Siguiendo el camino de Dinamarca, Suiza confisca bienes hasta por mil euros a los refugiados que piden asilo. Otra forma de restringir sus derechos, dificultando la llegada. Europa sigue levantando muros.

Josefina L. Martínez @josefinamar14
Viernes 15 de enero de 2016
Foto: Un niño juega en el campamento temporal después de que la policía alemana les enviara de vuelta a Austria, en Schaerding Am Inn, Austria, 12 de enero 2016. EFE/Christian Bruna
"Si tiene propiedades de más de 1.000 francos suizos de valor al llegar al centro de recepción, debe entregar estos bienes y se le dará un recibo", esto decía un documento informativo que recibió un refugiado sirio al intentar cruzar la frontera hacia Suiza.
La agencia estatal de inmigración, SEM, justificaba la medida, argumentando que los refugiados deben contribuir financieramente con los trámites y ayudas sociales que reciben.
"Si alguien se marcha voluntariamente en siete meses, esta persona puede recuperar su dinero y llevárselo. De lo contrario, el dinero servirá para pagar los gastos que genere", sostuvo un portavoz de la SEM en declaraciones en un programa de televisión, en la cadena SRF.
Otra medida de claro tinte racista es la que obliga a que aquellos que obtengan finalmente el permiso de residencia y trabajo, deberán entregar el 10% de su salario durante diez años hasta pagar 15.000 francos suizos.
El gobierno de Dinamarca tomó una medida xenófoba similar hace unos meses, despertando una gran polémica. Primero lanzaron una campaña paga en medios libaneses advirtiendo a los potenciales refugiados que se recortarían las ayudas sociales en Dinamarca. Después comenzaron a confiscar dinero y joyas a los que llegaban desesperados, muchas veces sin más patrimonio que esos pocos bienes que llevan encima.
El giro suizo hacia una política más conservadora y racista se profundizó desde octubre de 2015, cuando la coalición de extrema derecha UDC-SVP obtuvo el 29,4% de los votos, su mejor resultado en los últimos 100 años.
En Suiza los refugiados que escapan de guerras como en Siria deben demostrar que son perseguidos para obtener un asilo temporal, pero muchos otros son rechazados.
La mayoría de los 2 millones de inmigrantes que viven en Suiza provienen de Alemania, Italia y otros países europeos. Los que vienen de países en conflicto son una completa minoría.
En una web oficial del gobierno, se envía este mensaje cínico para los que buscan asilo:
“Suiza es el país europeo con mayor número de refugiados per cápita. Ya durante la 1ª y la 2ª Guerra Mundial, Suiza era un paraíso para tantos refugiado como el país podía acoger, y esta tradición ha continuado hasta nuestros días. Sin embargo, el gran número de refugiados de Albania, África, Sri Lanka y muchos otros países significa que el gobierno aplica unos criterios estrictos. Para tener derecho al estatus de refugiado político en Suiza ha de demostrar que se ve amenazado físicamente en su país (tortura, prisión, muerte) por su raza, religión, actividad política o creencias. Por desgracia, no proporcionamos ninguna ayuda para este tipo de inmigración. ¡Buena suerte en su búsqueda de un asilo seguro!”
La decisión del gobierno suizo generó mucho malestar y algunos lo compararon con la política confiscaciones de los nazis sobre los judíos.
Lo cierto es que el “paraíso Suizo” y los países nórdicos se blindan contra la llegada de refugiados, mientras siguen creciendo las barreras y trabas para los cientos de miles que buscan asilo, escapando de la guerra y la miseria.

Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.