El supermartes demostró que si bien Bernie Sanders sigue siendo un candidato fuerte para la nominación, el establishment es el verdadero dueño del proceso de las primarias y del Partido Demócrata. Ese establishment es el que logró el regreso con fuerza de Joe Biden. Los intentos de Bernie Sanders de reformar el partido desde adentro no solo siguen una estrategia incorrecta, sino que terminaran con su derrota camino a la nominación.
Miércoles 4 de marzo de 2020 16:00
El regreso de Biden
El importante triunfo del exvicepresidente Joe Biden por casi 30 puntos en las primarias del estado de Carolina del Sur el sábado pasado le abrió la puerta a obtener un resultado impresionante este Súper Martes, ganando 9 de los 14 estados, incluyendo todos los del sur y, sobre todo, el tan buscado Texas que reparte más de 200 delegados. Para muchos, esto fue impactante porque Biden estaba en una posición muy débil como candidato. Entre sus espantosas actuaciones en los debates, sus constantes meteduras de pata y su terrible (y racista) historial, parecía que su búsqueda de la nominación estaba llegando a su fin. Sin embargo, Carolina del Sur le insufló nueva vida, obteniendo una excelente elección este martes. Esto se puede explicar por algunos factores importantes: el abandono de la carrera por parte de los precandidatos Klobuchar y Buttigieg (que terminaron dando su apoyo a Biden), el colapso de la candidatura del multimillonario Mike Bloomberg, y el factor Obama. Todos ellos colaboraron para darle a Biden hegemonía sobre el ala derecha del Partido Demócrata y el establishment del partido en general. En otras palabras, después de Carolina del Sur, la división dentro del establishment se resolvió por consenso en torno a Joe Biden. Esto cambió el tablero del juego ya que ahora el ala progresista es la más complicada, con Elizabeth Warren dividiendo el voto lo suficiente como para perjudicar a Sanders en varios estados. Esto significó algunas victorias inesperadas para Biden - como Massachusetts donde, hasta hace unos días, Sanders lideraba en las encuestas.
Las salidas un tanto sorprendentes de los precandidatos Amy Klobuchar y Pete Buttigieg ayudaron inmensamente a Biden. Como si fuera poco ambos estuvieron en Texas para apoyar a Biden la noche anterior al Súper Martes junto con Beto O’Rourke (exdiputado por Texas). El hecho de que estos dominós hayan caído en pocos días no es accidental. De hecho, algunos medios indican que Barack Obama habló con Buttigieg poco después de que se retiró, lo que habría estado detrás del anuncio de su apoyo a Biden. Biden también obtuvo el apoyo en los dos días previos al Súper Martesde muchos miembros del Partido Demócrata como el ex líder de la mayoría del Senado Harry Reid y el ex presidente del DNC Terry McAuliffe, así como los actuales y ex senadores Barbara Boxer, Tammy Duckworth, y Mark Udall. Pero definitivamente el mayor espaldarazo fue el de James Clyburn de Carolina del Sur, el tercer demócrata más importante de la Cámara de Diputados y líder del caucus negro. Clyburn fue decisivo para que Biden arrasara en su estado, con una fuerte votación entre los afroamericanos, y consiguiera nuevo impulso para su campaña. En pocas palabras, el establishment ha decidido que ya era suficiente y se organizó para derrotar a Sanders este supermartes, y cumplió.
Esta coalición alrededor de Biden es particularmente atroz dado que es un candidato muy débil contra Trump. El exvicepresidente tiene un historial problemático (por decir lo menos) y a menudo es incapaz de dar discursos coherentes (incluyendo la noche del Súper Martes, cuando confundió a su esposa y a su hermana, se olvido los nombres de los estados, y prometió curar el cáncer). También representa la misma ala y la misma estrategia de Hillary Clinton en 2016, una estrategia que notablemente fracasó en impedir que ganara Trump. Además, como si fuera poco, está actualmente involucrado en un escándalo de corrupción en torno a cómo se comportó su hijo cuando él era vicepresidente de Obama -algo que Trump seguramente explotará a lo largo de las elecciones generales. Lo que esto significa es que la clase dirigente del Partido Demócrata preferiría nominar a un candidato poco favorable, desde el punto de vista electoral, antes que permitir que Sanders se haga con la nominación. Con esta jugada el establishment está afirmando que sigue siendo el dueño del partido y que prefiere arriesgarse a perder contra Trump que llevar un candidato que promete Medicar for All (asistencia sanitaria para todos).
