El Gobierno aumentó las tarifas de la luz, el gas, el agua, el transporte. Analizamos el impacto de estos ajustes en la tasa de interés y en el bolsillo del trabajador.
Viernes 29 de julio de 2016
Fotografía: pixabay
Mucho se ha dicho sobre los tarifazos aplicados por las empresas de servicios desde la asunción del gobierno de Mauricio Macri; desde el Estado se lo intenta justificar como “sinceramiento de las tarifas de servicios” ocultando una verdadera liberalización al accionar de las empresas, que durante la última década, han facturado cientos de millones en complicidad con el gobierno del FPV, que disparó subsidios sin sancionar la falta de inversión en infraestructura que permita abastecer y proveer de un servicio de calidad a toda la población.
A las altísimas tasas de inflación interanual que se venían sufriendo, se sumaron los aumentos de más del 500 % en las tarifas de agua, luz, gas y transporte público. Los empresarios trasladaron estas subas automáticamente a los precios que debe afrontar el consumidor.
El Banco Central, con una visión ortodoxa que sostiene que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario, pretende bajar la inflación quitando liquidez al mercado; para esto recurrió a aumentar el atractivo de las posiciones del BCRA aumentando las tasas de interés de las letras que emite esa institución (LEBACS), llegando estas a ubicarse en el mes de mayo en valores superiores al 38 % a 30 días.
De esta manera, de acuerdo a algunos economistas afines a la política del PRO, quitaba presión sobre los precios reduciendo la demanda de bienes y servicios, orientando el consumo a la inversión en letras (como si el porcentaje de individuos que tienen un sobrante a fin de mes que les permita decidir entre gastar en consumo o invertir en la bolsa no fuera un ínfimo porcentaje del pueblo que sufre los aumentos).
Las verdaderas intenciones del BCRA y sus efectos
Uno de los factores inflacionarios, y que más preocupan al gobierno es el tipo de cambio. Hay empresarios que exigen un dólar más caro pero una posible escalada de la divisa podría acelerar la inflación. Por otra parte, el Gobierno está sitiado por un bajo ingreso de la divisa en la última liquidación de granos, una disminución del precio de los commodities en los mercados internacionales y una tendencia alcista del dólar luego de la depreciación del euro y de la libra esterlina empujados por la salida de Inglaterra de la Unión Europea; con las altas tasas de interés el Gobierno buscó quitarle peso sobre la demanda de dólares y hacer más rentable la inversión en letras.
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Luego de la tendencia alcista de las tasas, el BCRA emprendió el descenso pero aún se mantienen altas en 30 % y se resiste a bajar, porque la inflación sigue estando por encima de sus expectativas.
Durante el primer trimestre del año el stock de créditos disminuyó un 1 % con relación al 2015, esto debido a un claro direccionamiento de las entidades crediticias, con tasas altas y un retorno asegurado, les convenía invertir en letras y no estar prestando su dinero al consumidor.
Con posiciones cercanas al 40 % en LEBACS, las instituciones financieras destinaron en el primer trimestre el 70 % de las aplicaciones de fondos destinadas a préstamos, de acuerdo a un informe de la consultora Muñoz y Asociados.
Las altas tasas ofrecidas por el BCRA, llevaron a los mismos bancos que invierten en ellas a ofrecer mayores intereses por los depósitos a plazo fijo que reciben, debiendo ofrecer tasas iguales o por lo menos uno dos puntos porcentuales por encima de esa fluctuación. Las tasas de plazo fijo altas, y la necesidad de mantener un spread favorable y con altos márgenes, impulsaron las tasas de créditos personales y financiación en tarjetas de crédito a niveles altísimos. Los bancos, que son quienes más ganaron en los últimos años, no podían permitirse un año sin márgenes de ganancia abismales; ellos pagan tasas altas por los depósitos que reciben, por lo tanto cobraran tasas “altísimas” por el dinero que prestan, matemática pura.
Las tasas de interés y su efecto en el bolsillo
No es tarea de “iluminados” el explicar por qué las tasas altas de interés afectan al bolsillo de los trabajadores, no hay quien entienda más de economía que un laburante que cobra un sueldo por debajo de la canasta básica y aun así debe mantener a una familia, garantizarse un techo e intentar pagar por los servicios que le salvan la vida.
Sirve simplemente el establecer una cadena lógica de reacciones y de cómo se trasladan estas variaciones al precio que uno ve en las góndolas del supermercado. Devaluación, altos precios de los insumos, servicios caros y especulación son fácilmente trasladados al precio final por los empresarios, que al igual que los banqueros, asumen que nunca pueden perder y que los trabajadores deben ser solidarios con sus caídas pero nunca con sus alzas.
Esa cadena de factores que termina con tasas de interés en los préstamos personales que rondan el 62 % anual y de financiación en tarjeta de crédito que van del 42 % hasta el 100 % anual, destroza el bolsillo de un trabajador que necesita un préstamo para terminar de construir su vivienda, para arreglar el auto que maneja como remis o para intentar recomprar lo que perdió en el último apagón prolongado.
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Cuando el sueldo ya venía ajustado, los precios de la comida subieron y la paritaria del año quedó por debajo de la inflación y ya no queda nada en el fondo de la billetera, ni en la latita de la cocina, llegan las facturas y tenemos que pagar cinco veces más por la luz. Planificamos el “qué hacer” del próximo mes, y es ahí donde esgrimimos con cierto miedo “la tarjeta”. Se podría decir que nos acorralaron lo suficiente, entre todos, como para que tengamos que endeudarnos sí o sí. Ahora aparece la rueda de los pagos mínimos, los intereses por financiación y si nos atrasamos los punitorios y los compensatorios, etc., lo que convertirá una compra en el súper en una lucha encarnizada con esos fondos buitres autóctonos.
Siendo el trabajador el último eslabón de esta cadena alimenticia formada por aves de rapiña y lobos de la city, se hace cada vez más necesaria la nacionalización de la banca y la creación de una banca pública y única que no se ponga al servicio de la especulación y su control sea por parte de sus propios trabajadores.