Durante los meses de abril y mayo realizamos en Barcelona una serie de sesiones participativas bajo el nombre “El secreto está en la explotación”, dedicado a las trabajadoras y trabajadores que hoy se están organizando contra la precariedad y la explotación. Un recorrido por los principales conceptos del marxismo para entender la explotación dentro del sistema capitalista, para que la clase trabajadora no nos veamos condenados a negociar las condiciones de nuestra explotación en este sistema, sino que podamos superarlo junto contra las múltiples opresiones.
En un lugar céntrico de Barcelona, hemos desarrollado un taller en el que abordamos conceptos iniciales de los fundamentos del marxismo que hoy, en medio de una crisis social, económica y sanitaria sin precedentes en las últimas décadas, mantienen la misma vigencia y fuerza que el día que se escribieron. Lo hemos hecho en un intercambio muy rico con mujeres trabajadoras y jóvenes precarios que comienzan a abrazar estas ideas para pensar más allá de la lucha sindical y por los derechos laborales básicos, y a vincular la lucha contra la precariedad o los abusos de los empresarios, con la lucha contra este sistema de explotación brutal. Nos hemos basado en el libro “Para entender la explotación capitalista” (Marx, Engels, Mandel, IPS, 2006).
En todo el mundo el coronavirus desencadenó una crisis sanitaria, económica y social cuyas consecuencias van a ir más allá de si se puede controlar la pandemia. Una mínima búsqueda en las páginas de los principales organismos económicos y políticos da buena cuenta de ello. En los principales países centrales aumentó el desempleo y como primera consecuencia directa la pobreza también subirá. Se habla de que los salarios de los millennials bajarán por lo menos durante los próximos quince años. Según la ONU, 800 millones de personas en todo el mundo viven en la pobreza extrema, mientras el 10% más rico tiene el 40% de la riqueza y se beneficia de los recursos.
La Covid19 pasó en apenas tres meses de estar concentrado en un mercado en una región de China a contagiar en todo el globo. La gestión política en aquellos primeros momentos fue nefasta, y no lo fue precisamente por ser algo inesperado. Ya hubo otros brotes pandémicos como el SARS en 2003, el de la gripe porcina en 2009. No se trata de catástrofes que sólo tienen que ver con la naturaleza. Es el capitalismo el que se encuentra detrás de estos desastres.
La búsqueda de ganancias bajo el capitalismo extendió la industrialización y la urbanización descontrolada a nivel mundial sin considerar al medio ambiente, ni a la naturaleza. El avance sin frenos del agro negocio está relacionado a la producción de pandemias. Por ejemplo la industrialización de las actividades de granja, donde los animales son criados amontonados y mantenidos en condiciones poco saludables, representa un caldo de cultivo para que aumenten las enfermedades. Todo esto tiene que ver con que lo principal en el sistema capitalista es la búsqueda de ganancia, todo lo demás para los capitalistas es secundario.
Pero ¿qué es la ganancia? ¿Quién la genera? La actual crisis también dejó en evidencia la importancia del trabajo humano para que la economía se mueva. Muchos empresarios criticaron las cuarentenas en el mundo e insistieron en que la clase trabajadora vuelva a trabajar, considerándola “esencial”. Y que las fábricas vuelvan a producir a toda costa sin importar que sus trabajadores y trabajadoras se expongan al contagio e incluso a la muerte por coronavirus.
¿Por qué los trabajadores y las trabajadoras son esenciales para los capitalistas? ¿Qué queremos decir en términos marxistas cuando hacemos referencia a la explotación en el sistema capitalista?
Estos son los velos que queremos correr y que es indispensable hacerlo en esta situación de crisis mundial, bajo la cual los capitalistas buscarán descargar sobre nuestros hombros. Solo comprendiendo el mundo en que vivimos, es posible poder transformarlo. A este propósito se le añade un segundo. Que este recorrido para la comprensión del mundo en el que vivimos sea explicado a través de las experiencias en primera persona de trabajadores y trabajadoras precarias, migrantes, jóvenes, mujeres. Trabajadoras y trabajadores que se organizan y pelean por mejorar sus condiciones laborales a corto plazo, pero adquiriendo conciencia que tan solo con el fin de la explotación, es decir, del capitalismo, se podrá vivir una vida realmente plena y libre.