El factor Obama no debe ser subestimado cuando se trata de analizar el resurgimiento de Biden. Biden está, y ha estado durante toda la campaña, apelando a la buena voluntad del Partido Demócrata por Obama y a la nostalgia generalizada por los años de Obama. Elijanme, dice Biden, y haré que se sientan como si Obama hubiera vuelto. Este es un argumento convincente para muchos votantes demócratas y puede ayudar a explicar el desempeño más fuerte de lo esperado de Biden. Además, el factor Obama le da la ilusión de ser elegible -una ilusión que no está respaldada por ningún dato de las encuestas- y crea la idea de que Biden es el único candidato que puede derrotar a Trump. Muchos votantes dicen que vencer a Trump es una de sus mayores consideraciones a la hora de decidir. Aunque a Biden no le va particularmente bien en las contiendas con Trump cuando se compara con lo que hace Sanders en contiendas similares, la memoria de la campaña Obama/Biden 2008 es lo suficientemente fuerte como para invertir esto.
El colapso de Bloomberg
A pesar de su dinero y sus obvios intentos de comprar la elección, el multimillonario exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, estaba muerto al llegar al Súper Martes. Su colapso tomó la forma de sólo ganar en Samoa Americana y no ser viable en muchos estados -incluyendo estados donde había gastado grandes cantidades de dinero. En lo que Bloomberg confiaba era en suplantar a Joe Biden como la alternativa "elegible" del establishment a Sanders. Después de la victoria en Carolina del Sur, Biden fue capaz de recuperarse y eliminar efectivamente a Bloomberg como un contrincante relevante. El impacto de Bloomberg en la división del voto del establishment fue un factor en algunos estados pero él, en general, salió habiendo implosionado después de gastar alrededor de 500 millones de dólares para obtener sólo 44 delegados -11 millones de dólares por delegado.
Sucedió por varias razones, pero una que no puede ser subestimada es lo que el primer debate donde partició dejó en claro: no es parte del establishment del Partido Demócrata, al menos no todavía. Aunque comparte políticas con el ala Joe Biden/Hillary Clinton, su pasado como miembro del Partido Republicano (al que renunció en 2007) significa que no es parte del club, y aún no lo han aceptado. De hecho, las actuaciones más fuertes de Joe Biden en esos debates generalmente se dieron a expensas de Bloomberg, ya que Biden se unió a todos los demás candidatos para atacarlo fuertemente. Incluso Sanders señaló que Bloomberg había "puesto dinero en los candidatos republicanos al Senado de los Estados Unidos cuando algunos de nosotros -Joe [Biden] y yo y otros- luchábamos por que los demócratas vuelvan a controlar el Senado", señalando esencialmente que él -el autoproclamado candidato antiestablishment- estaba más inmerso en el Partido Demócrata que Bloomberg.
Pero su campaña duró poco. Invirtió 500 millones de dólares para obtener la nominación, participó de las internas solo en el Súper Martes y poco después de conocidos los resultados anunció este miércoles que se retiraba de la contienda y que daría su apoyo a Biden.
Los desafíos de Sanders
Antes del Súper Martes, Bernie Sanders había logrado lo que en un momento parecía casi imposible: era el favorito indiscutible para la nominación demócrata. Había ganado el voto popular en Iowa y New Hampshire y obtuvo un resultado impresionante en Nevada. Parecía estar listo para ser el candidato más izquierdista en la historia del Partido Demócrata. La dedicación de sus partidarios y las pequeñas donaciones a su campaña que hicieron millones de trabajadores de todo el país parecían ser imparables, especialmente ante un establishment dividido. Parecía imparable... hasta el Súper Martes, donde perdió algunos estados clave, incluyendo Massachusetts que estaba programado para ganar y Texas, y quedó por detrás de Biden en el conteo de delegados. Aunque todavía está en carrera, el camino por delante es mucho más difícil...
