Esta obra (póstuma) se estrena en el teatro principal de Viena en 1989, para el 50º aniversario de la anexión de Austria como una provincia más a la Alemania nazi. A pesar de la revulsiva crítica hacia los gobernantes austríacos en el poder y hacia la idiosincrasia antisemita e hipócrita de los austríacos, la puesta resultó un éxito de público. Obra sin signos de puntuación para que los actores sean libres dónde hacer intervalos, es una serie de monólogos de los protagonistas que no hacen otra cosa más que hablar de cara al público de lo que piensan y sienten en la circunstancia que viven.
Miércoles 1ro de abril de 2015
Hitler sigue vociferando en Heldenplatz
Esta es una obra tremenda de muerte y locura que en la extensión de 150 páginas nos adentra en la vida de un intelectual austríaco suicida, al tiempo que permite atisbar la subjetividad de algunos miembros de su familia en el marco de la situación política de Austria en el año 1988.
La acción se desarrolla al regreso de las exequias del profesor muerto cuando los deudos, los hijos (dos mujeres, un varón), la viuda y un hermano, también profesor universitario, se disponen a almorzar acompañados por unos catedráticos amigos, mientras dos mujeres de servicio aprontan el servicio de mesa y la inminente mudanza de esa casa céntrica de Viena, frente a la conocida Plaza de los Héroes. Es una comida de comienzo de duelo. Naturalmente, se habla del muerto y de los motivos que lo llevaron a matarse. Así se anudan simultáneamente dos trabajos de asimilación de pérdida; por el profesor Josef Schuster al que acaban de enterrar, y por la constatación de que la vida en Viena para los judíos es insoportable.
Aunque tal vez todo el texto esté recorrido también por una pátina de pérdida de confianza en los austríacos como colectivo que enraíza la vida de cada uno a un lugar como propio pero compartido fraternalmente. Los austríacos antisemitas desean, como hace cincuenta años atrás cuando Austria fue anexada a Alemania, que los judíos desaparezcan sino de la tierra, del territorio austríaco. Por eso llevan a cabo pequeñas, subrepticias humillaciones que se convierten por sumatoria en tortura psíquica.
En la escena primera, el muerto por boca de la señora Zittel dice:
"Cuando esté por fin en Oxford
podré respirar, decía el profesor,
la verdad es que ahora en Viena las cosas son peores
que hace cincuenta años, señora Zittel
Han escupido a mi hija, señora Zittel.
Tener miedo todos los días, señora Zittel.
No lo soporto más […]
Para Austria soy demasiado viejo y demasiado débil,
Existir en Viena es algo inhumano [..]".
Este episodio que no se entiende bien a esa altura del texto, es relatado un poco más adelante por Anna, la hija que fue escupida en la calle por mera portación de rostro:
"[…] pero Viena es para mí todos los días
una pesadilla mucho mayor,
no puedo existir ya aquí,
me despierto y me enfrento con el miedo.
La verdad que las cosas son hoy realmente
como eran en el treinta y ocho.
Hay más nazis ahora en Viena que el treinta y ocho.
Ya verás, todo acabará mal […]
Solo hace falta que hables con cualquiera
al cabo de poco tiempo resulta ya
que es un nazi
da igual que vayas al panadero
o a la tintorería a la farmacia
o al mercado.
En la Biblioteca Nacional creo
estar entre puros nazis
solo esperan la señal
para poder actual abiertamente contra nosotros
[…] en Austria debes ser católico
o nacionalsocialista
todo lo demás no se tolera
todo lo demás se aniquila
y de hecho cien por cien católico
y cien por cien nacionalsocialista […]"
Y el Profesor Robert en la escena segunda:
"[…] precisamente un judío no puede estar siempre en casa.
entre cuatro paredes,
también un judío tiene que salir a la calle
y si descubren que es judío
lo castigan con odio y desprecio.
Ser judío en Austria significa siempre
estar condenado a muerte […]".
Dos voces pesimistas y adoloridas resuenan en la pieza dramática: la de Anna y la del profesor Robert, más exacerbada. Este, a pesar de estar enfermo y no disponer de mucho aliento, excitado por la muerte del hermano, mantiene largos y enfervorecidos parlamentos en los que no solo justifica el suicidio del hermano sino que no deja institución en pie: matrimonio, religión católica, gobierno austríaco, capitalismo, la influencia norteamericana en Europa, y ni siquiera la música que se escucha es lo que era.
Obra conmemorativa de los cincuenta años del Anschluss, en sus parlamentos no cesa de denunciar el antisemitismo vigente en Austria en 1988, tal cual entonces o aun agravado. Es en ese sentido que conjeturo que el personaje ausente corporalmente pero presente en el tiempo escénico -el profesor Josef Schuster- al suicidarse no hace otra cosa que quitarse del medio de la vida de sus compatriotas que desde hace tantos años mantienen el desprecio y el odio hacia los judíos, logrando con su acto, paradójicamente, satisfacer el anhelo del agresor. Presto especial atención al hecho de que el suicidio ocurre en suelo austríaco, al volver de su exilio inglés.
En la obra se señalan dos momentos políticos separados por cincuenta años, marcados con sendos suicidios de los hermanos de la familia Schuster. Cincuenta años atrás el hermano menor de los Schuster se arrojaba por la ventana cuando era un estudiante de solo diecinueve años, episodio que el profesor Josef "[…] no pudo superar durante años […]".
Los dos hermanos que lo sobrevivieron eran tan semejantes como dos gemelos y tan diferentes como la mano izquierda lo es de la derecha; así nos lo dice Anna:
"[…]Las personas como el tío Robert
no se tiran por la ventana.
Tampoco los persiguen los nazis,
que se desentienden casi siempre de los que los rodea.
Peligrosos son solo quienes como nuestro padre
los que lo ven todo y lo oyen todo continuamente
y por eso tienen siempre miedo […]".
Una última reflexión de orden psicológico: tal como plantea las cosas esta obra no hay más que dos alternativas: el suicidio o la locura. El profesor Josef Schuster no tolera más la vida en Viena y se mata pero su esposa -la señora Schuster- sigue oyendo las voces de los 25.000 austríacos aclamando a Hitler tal como cincuenta años atrás,
"[…] no puedo dejar el piso
solo porque oigas ese griterío en la Heldenplatz
decía él una y otra vez
eso significaría que Hitler me echase por segunda vez
de mi piso
[…]".
¿El profesor Schuster se mata para no escuchar más el griterío de la multitud vivando al Führer que tanto atormenta a su esposa? ¿Acaso para el autor, la señora Schuster es más fuerte que su esposo que no pudo soportar ser echado por segunda vez por Hitler que sigue vivo en el nacionalsocialismo de los austríacos?