Por ello estas sesiones se realizan junto a las camareras de hotel, Las Kellys, junto a las trabajadoras del SAD (Servicio de Atención a Domicilio), jóvenes repartidores de Amazon, trabajadoras del hogar y trabajadoras migrantes de la agrupación de mujeres Pan y Rosas, entre otras.
En este artículo abordamos los conceptos centrales recorridos en las dos primeras sesiones.
¿Qué es la explotación?
En la primera sesión abordamos este concepto. Cuántas veces uno oye decir: “te están explotando en ese trabajo”. Ahora bien, ¿a qué se refieren exactamente con explotación? Es común que la palabra explotación esté asociada a los “abusos y excesos”. Y es que por supuesto que existen esos abusos, de hecho las trabajadoras del hogar internas que participan en los talleres así lo constataron, “nuestras jornadas son de 24h, no hay límites”. Y es que como muchas veces ellas lo definen, en ese caso, nos encontramos con las aristas más brutales de la esclavitud del siglo XXI. “Nos roban la vida”, sentencia.
Ahora bien, desde un punto de vista marxista decimos que hay explotación cuando en una sociedad hay una minoría que se apropia del trabajo de la mayoría, independientemente de las condiciones laborales en las que se enmarca esta expropiación.
La explotación no se desarrolla como un fenómeno natural, ni mucho menos inevitable como suele sostener el sentido común bajo la premisa falsa de que “siempre ha habido pobres y ricos”. En la “prehistoria” de la humanidad, existieron otros sistemas sociales en los que todos los integrantes de la sociedad tenían que trabajar y no había un pequeño sector que se apropiaba del trabajo del resto.
Pero a diferencia de otras sociedades de clases, lo que caracteriza a la sociedad actual, donde la inmensa mayoría trabaja a cambio de un salario, es que esta explotación parece que no existiera, queda oculta, velada. Pensemos, ¿no existe la idea de que, si nos pagan un salario “justo”, entonces no nos están explotando? “A un trabajador del sector del automóvil con un sueldo alto, también le explotan?” dudaba una trabajadora migrante. Cómo vamos a ver, la relación salarial se basa siempre en esta explotación.
Las clases sociales están definidas por el rol que juegan los distintos sectores de la sociedad en la organización de la producción.
Un sector de la sociedad es la clase dominante, integrada por aquellos que se liberaron de la necesidad de trabajar para poder vivir y asegurando su posición en la sociedad en el monopolio de la violencia. Son las clases explotadoras. En el otro polo, las clases explotadas, las integran aquellos que no solo deben trabajar para reponer todos los medios que necesitan para vivir, sino que deben además sostener con su trabajo la reproducción social de los explotadores. Producen riquezas para otros. Los esclavos, los siervos de la gleba en el feudalismo, y también los actuales asalariados del sistema capitalista, son ejemplos de esto.
¿Qué son las fuerzas productivas?
Marx se refiere a las fuerzas productivas como los elementos que determinan nuestra capacidad para transformar la naturaleza por medio del trabajo. Es decir, a la capacidad de producir más bienes, producir riqueza.
Incluye a los recursos naturales disponibles para su uso en la producción, técnicas de organización del trabajo, maquinaria y los aspectos sociales de la organización del trabajo. Precisamente el desarrollo de las fuerzas productivas fue lo que permitió en un momento dado que un sector minoritario de la sociedad se liberara de la carga del trabajo, y su estadio de desarrollo determina la estructura de la organización social.
El trabajo de la mayoría de la sociedad, que vamos a llamar productores, se descompone en dos partes: trabajo necesario, el que se realiza para la subsistencia de los productores y trabajo excedente, la parte del trabajo que se destina al mantenimiento de la clase dominante, la minoría.
Como vimos la desigualdad de clases tiene un origen histórico. Si la desigualdad social surgió en cierto período de la historia humana, es posible también que desaparezca, y justamente Marx planteó que la masa de riquezas creadas bajo el capitalismo permite plantearnos ese horizonte, una sociedad sin explotación ni opresión.
