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Red Internacional
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FÚTBOL. Superfinal River-Boca: un gol en contra para el macrismo

Se trata de imponer un sentido común que habla de “falta de control” que desembocó en la agresión al micro de Boca. La realidad es que el Estado organiza a “los violentos”. Una final que se transformó en crisis para el elenco gubernamental.

Augusto Dorado

Augusto Dorado @AugustoDorado

Lunes 26 de noviembre de 2018 10:42

Represión a hinchas de River en las afueras del Monumental (Foto: Federico López Claro)

Si le encargábamos a un libretista de telenovelas del estilo Estevanes que escriba una historia sobre una final de Copa Libertadores entre River y Boca, capaz que algún protagonista se oponía a algún casamiento, pero jamás se le hubiera ocurrido que las finales se postergaran 4 veces y que todavía no esté resuelto cuándo se juega el partido de vuelta, si se juega.

El episodio del sábado por la tarde, los piedrazos contra el micro de Boca Juniors que lastimaron a algunos jugadores, los gases por la zona que también los afectaron, una represión tremenda a la gente de River, no sólo en ese momento de los piedrazos, el público fue maltratado sábado y domingo por las fuerzas de seguridad (con la Policía pegando palazos a mansalva con cachiporras de metal), por dirigentes de ambos clubes y de la Conmebol con sus idas y vueltas y por los gobiernos de la Ciudad y Nación.

El sentido común que intentan construir los medios masivos de comunicación es que hubo “fallas”, “falta de control” o “estado ausente” para garantizar un espectáculo deportivo de la magnitud de esta final. Pero la realidad habla de lo contrario: es inocultable la estrecha relación entre dirigencia de los clubes, funcionarios de gobierno, fuerzas de seguridad y barrabravas. Daniel Angelici y el vice de Boca Darío Richarte tienen fuertes lazos con los servicios de inteligencia de la AFI, ex SIDE; el vice jefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, es de familia de dirigentes de River Plate (su padre Hugo fue presidente a mitad de los ´80) y tiene bajo su órbita al Ministro de Seguridad del Gobierno porteño –Martín Ocampo- que era uno de los responsables del operativo; que las barras de fútbol “trabajan” para intendencias, burocracia de los sindicatos o dirigentes de distinto pelaje en constante “equipo” con las fuerzas de seguridad no es ningún secreto, basta con recordar el rol que tuvieron como parte de la patota de la cúpula de la Unión Ferroviaria que asesinó al militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra durante una medida de los trabajadores tercerizados del ferrocarril; y las relaciones entre todos estos actores son incontables. ¿Cómo se puede pensar que hubo “improvisación” o “fallas” de parte de esta sociedad tan organizada? No es que el Estado no controla a “los violentos”: el Estado organiza a “los violentos”.

Hay hipótesis que señalan desde una interna entre ministerios de seguridad (Ciudad-Nación) hasta un acuerdo de sectores de la Policía con la barra brava de River, algo que no suena nada raro, para que el micro pasara a propósito por esa esquina de Libertador pasando Monroe y ocurriera la agresión al plantel de Boca. La barra de River quería venganza porque el viernes había sido allanada la casa de “Caverna”, el jefe de “los borrachos del tablón”, porque –aunque no lo metieron en cana- le incautaron 7 millones de pesos y 300 entradas para la reventa (cabe preguntarse cómo consiguió el jefe de la barra 300 entradas “legales” sin el visto bueno de Rodolfo D´onofrio). El chofer del micro de Boca declaró a varios medios que para él había zona liberada y llamativamente no había un vallado acorde a este tipo de eventos, no había ninguna protección.

Otros consideran que ni siquiera necesariamente pudo estar involucrada la barra brava: llevar el micro del plantel de Boca a pasar entre centenares de hinchas de River –que encima estaban ofuscados por la represión policial- era prácticamente una emboscada porque era esperable que al menos unos pocos reaccionaran violentamente contra el rival. La clave del asunto fue la zona liberada.

Párrafo aparte merecen las idas y vueltas de Conmebol que anunció 2 postergaciones el mismo sábado y la suspensión del domingo. La Confederación y la FIFA, igual que la cadena Fox Sports querían que el partido se juegue a toda costa porque ya hay derechos de transmisión vendidos y alterar los términos del negocio (las fechas por ejemplo) tiene su costo. Esa presión no prosperó y sobre todo por el pedido de Boca, quedó todo suspendido hasta que mañana martes a las 10 de la mañana se reúnan con los presidentes de River, D’Onofrio, y Boca, Angelici, en la sede de la Conmebol en Asunción del Paraguay. Ahí se va a definir cuándo se juega, aunque Boca hizo un planteo de que le dieran por ganada la final (cosa que muy raramente prospere, no le conviene ni a Boca).

Una última cuestión: es válida la posición de Boca de pedir que no se juegue por no estar su plantel en igualdad de condiciones frente al de River. Sin embargo, muchos periodistas y medios masivos de comunicación pareciera que consideran de una forma el estado de salud de los futbolistas pero de otra el de familias obreras; por ejemplo: en la noche del viernes fue desalojado un campamento pacífico de obreros de la fábrica SIAM (de electrodomésticos y heladeras) con un despliegue policial que roció directamente a la cara a trabajadores y personas solidarias como el diputado Nicolás del Caño (PTS-FIT) o el legislador porteño Patricio del Corro (también del PTS-FIT), que fue agredido de igual manera durante la votación del proyecto UniCABA para liquidar los institutos terciarios donde se forman los docentes. En esos casos o se ignora el carácter agresivo que tienen este accionar policial o directamente se lo justifica. Ni que hablar de que se suspenda alguna sesión parlamentaria por las agresiones sufridas por manifestantes o los propios legisladores. En fin.

La “superfinal” de la Libertadores quedó desnaturalizada, pero algo es seguro: le genera una crisis “monumental” al Gobierno, que hace del fútbol una de sus “cuestiones de Estado” (no sólo porque Macri tiene como casi única herramienta diplomática los comentarios futboleros, sino porque entre sus planes está la candidatura conjunta con Uruguay y Paraguay de Argentina como sede del Mundial 2030). Y todo a pocos días del comienzo del G-20. Un verdadero gol en contra.