El actual momento constituyente requiere que pongamos especial atención en la forma de enfrentarlo políticamente, de tal manera que sea el pueblo trabajador quien pueda obtener los principales frutos del periodo. Pero, para enfrentarlo fuera de caricaturas, debemos hacer una lectura del periodo.
Martes 11 de febrero de 2020
A partir del 18 de octubre se produce un cambio radical en la subjetividad del pueblo y da cuenta de un largo proceso en el cual por un lado las elites aumentaban su nivel de explotación y presión sobre las mayorías; y por otro lado de una lenta pero constante construcción de crítica al sistema neoliberal y sus elites, y también construcción programática de muchas organizaciones políticas y sociales que daban peleas parciales pero cuya sumatoria abarcaba el sentido común de millones. Es por eso, que la rabia desencadena en la mayoría de las grandes ciudades de Chile se dirigió principalmente sobre el gran comercio y edificios representantes del Estado y de las elites, mientras protegía al del pequeño comerciante. Es por esto también, que ante el discurso popular quienes se enfrentan a las Fuerzas del Orden pasaron de ser los delincuentes, infiltrados, monos, termocéfalos … a ser la Primera Línea que defiende el legitimo derecho a manifestarse.
Este cambio en la subjetividad, y por tanto en la actitud del enfrentamiento, trajo una radical modificación de las relaciones de fuerzas de las clases sociales antagónicas, por lo que hacer política a partir del 19 de octubre es completamente diferente a hacerla hasta el 17 de octubre. Lo que se mantiene constante es el alto nivel de rechazo a las instituciones del Estado Chileno, sus autoridades y a todos los partidos de la institucionalidad. Y lo que cambió fue la alta disposición moral para enfrentarlos.
El acuerdo de las elites
La respuesta militar del gobierno, la actitud de los partidos oficialistas y sus cómplices de la supuesta oposición leyeron muy bien ese cuadro y se dispusieron rápidamente a hacer un acuerdo, de tal manera de poder reencausar la política dentro de la institucionalidad. Algunas/os hablaron de salvar la institucionalidad vigente y otras/os de rescatarla para las mayorías; pero todos coincidieron en que había que hacer un acuerdo que salvara la forma de hacer política de las elites por sobre la forma de hacer política que estaban mostrado los millones de marginados. Nace así el mal llamado “Acuerdo por la Paz”. En donde nos ponen la pistola en la cabeza: o rechazamos la Convención Constituyente y validamos la Constitución Pinochetista o apoyamos la Convención Constituyente y hacemos una constitución en la medida de lo posible dentro de los pocos espacios de cambio que esté disponible en hacer la derecha.
La “oposición” que defiende el acuerdo ha tratado de instalar que las criticas al mismo solo se reducirían a un capricho por el nombre del espacio, por lo tanto que se llame Convención y NO Asamblea es algo menor. Sin embargo, la critica real es mucho más que eso:
Primero: desde el punto de vista de la significación identitaria, el nombre marca claramente quien parte ganando el enfrentamiento. En este caso, parten ganando los/las que tienen terror a la deliberación popular.
Segundo: el mecanismo NO contempla la participación directa de las personas. No hay cabildos consultivos, ni mucho menos vinculantes. En el “mejor” de los casos vamos a poder votar por alguien que pueda representarnos pero que NO está obligado a tomar en cuenta la opinión de los/las votantes, y por tanto va a tener toda la libertad para negociar y llegar a los arreglines políticos que les plazca.
Tercero: No existe real poder de participación de las organizaciones sociales constituidas en un largo periodo de acumulación de fuerzas; y si sus dirigentes/as pretender ser elegido NO cuentan con igualdad de condiciones a los representantes de los desligitimados Partidos.
Cuarto: el famoso quórum de los 2/3 le da un desmedido poder de veto a las minorías, obligando a la mayoría a ceder en su programa hasta los límites aceptables por la derecha y por lo tanto salvando indefectiblemente el espíritu neoliberal del Estado.
La mesa está servida para que la rebelión popular sea utilizada para legitimar el modelo de los empresarios y salvar las formas del jueguito político institucional de todas las élites. Tratan de imponer el concepto de “Un Nuevo Pacto Social” cuando de lo que se trata es de Barrer con la Derecha.
Pero, ¿Qué hacer, si seguimos con la pistola en la cabeza?
