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Red Internacional
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Homenaje a Leonardo Norniella. Tan absurda es tu muerte como valiosa fue tu vida

Cuántas veces habré escrito tu nombre, Leo. Muchísimas en los últimos tiempos, porque fuiste uno de los dirigentes obreros espiados por los gendarmes del Proyecto X, uno de los sistemas con los que esa fuerza clasificaba (¿y clasifica?) la información que obtenía infiltrando las protestas sociales, sobre todo en el cordón industrial de zona norte. Y porque fuiste uno de los miles de luchadores procesados, perseguidos y castigados por protestar.

Sábado 14 de marzo de 2015

También está tu nombre en el expediente judicial que impulsa la abogada Myriam Bregman, tu compañera en la dirigencia del PTS y miembro del CeProDH. "Leonardo Norniella" leyeron también los camaristas que decidieron que fuiste efectivamente uno de los luchadores que estuvo en la mira de los gendarmes espías. Y por eso le ordenaron al juez de primera instancia que profundice la investigación para determinar de dónde surgieron las órdenes, y no sólo quiénes las ejecutaron.

Pero nos presentaron hace mucho tiempo. Era mayo de 2006 y en un luminoso y antiguo edificio de la calle Florida, donde Bregman y Rubén Tripi tenían su estudio, nos juntamos con ellos y con Catalina Balaguer. Me estaban contando para que luego escribiera y publicara en Página/12 el histórico fallo de la Corte Suprema, que había dejado firme una resolución que estableció que las empresas no pueden despedir a empleados por su actividad gremial, aunque no tengan fueros sindicales. La bajada de aquella nota ya hablaba del caso de Catalina Balaguer y me animé a comenzar diciendo que era uno de esos fallos destinados a sentar jurisprudencia. Y así fue. Balaguer había sido despedida en 2002 luego de reclamar por las condiciones de trabajo de sus compañeras. Y por ser tu esposa.

Aunque Catalina en ese momento aún no había recuperado su puesto en las líneas de producción (la tenían en un depósito arreglando cajas rotas) su abogado no dudaba en calificar el fallo de la Corte como “pionero”, porque era la primera vez que la justicia obligaba a una empresa privada a reincorporar a un gremialista sin fueros. El concepto de “delegado de hecho” ya existía pero los fallos no daban ninguna protección, la justicia siempre terminaba diciendo “vaya y cobre la plata”. Vos, Leo, estabas suspendido y Catalina estuvo en la carpa, en la campaña por la reincorporación de las pocas mujeres contratadas como personal eventual que habían sido echadas por exigir sus derechos. Y, al igual que ahora hicieron los 16 trabajadores despedidos de Lear, ella tampoco aceptó la indemnización.

En octubre de 2003 la justicia laboral consideró que su despido había sido por su actividad gremial, por pedir por las enfermedades de sus compañeras y exigir el fin del matrato a las embarazadas. Ella no era delegada pero actuaba de hecho como tal, y así lo entendió la justicia en aplicación de la Ley de Asociaciones Sindicales y la Ley Antidiscriminatoria. Con la firma de los jueces Enrique Petracchi, Carlos Fayt, Elena Highton, Raúl Zaffaroni y Carmen Argibay, el 18 de abril de 2006 la Corte Suprema rechazó la apelación de la patronal por considerarla “inadmisible”. Todos esos supremos magistrados leyeron tu nombre y, más aún, supieron de tu liderazgo sindical en la planta de Florida. Fuiste parte del fallo que amplió las libertades sindicales y aportó una herramienta esencial para la defensa de los obreros y obreras que se organizan, cada vez más, por afuera de los sindicatos burocráticos que sistemáticamente juegan a favor de las patronales.

Por eso, cada vez que tus compañeros del CeProDH logran la reinstalación de activistas despedidos, aparece en los argumentos de los jueces el fallo Balaguer, y ahí estás vos. Porque la jurisprudencia que con tu lucha y la de tus compañeros lograste sentar los considera ahora “delegados de hecho”, aunque no lo sean “de derecho”. Y desde entonces, cuando los estudiantes de abogacía estudian el fallo Balaguer se enteran que a ella la echaron por las y los perseguidos de la multinacional de los saladitos, por pelear por vos, como vos peleabas en la fábrica y en la calle por cada una de ellos y ellas.