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Efecto Trump. ¿Terremoto o temblor? La victoria de Trump y la economía mexicana

Mónica Arancibia

Mónica Arancibia @monidi12

Lucía Ortega

Lucía Ortega @OrtegaLu_

Viernes 18 de noviembre de 2016

Cuando hace varios meses se realizaban pronósticos sobre el posible impacto de un gobierno de Trump en Estados Unidos sobre la economía de su vecino país, pocos consideraban realmente que la victoria del magnate estadounidense en los comicios sea el resultado final.

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No se trata sólo del empeño de Trump contra los mexicanos y contra todos los inmigrantes, inyectando una profunda xenofobia entre los trabajadores estadounidenses frente a sus hermanos de clase, basados en los peores sinsentidos comunes. Las promesas de campaña del candidato republicano constituían, tomadas en serio y de conjunto, una seria amenaza en el plano económico al statu quo vigente entre ambos países. Relación que, además, ha favorecido negocios a corporaciones establecidas a un lado y a otro de la frontera.

Renegociar (y hasta desechar) el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), incrementar aranceles a la importación, incautar las remesas de los trabajadores mexicanos para pagar la construcción de un muro fronterizo, deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados, son todas medidas que afectarían directamente a México.

El compadre de Trump en México, Carlos Slim Helú, propietario de Telmex, América Móvil y muchas otras compañías, advertía de alguna forma que el ensañamiento con México por el magnate (Trump) respondía a necesidades de campaña electoral más que programas reales (o realistas).

Trump, finalmente ganó, y se torna una necesidad inminente revisar los posibles efectos de su triunfo sobre la economía mexicana.

Primero lo primero

Lo esperable sucedió: hablaron los “mercados”. La noche del martes 8 en que Trump ganó la moneda mexicana llegó a depreciarse más del 13 %, saltando de una cotización de $M 18,32 a $M 20,74. Pero no es la primera vez. El peso mexicano ha experimentado muchos altibajos relacionados con la campaña de Trump. De hecho el peso perdió el 10 % de su valor frente al dólar durante el último año, por lo que las fluctuaciones del cambio han sido drásticas. En tanto, la actividad manufacturera sólo creció 0,1 % en septiembre, según el Inegi.

Por la mañana del miércoles 9, la Bolsa Mexicana de Valores caía en casi todos sus indicadores y los grandes bancos como Citibank, Banorte y JP Morgan reducían bruscamente los ya de por sí magros pronósticos de crecimiento de la economía nacional: de un 2,3 % a un 1,8 % y hasta un mísero 1,1 %.

Consultoras, como Capital Economics, han pronosticado que el cambio podría llegar hasta los $M 25 por dólar. Juan Carlos Moreno-Brid, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirma que sería un “choque muy fuerte” para una economía abierta como la de México, al punto de que podría bloquear las inversiones de otros países y afectar las exportaciones.

Pero, ¿qué expresan los mercados con esta apreciación del dólar frente al peso? Vale decir, una importante desconfianza en la fortaleza del peso (y en realidad con ello, de la economía mexicana) de hacer frente a las medidas económicas aislacionista del futuro gobierno de Trump, si es que todas ellas, o una parte importante, fueran llevadas a cabo.

Remesas mexicanas

Otra consecuencia para la economía mexicana sería la posible aplicación de un impuesto a las remesas, que prometió Trump llevar adelante. Según especialistas como Isaac Katz, profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), la incautación o la aplicación de impuestos a las remesas es una medida que tendría un impacto inmediato, siendo que las remesas enviadas por los migrantes constituyen la segunda fuente de ingresos de México, que ascendieron a U$S 20.046 millones entre enero y septiembre de este año, según cifras del Banco de México.

Las remesas que Trump dijo querer incautar son efectuadas por los trabajadores mexicanos y latinoamericanos en Estados Unidos para colaborar con sus familias en sus países de origen. Trump propuso la reducción de impuestos, pero piensa en beneficiar con ello al capital. Por el contrario, imponer trabas a las remesas es aumentar los impuestos sobre los trabajadores mexicanos, que con su trabajo producen el 11 % del PBI estadounidense y sostienen las ganancias de los empresarios.