Lo importante es resaltar que el 18 de octubre dio origen a un nuevo periodo político, el cual dentro de sus características está el de haber cambiado la forma de hacer política, haber instalado una columna vertebral de programa rupturista y por la desconfianza a las elites y sus instituciones. Pero como todo periodo político, este no se cierra en corto plazo ni por medios burocráticos, por muchos intentos que los partidos del orden hagan, sino que se extienden por un periodo indeterminado, tiempo durante el cual el pueblo opta por ir quemando etapas, ensayando vías para el cambio y pariendo las organizaciones políticas que la nueva forma de hacerla requiere (o transformando las antiguas a las nuevas formas).
En este sentido, es evidente que mientras se van desarrollando formas desiguales y combinadas de enfrentamiento, el “Proceso Constituyente” de los/las salvadores/as del sistema hoy reúne la principal atención de parte de millones de personas que quieren cambiar la Constitución Pinochetista. Y si bien lo deseable es que las fuerzas populares pudieran desarrollar en el breve plazo un nuevo escenario de enfrentamiento que permita cambiar de forma radical el mecanismo a uno realmente democrático, esto se ve difícil por la ilusión que la Convención ha despertado en muchos de los/las movilizados/as y porque aunque si se lograra altos niveles de movilización, aún la falta de un interlocutor/a validado de parte de las masas hace difícil poder enfocar la síntesis hacia las nuevas condiciones deseadas.
En la actualidad hay muchas propuestas de cómo enfrentar el plebiscito de abril y el periodo de debate que está claramente abierto. Dentro de algunas que circulan por los medios de opinión de la izquierda hay claramente dos que NO tienen sentido alguno: Votar Rechazo al Cambio Constitucional o Anular el Voto en ambas papeletas; esta actitud parece más a un berrinche que una forma de hacer política ya que participando de esas maneras se legitima claramente la Constitución Pinochetista.
El Boicot del proceso tiene sus tiempos y sus limitaciones de capacidades siendo difícil pensar en que el día mismo se puedan realizar acciones que puedan evitarlo, pensando en que van a haber millones que van a participar y en que se contará con recintos protegidos por el poder militar al cual no tenemos medios de enfrentar. No obstante, si las organizaciones sociales y el pueblo son capaces de desatar un clima de ingobernabilidad similar a los vividos en octubre, en los días previos al plebiscito, se haría insostenible poder realizar el proceso como está planificado. El problema sigue siendo la carencia de interlocutores. Al menos este intento pude ser realizado sin dejar de lado otras formas de dialogar con las millones de personas que apuestan (por cualquier vía) a una Nueva Constitución que termine con tantos años de explotación.
Pero si llegamos al 26 de abril en el clima que la institucionalidad pretende, debemos participar para votar aprobando el Cambio Constitucional, aprobando Convención Constituyente de tal manera que permitamos a las mayorías el enfrentar sus ilusiones democráticas con la realidad del mecanismo amañado por las elites. Es evidente que durante el periodo que se abre después del 26 de abril no se puede dejar al pueblo solo y que de manera espontanea vaya aprendiendo, sino que debemos acompañarlo haciendo una cruda critica al mecanismo fortaleciendo la figura de una verdadera Asamblea Constituyente, denunciando todos los pasos de acuerdo entre los/las Constituyentes y la derecha, movilizando el programa anticapitalista imponiéndolo con la fuerza a la negociación de las camarillas.
En resumen sería posible:
Movilizar por una verdadera Asamblea Constituyente desde ya, apostando a que la ingobernabilidad fuerce a cambiar las reglas. Insistir en la renuncia de Piñera y del parlamento como garantía de un proceso democrático.
De llegar al 26 de abril, aprobar la Nueva Constitución. Aprobar la Convención Constituyente, marcando el voto por una Verdadera AC y generar la movilización necesaria para contabilizar los votos.
A partir del 26 de abril movilizar el programa anticapitalista con participación de los espacios sociales para encararle a los/las constituyentes las necesidades y denunciarles ante cada pacto con la derecha y la mantención del Estado Neoliberal. Al mismo tiempo, seguir denunciando que el proceso NO es Asamblea Constituyente.
Durante el periodo y al calor de estas discusiones, redoblar los esfuerzos por las construcciones partidarias que puedan dar cuenta de la nueva forma de enfrentar la política. Al mismo tiempo: convocar, mantener y fortalecer los espacios de unidad que puedan potenciar los ejes programáticos que se sintetizarán en este periodo que se abrió el 18 de octubre y que no se puede cerrar con la ilusión constituyente.