Mercancías en el modo de producción capitalista
Marx dice que “en el capitalismo, la riqueza social se presenta como una gran acumulación de mercancías”. ¿Pero qué quiere decir exactamente con esto? Que el capitalismo es una sociedad en la cual la gran mayoría de los productos del trabajo son mercancías, es decir productos creados para ser intercambiados o para ser vendidos en el mercado y no para consumo propio.
Para que sea posible este tipo de producción es necesario un nivel de desarrollo muy avanzado de la división del trabajo, de la técnica y de las formas de la producción, para que distintos grupos puedan especializarse en la producción de diferentes productos y abastecerse en el mercado de todo lo que no producen.
¿Cuáles son las características fundamentales de la mercancía?
El valor de uso representa el elemento común a la producción de todos los tipos de sociedades que han existido hasta nuestros días. El abrigo, por ejemplo, siempre tuvo esa característica común, ese valor de uso, esa capacidad de proporcionar calor.
Pero en el capitalismo, un abrigo es fundamentalmente una mercancía, que se creó con el fin de cambiarlo en el mercado. Esto es una característica que es específica de los productos del trabajo en el capitalismo. Toda mercancía debe tener a la vez un valor de uso y un valor de cambio.
¿Y a qué nos referimos con valor de cambio? En su expresión más simple, Marx se refiere al atributo social de toda mercancía. Es decir, en qué cantidades se puede intercambiar un producto del trabajo por cualquier otro tipo de producto del trabajo social.
Pero ¿qué es lo que determina ese valor de cambio? ¿Qué es lo que permite que valores de uso que son muy diferentes se intercambien entre sí en determinadas proporciones?. Si dos mercancías pueden cambiarse en determinadas cantidades, es porque en dichas cantidades tienen el mismo valor.
Pero el cambio no es algo casual, imprevisible. En Salario, precio y ganancia Marx dice que lo primero que tenemos que preguntarnos es: ¿cuál es la sustancia social común a todas las mercancías?, y responde que esa sustancia común es el trabajo. Marx está hablando de un atributo social de la mercancía que no tiene que ver con su utilidad o las preferencias, sino con el hecho de ser un producto del trabajo realizado en determinadas condiciones de división social del trabajo que exigen que este se cambie por otros en el mercado.
El valor de una mercancía está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla, que se mide según la duración del tiempo durante el cual se produjo. La cantidad de días, horas, minutos y segundos de trabajo que se han empleado para su producción durante las distintas etapas de su elaboración.
Lo que hace comparables a unos trabajos con otros, es que todos son gastos de fuerza humana de trabajo indiferenciada: no importa si es trabajo de panadería, de peluquería, herrería, en programación, o lo que fuere.
Hay algo más detrás de esta idea de lo socialmente necesario: No importa el tiempo de trabajo individual de lo que tardan los productores, sino el promedio social. Es el tiempo que impera en la mayoría de los productores lo que fija los valores.
La comparación entre las cantidades de trabajo incorporadas en cada mercancía, el valor, no tiene otra forma de hacerse que no sea a través del valor de cambio. ¿Por qué esto es así? Porque en esta sociedad donde hay un intercambio generalizado de mercancías, la producción general la realizan muchos productores que deciden sin saber qué decidió el otro, no hay un plan organizado de qué, ni de cuánto se va a producir. Cada productor produce sin saber lo que va a producir el otro.
El valor es la única manera en la que los trabajos privados pueden expresarse e igualarse como parte del trabajo de toda la sociedad. Aunque de esta forma, queda escondido que es el trabajo la sustancia que permite el intercambio y determina las cantidades en las que cada mercancía se cambia por otra.
Trabajo, fuerza de trabajo y plusvalía. Destapando la explotación capitalista
En la segunda sesión avanzamos sobre el análisis de la explotación capitalista, es decir, los mecanismos por los cuales los empresarios, los capitalistas, se apropian del trabajo ajeno, en concreto del trabajo realizado por la clase trabajadora. Y como este robo es, en última instancia, la única fuente de beneficio para el capitalista.
Para la comprensión de este mecanismo de explotación, que aparece oculto a simple vista para millones de trabajadores y trabajadoras, abordamos los conceptos de trabajo y fuerza de trabajo y la diferencia fundamental entre ambos y el concepto de plusvalía. Conceptos todos ellos relacionados entre sí y que engrasan la maquinaria de explotación capitalista.
