Dos días después de tomar posesión, el presidente de Brasil es recibido por Xi Jinping.
Su principal objetivo ofrecer al capital internacional grandes negocios e inversiones en el país.
Sábado 3 de septiembre de 2016
El viaje a China es el primer compromiso internacional del golpista Michel Temer como presidente de Brasil. Su principal objetivo es mostrar a los gobiernos y empresarios del mundo que está tomando las medidas necesarias para aplicar los ajustes y dar seguridad al capital internacional para realizar grandes inversiones en el país, considerando el plan de privatizaciones que ha anunciado y la represión del conflicto social. Busca trasmitir la imagen de que el período de inestabilidad fue superado. Este domingo participará además del G-20.
Del viaje participaron un centenar de empresarios brasileros. Algunos proyectos ya fueron acordados. Entre otros, la empresa CBSteel oficializó un acuerdo por U$S 3.000 millones (R$ 9.750 millones) para la siderurgia en Maranhão; China Communications Construction Company (CCCC) informó un aporte de U$S 460 millones (R$ 1.500 millones) en una terminal multicargas en San Luis (MA); la empresa Hunan Dakang afirmó que invertirá $S 1.000 millones (R$ 3.250 millones) en el sector agrícola del país. Y la brasilera Embraer cerró la venta de por lo menos 4 aviones para dos firmas chinas.
Un completo ofrecimiento al capital privado internacional de las riquezas, recursos y servicios nacionales, acompañado de despidos y precarización del trabajo. El gobierno golpista trabaja con un banco de proyectos en infraestructura que sumarán U$S 269.000 millones entre 2016 y 2019. La primera parte de esa agenda de negocios será detallada durante este mes por Moreira Franco, secretario del Programa de Asociaciones de Inversiones (en portugués, PPI).
El principal destino del capital internacional es justamente el de los negocios del petróleo y el gas, que suman casi U$S 90.600 millones. En esa cifra, según explicó el actual ministro de economía Meirelles, deben contarse valores vinculados a negocios con Petrobras. El gobierno no especifica cómo serán los acuerdos por estas ventas que involucran sociedades y privatizaciones parciales, es decir, la entrega al capital extranjero las riquezas nacionales, para que se transformen en nuevas fuentes de ganancias para monopolios como la Shell.
Se incluye también sectores como el de la energía eléctrica (U$S 65.500 millones), las telecomunicaciones (U$S 43.600 millones), rutas (U$S 26.600 millones), saneamiento básico (U$S 10.900 millones), líneas férreas (U$S 10.100 millones), además de proyectos de movilidad urbana, aeropuertos, puertos, entre otros.
Meirelles declaró, “En síntesis, es un vasto y amplio programa de inversión en infraestructura de diversas formas en el país”. (...) “Es un mapa de lo que puede ser hecho en cuatro años. Todo lo que pueda ser otorgado en concesión, privatizado”. De este modo el gobierno golpista indica al mundo que Brasil está literalmente a la venta. Estos son los planes de ajuste prometidos por el gobierno de Temer, presionado por el capital internacional y la burguesía neoliberal nacional, para que avance lo más rápido posible.
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El gobierno tiene aún dos desafíos por delante para concretar estos planes del mercado y las finanzas. El primero es con el parlamento corrupto luego la crisis en su base de apoyo, a partir de la votación separada contra Dilma. Por un lado la que concretó el impeachment y la segunda, que le permitió a la presidenta resguardar sus derechos políticos. Maniobra articulada por parte del PMDB que terminó generando nuevos roces con el PSDB. Por lo que Temer tendrá que recomponer su base en el Congreso, sin la cual no logrará aprobar el ajuste fiscal ni el nuevo modelo de concesiones, dos de los principales ingredientes de seducción de los potenciales inversores extranjeros.
El segundo, que el golpista Temer y todo el Congreso más temen, será enfrentar la posibilidad de una respuesta obrera, con sus propios métodos, con huelgas y movilizaciones. El gobierno podría enfrentar la resistencia del movimiento obrero y la juventud, esta última ya está saliendo a las calles. Los trabajadores deberán superar la política de subordinación al PT que las burocracias sindicales imprimieron a sus organizaciones de lucha. Frente a las privatizaciones y la amenaza del desempleo y los ataques a las condiciones de trabajo, se abre la posibilidad de que emerja la resistencia de los trabajadores. Desde el 2013 los trabajadores vienen ejercitando sus músculos, observando a la juventud que sale a las calles. Ahora deberán poner a prueba su enorme potencial de lucha.