Hace 44 años aparecía en las disquerías el primer disco solista de Iggy Pop, producido por David Bowie. Esta joya musical ha sido considerada una de las principales influencias del post punk. Sin embargo el álbum mixturaba también música electrónica, industrial y experimental y fue fruto de una intensa amistad entre los músicos.
Jueves 18 de marzo de 2021 21:52
Iggy Pop, El padrino del punk y David Bowie, el Duque Blanco, habían trabajado juntos en el olvidado tercer disco de la banda que lideraba Iggy, The Stooges, allá por 1973 cuando Bowie mezcló el sonido de Raw Power para que pudiera ser un poco menos caótico. Sin embargo, es con The Idiot que establecen una verdadera y profunda amistad, pues conviviendo en un piso de Berlín, componen este primer disco solista de Iggy y luego un segundo (Lust for Life seis meses después), con clásicas canciones como The Passenger.
Para la creación de sus álbumes solistas, Iggy Pop y David Bowie se instalaron en Berlín Occidental, aunque también la convivencia tenía el objetivo de ponerle fin a sus adicciones, según ellos mismos han contado. Bowie al respecto de su etapa en Alemania declaró: “cuando vives un éxito masivo, todo se vuelve absolutamente vacío. En los setenta me largué de EEUU para vivir en el anonimato en Berlín, no tenía un centavo e iba por ahí con Iggy en un Mercedes Benz oxidado y tan viejo que podías ver la ruta si mirabas para abajo. Nos sentimos como adolescentes de nuevo. Fue fantástico”.
Los músicos decidieron vivir juntos, y de paso escribir, grabar y divertirse en compañía. Así fue como The Idiot les dio pie a generar un fugaz período de creación, y por ello en seis meses ya tenían Lust For Life. “Lo escribimos, grabamos y mezclamos en ocho días; como lo hicimos tan rápido, nos sobró mucho dinero del adelanto del sello y fuimos a medias”, contó Iggy. Por su parte, de esa convivencia David Bowie dará luz a su celebradísima “trilogía berlinesa”, la formada por Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1979), pero esto es material para otra nota.
La convivencia duró dos años, entre 1977 y 1979, sin embargo ya tenían unos cuantos años de amistad, desde que David fue a EEUU a visitar a estos jóvenes del punk crudo de Detroit y decidió empujar la carrera de Iggy, no sin antes acompañarlo en su internación para desintoxicarse de la heroína. Cuando salió de la clínica, David decidió llevárselo a su gira del Station to Station a condición de que se mantenga limpio. Años más tarde Iggy contó sobre esta época de David: “Jamás había visto trabajar así a nadie en mi vida. Se levantaba a las ocho y pasaba todo el día en la furgoneta había una selección de las nuevas cintas de camino a un concierto. Allí siempre había una selección de artistas de todo el mundo. Las estudiaba y las escuchaba todas, conocía a Tom Waits o a Kraftwerk antes que nadie. (…) Me agotaba solo de verlo, pues hasta entonces nunca había visto de cerca una gira de verdad, pero vi lo que hacía y me dije: yo voy a hacer lo mismo algún día”.
The Idiot, con sus ocho canciones, entre las que destacan Sister Midnight, Fun Time y China Girl, fue una diversificación y curiosamente unión de ruidos creados de sintetizadores y riffs de guitarra comandados por una oscura etapa post-guerra en Berlín, ciudad en la que Iggy Pop pasó del cantante punk al cantante oscuro y perturbado.
El álbum estaba lejos de ser comercial, sin embargo, al sonar tan radical, con el paso del tiempo tendría más valor. Posteriormente fue tan elogiado que hasta la inquietante cantante Siouxie Sioux consideró que era una obra de genios.
Aunque también tiene historias oscuras. Se dice que Ian Curtis, cantante de Joy Division, fue encontrado colgando de una soga al cuello en la cocina de su casa y que The Idiot no dejaba de sonar en su tocadiscos.
Entre sus temas destacados hay una versión exquisita de China Girl, que si bien no tuvo el éxito esperado para Iggy, lo tuvo para David Bowie, unos cuantos años después, en su genial álbum Let ’s Dance de 1983.
The Idiot, el disco que hoy celebra 44 años de su edición, sigue siendo importantísimo, alucinante y piscodélico oscuro, brillante y pegadizo. Algo así, como habrá sido esa convivencia setentista entre dos artistas de culto como Iggy y David.