Si en el capitalismo la explotación aparece de forma oculta a diferencia de otras sociedades clasistas, como en esclavismo o el feudalismo, es precisamente porque, como argumentó Marx, ese robo del trabajo ajeno se nos presenta como retribuido. Este engaño, esta ilusión, se sustenta en la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo. Y es que equivocadamente podemos caer en el engaño de la apariencia, es decir, que nosotros y nosotras vendemos nuestro trabajo. Al final de cuentas, realizamos nuestro trabajo y nos pagan el salario ¿No?
Por ejemplo, el compañero repartidor de Amazon realiza diariamente su ruta y al final del mes recibe su salario. ¿Qué hay ahí de explotación?
Lo que ocurre es que el trabajador o trabajadora, carente de la posibilidad de acceder al mercado con mercancías propias para el intercambio -al no contar con los medios de producción-, accede a él para intercambiar su fuerza de trabajo como una mercancía más. Una mercancía inseparable del trabajador y trabajadora.
Es esta fuerza de trabajo, es decir, su capacidad de concentración, de movilidad de músculos y activación de nervios, lo que los trabajadores y trabajadoras vendemos al capitalista durante un determinado período de tiempo. El coste para el capitalista de esta mercancía estará definido en el mercado, al igual que el resto de mercancías, por el tiempo socialmente necesario para su producción y reproducción y será expresado en el sueldo.
Durante el periodo de tiempo que el capitalista contrata la fuerza de trabajo del trabajador y trabajadora, analizamos como un breve periodo de ese tiempo sirve para que el obrero produzca las mercancías -que podríamos denominar trabajo- necesarias para cubrir el coste de su sueldo.
Es decir, retomamos el ejemplo de aquel trabajador o trabajadora del sector del automóvil con “buen sueldo” y veíamos cómo en pocas horas generaba el valor en mercancía igual al coste de su fuerza de trabajo, es decir, a su sueldo. Pero ¿y el resto de horas? esas horas siguientes de producción de mercancías sin que aumente su sueldo, es la fuente de la explotación. Y esto es así ya que el trabajador o trabajadora ha vendido al capitalista su fuerza de trabajo y no su trabajo en sí, es decir, lo que sería capaz de producir este trabajador en un período concreto de tiempo.
Son esas horas siguientes de producción las que precisamente roba el empresario al obrero y obrera, porque aunque sigue produciendo mercancías (aumenta la cantidad de su trabajo), no percibe más salario, puesto que estas horas entran dentro de la venta de su fuerza de trabajo.
Esta apropiación del trabajo ajeno sucede también en el sector de los servicios, algunos de ellos de central importancia para el funcionamiento de la economía capitalista, como sería el transporte de mercancías, por citar un ejemplo.
Este robo es el que le permite al capitalista vender sus mercancías por un valor mayor al capital invertido para su producción, obteniendo así su beneficio, un decir, una plusvalía. De este modo podemos afirmar que la explotación capitalista se sustenta en el trabajo asalariado y que la apropiación del trabajo ajeno es la única fuente de beneficio para el capitalista.
En los próximos encuentros desarrollaremos las diferentes formas en que los capitalistas obtienen (y aumentan) esa plusvalía, y cómo la clase trabajadora se resiste, se organiza y enfrenta dicha explotación.
Y eso hacen precisamente los colectivos de trabajadoras y trabajadores que nos acompañan en estos talleres. Las Kellys peleando contra la externalización de sus servicios por parte de los hoteleros, las trabajadoras del Servicio de Asistencia a Domicilio, organizadas y denunciando a los ayuntamientos que subcontratan sus servicios a grandes empresas multiservicios, las trabajadoras del hogar organizándose y creando una red de solidaridad, o los jóvenes compañeros repartidores de Amazon, enfrentando la represión y persecución sindical para poder pelear por mejores condiciones.
Y a todos ellos les proponemos pelear con la perspectiva de unir fuerzas más allá de su lugar de trabajo, organizarse con el resto de la clase trabajadora, para ser más fuertes y abrazar la perspectiva de acabar así con este sistema de explotación y el objetivo de poner en pie una sociedad que termine con la explotación de una clase sobre otra, una sociedad comunista en la que como decía Marx impere el: “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”.
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