Un gran problema para Sanders es que sigue sin poder atraer votantes nuevos. Si bien ha tenido un mejor desempeño que en 2016 en general (lo que indica que una parte de la base demócrata ha girado a la izquierda, lo que también se confirma en los sondeos a boca de urna que muestran el apoyo al Medicare for All) la falta de afluencia de nuevos votantes sigue siendo un problema, no sólo porque los votantes más viejos tienden a favorecer a Biden, sino también porque una parte clave de su discurso es que podría traer más votantes al proceso electoral. Esto, en general, no está ocurriendo. A pesar de la red masiva que Sanders ha construido, que incluye el soporte del Democratic Socialist of America (DSA) a su campaña, la participación en las primarias de 2020 se mantiene similar a los números de 2016. De hecho, el único estado antes del Súper Martes que tuvo una participación significativamente superior a la de 2016 fue Carolina del Sur, donde Sanders perdió contra Biden por un margen enorme. Este patrón persistió en algunos estados el Súper Martes, como Virginia, donde la participación fue casi el doble de la de 2016 y Sanders también perdió.
Esta es una preocupación mayor para Sanders que para cualquier otro candidato porque una cosa parece clara: si Bernie Sanders no ha alcanzado el número de delegados necesarios para obtener la nominación antes de la convención demócrata, entonces no tendrá la candidatura. En otras palabras parece estar muy claro que la clase dirigente del Partido Demócrata hará todo lo posible para impedir que Sanders gane la nominación.
El fantasma de los superdelegados acecha las posibilidades de Sanders, porque si las tendencias actuales se mantienen, pueden inclinar la balanza después de la primera ronda de votación en la convención. Dado que los superdelegados están casi exclusivamente compuestos por figuras del establishment, es casi inconcebible que voten por Sanders cuando se involucren, incluso si él lidera el voto popular o el conteo de delegados. Esto aumenta los riesgos de las primarias para Sanders y las disminuye para todos los demás. Sanders debe ganar, sin más, mientras que Biden (y Warren) sólo tienen que seguir vivos. Esto no quiere decir, por supuesto, que Biden no quiera ganar directamente - ciertamente sería una victoria más limpia que le ayudaría en las elecciones generales - pero no es la lucha a vida o muerte como lo es para Sanders.
Esta situación es altamente antidemocrática. Es absurdo que haya 771 delegados que no rindan cuentas a ningún votante y puedan entregar artificialmente la elección a un candidato. Esto se suma a un sistema de primarias ya antidemocrático que, sólo por el hecho de que se vote en diferentes momentos, tiene un impacto significativo en el resultado de la elección. Una de las principales discusiones en los medios de comunicación durante su cobertura del martes por la noche fue el nuevo "impulso" de Biden tras la victoria en Carolina del Sur. Pero este impulso fue construido artificialmente, si todos los estados hubieran votado el mismo día, entonces ese factor no existiría. Al permitir que los candidatos tomen ese "impulso", el Partido Demócrata ha creado un falso consenso en torno a una narrativa construida artificialmente; así, Biden se ve mejor porque tiene "impulso" y, como resultado, le va mejor de lo esperado en el Súper Martes. Todo esto es antidemocrático porque no es un reflejo exacto del equilibrio real de fuerzas. La naturaleza prolongada de la campaña permitió al establishment apuntalar su base y unirse en torno a un candidato. Además, el proceso de asignación de delegados es también profundamente peculiar y, así como en el colegio electoral, crea situaciones en las que los candidatos pueden ganar el voto popular pero conseguir menos delegados que sus oponentes. El sistema, a falta de una palabra mejor, está amañado. Y en esta elección en particular, está amañado contra Bernie Sanders.
