas que tenemos los trabajadores cotidianamente. Para ello, buscaremos hablar con obreros de distintas ramas de las industrias y del comercio de Mendoza, veremos formas alternativas de trabajo, como cooperativas, o fábricas recuperadas y todo lo vinculado al mundo de los laburantes. No tengo dudas de que nos sentiremos identificados unos con otros, y nos acercaremos, un poco más como compañeros y como hermanos de clase, de la clase obrera que sostiene con su esfuerzo colectivo a toda l maquinaria de un sistema que termina siendo beneficioso para unos pocos, totalmente desventajosos para otros, y absolutamente dañino y cruel para la mayoría.