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Los límites del giro aislacionista con México

La amenaza más profunda que se posó sobre México a partir del ascenso que expresó Trump es la posible renegociación del Tratado de Libre Comercio (bajo condición de abandonarlo en caso de que no sea “conveniente para Estados Unidos”) y la no aprobación del Acuerdo Transpacífico.

Es que Estados Unidos es el principal mercado de las exportaciones mexicanas, con el 80 % de las operaciones comerciales con el vecino del norte. Nada menos que U$S 582,6 mil millones en el año 2015. Sólo las plantas automotrices exportan U$S 44 mil millones por año. El 58,7 % de la industria maquiladora está localizada en los seis estados de la frontera del norte mexicano. Pero para Estados Unidos, las políticas prometidas por Trump no serían tampoco gratuitas. Existen 6 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos que dependen del comercio con México.

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En el matutino New York Times, los expertos afirman que las propuestas de Trump afectarían los tratados comerciales a un nivel que recuerda los peores momentos de las crisis económicas mexicanas como pasó con el Efecto Tequila en 1994, bajo la presidencia de Ernesto Zedillo, y en 2008 bajo el gobierno de Felipe Calderón.

Isaac Katz, dice que cualquier intento de derogar el TLCAN afectaría a más de 7 millones de empleos que dependen del tratado, así como la fabricación de muchos productos estadounidenses que cuentan con insumos manufacturados en México.

Sin embargo, es justamente esta imbricación productiva la que podría imponer sus límites a la ejecución real de los planes de campaña, en tanto pondrían en cuestión lo conquistado por la clase dominante de Estados Unidos.

Las firmas de telecomunicaciones ya han manifestado su llamado para que “se mantenga la relación bilateral”, y las automotrices serían unas de las más afectadas, habiendo integrado completamente a México a su red de producción. El año pasado cruzó la frontera libre de aranceles un estimado de U$S 118.000 millones en vehículos y piezas de autos, según datos del Departamento de Comercio de Estados Unidos.

Como se publicó en La izquierda Diario, el flujo comercial entre ambos países y la imbricación productiva ha crecido exponencialmente bajo el Tratado de Libre Comercio, sólo desde 1995, un 70 %. El beneficio de esta “integración” fue apropiado por las trasnacionales estadounidenses que aumentaron su inversión en la frontera norte de México aliadas a la burguesía local, y atraídas por un diferencial de salario 8 veces más bajo que el pagado en Estados Unidos y por las libertades fiscales y arancelarias propiciadas por el TLC.

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Una salida del TLC sin dudas provocaría un terremoto sobre la economía mexicana, pero las ondas expansivas alcanzarían a los propios Estados Unidos y no se puede afirmar que no serían aún más dañinas.

¿Proteccionismo vs integración?

Para los trabajadores de ambos lados de la frontera nada bueno puede venir de las pujas entre el proteccionismo y el libre cambio. Los empresarios aprovechan los momentos de inestabilidad para bajar salarios, degradar las condiciones laborales, y no les tiembla el pulso para cerrar las fábricas o despedir. Su objetivo es preservar y acrecentar la tasa de ganancia a expensas de la clase trabajadora.

El proteccionismo no es una opción para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores ni tampoco vendrá con la continuidad del modelo “integracionista” de explotación de trabajadores mexicanos “inmigrantes” en Estados Unidosy locales en su propio país por las empresas estadounidenses.

Por eso es necesario que se tiendan lazos de unidad obrera internacionalista, independiente de toda variante de la burguesía, de ambos lados de la frontera y enfrentar la dominación imperialista bajo la cual se pactaron los tratados y acuerdos que sólo benefician a las trasnacionales y sus socios locales; poniendo en pie organizaciones socialistas y revolucionarias que levanten una perspectiva estratégica con el fin de expropiar a las trasnacionales y los grandes capitalistas que dominan Norteamérica para terminar con este sistema basado en la explotación y la opresión de las grandes mayorías.

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Mónica Arancibia

Nacida en Bs. As. en 1984. Es economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas. Coedita la sección de Economía de La Izquierda Diario.

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