Más en general, el sistema político estadounidense está científicamente pensado para que la clase trabajadora y el pueblo pobre no pueda más que optar entre dos partidos burgueses. Los requisitos para presentar candidaturas a nivel local y estatal son enormemente restrictivos y a nivel nacional hacen casi imposible que se presente un partido independiente. A esto hay que sumar el costo sideral de una campaña presidencial y una legislación que permite que empresas y millonarios, mediante recovecos legales, aporten fondos ilimitados a sus candidatos y partidos preferidos.
Sanders, sin embargo, está en la extraña posición de ser tanto víctima de la naturaleza antidemocrática del proceso primario como profundamente cómplice de permitir que suceda. Que el Partido Demócrata sea corrupto no es una sorpresa, que en el proceso de las primarias amañen la elección contra Bernie Sanders específicamente tampoco. Esta es lo mismo que los demócratas han venido haciendo durante años. ¿Por qué, entonces, Sanders ha pasado tanto tiempo construyendo el Partido Demócrata? ¿Por qué se fue de gira con el presidente del Comité Nacional Demócrata, Tom Pérez, en 2017? ¿Por qué se jactó de trabajar con "Joe" durante los debates televisados para que se elija un demócrata? ¿Por qué ha dicho, una y otra vez, que apoyará a quienquiera que sea el nominado? ¿Por qué, sobre todo, sigue apoyando al Partido Demócrata?
Aquí tenemos que examinar la estrategia de Sanders, tanto en esta elección como en 2016, y cómo está condenada a fracasar por su propia naturaleza. Su estrategia es, en pocas palabras, reformar el Partido Demócrata y empujarlo a la izquierda. Esta es una estrategia perdedora que está siendo implementada por alguien que no es el reformador socialista que dice ser. Sanders no es el primer candidato que intenta esta estrategia; Jesse Jackson y George McGovern también trataron de usar la demanda de reformas para empujar al Partido Demócrata a la izquierda y fracasaron. Esto es porque, inherentemente, el Partido Demócrata es una institución burguesa y, como tal, se creó para proteger al capital y a los capitalistas. No puede ser reformado porque el problema es el objetivo por el cual existe, no la forma en que lo persigue. No es un partido que haya adoptado tal o cual mala posición política; el programa mismo del partido, por lo que lucha, es el problema. Para decirlo simplemente, busca la continuidad y la defensa del capitalismo. En esto, republicanos y demócratas están unidos.
Aunque Sanders pide algunas reformas progresivas, no representa una amenaza existencial para el capitalismo. Por eso, si pierde la nominación, sin duda hará campaña por quien le gane: porque en realidad no se opone al capitalismo. Si lo hiciera, si realmente quisiera lograr las reformas que propone, entonces no estaría apoyando activamente a un partido capitalista, sino que estaría llamando a la movilización de masas y trabajando para construir un partido independiente de clase de la clase obrera y de los más oprimidos. Pero esta no es su estrategia. El Partido Demócrata sigue demostrando que ni siquiera aceptará las reformas más moderadas, hasta que se vea obligado a hacerlo por las movilizaciones. Desde el New Deal a los Derechos Civiles hasta la Guerra de Vietnam, la historia demuestra que esto es cierto. Los capitalistas sólo te darán lo que quieres cuando tengan miedo de la lucha de clases, no porque el político correcto sea elegido. La estrategia de Sanders de reforma interna está condenada a fracasar porque ignora la naturaleza fundamental del partido -y también del Estado- y lo que está diseñado para hacer.
La campaña anti-Sanders de la clase dirigente del Partido Demócrata muestra su temor a la base social detrás de Sanders. Una coalición multirracial de jóvenes y trabajadores que están hartos de vivir en la pobreza, endeudados, sin asistencia sanitaria pública, y con los millonarios de Estados Unidos siendo dueños de todo, incluyendo las elecciones. Una parte de los partidarios de Sanders también están hartos del capitalismo, por la inminente destrucción del medio ambiente y porque el sistema no tiene nada que ofrecerles. Es necesario construir una fuerza política en los Estados Unidos que sea independiente de los partidos capitalistas, verdaderamente socialista, formada por trabajadores, jóvenes y oprimidos. El Partido Demócrata y Bernie Sanders nunca serán eso y, como tal, debemos luchar para construir nuestro propio partido.