La negligencia empresaria y la responsabilidad del gobierno vuelven a estar en debate tras la muerte de cinco jóvenes en Costa Salguero. Hay otros cinco jóvenes en estado delicado.
Martes 19 de abril de 2016
Una vez más la noticia pega en seco. Pibes muertos en un espacio destinado a la recreación. Un espacio “desacondicionado” para un tipo determinado de esparcimiento. En momentos como estos la estupidez de la división en “tribus” no tiene ningún sentido. No hay rock, no hay punk, no hay cumbia y no hay electrónica que merezca cargar con sus muertos por la irresponsabilidad y negligencia de la planificación anárquica capitalista.
Murieron cinco jóvenes que habían ido a disfrutar de la música que más les gusta, la que los mueve profundamente. Todos habían sacado sus entradas esperando ansiosamente el día en que finalmente sonarían centenares de tracks en esa fiesta-producto que es la Time Warp, festival de música electrónica de origen Alemán que se desarrolla en las principales ciudades del mundo. La edición principal se hizo hace tan solo algunas semanas en Mannheim, Alemania, ciudad que ha sido centro de importantes vanguardias musicales a lo largo de la historia.
Responsabilidades
El cinismo de los periodistas y los prejuicios son un combo explosivo a la hora de justificar a los que se llenan los bolsillos y estigmatizar a las víctimas de este desastre. Las entradas al festival costaban $550 cada día y $950 el combo para ambos. Con una capacidad limitada para 13.000 personas, al agotarse las entradas la sobreventa hizo lo suyo: pagando $700 en puerta, todo aquel que se haya quedado sin entrada podía ingresar libremente. El costo: miles de personas hacinadas como ganado, falta de oxígeno en los pabellones, sin un sistema de emergencias garantizado que pueda abarcar a tal multitud, sin puestos de hidratación equipados y un pésimo abastecimiento de agua.
Esto último se reflejó aproximadamente dos horas antes de finalizar el evento cuando se agotó el stock de agua mineral y su costo paso de $60 a $100 para la “reventa” de las últimas unidades. El gobierno de la ciudad y los organizadores del evento dijeron que contaban con el servicio médico necesario para la habilitación: 2 ambulancias, 5 médicos, 10 socorristas y un puesto sanitario dentro del predio, ¿son suficientes para abarcar a decenas de miles de personas? entonces ¿porque tuvieron que recurrir al SAME para que envíe 6 ambulancias más para asistir? ¿Alcanzaba el operativo de sanidad para las condiciones en la que se estaba realizando el evento? ¿Por qué los organizadores eligieron este sitio para realizar el evento? ¿Quiénes están a cargo de la concesión de dicho predio? Sobreventa exponencial de entradas y un déficit negligente en la estructura y organización del evento son combinación riesgosa. Hoy estamos lamentando la pérdida de cinco pibes y cinco más que siguen en estado grave.
El predio de Costa Salguero
La edición Argentina del festival Time Warp tiene lugar desde hace tres años algunos años en el complejo Costa Salguero. Una zona que combina espacios de esparcimiento y restaurantes para sectores de las clases “medias altas” y festivales masivos. Desde 1988 La empresa Telemetríx está a cargo de la concesión de los pabellones donde se hizo el festival; con apoyo del menemismo lograron extender dicha concesión 30 años más y, desde el 2001 los terrenos pasaron a la Ciudad, donde han encontrado un gran aliado: el macrismo. La empresa comparte directorio con Costa Salguero S.A., en el cual figura Fernando Polledo Olivera, marido de la macrista Carmen Polledo, actual vicepresidenta primera de la Legislatura. Vale aclarar que ambos poseen empresas fantasmas en Panamá.
Telemetrix paga un costo cien veces menor a lo que cotiza la zona en el mercado y, a su vez subcontrata a otras 23 empresas más. El gobierno de la ciudad se negó a informar al Poder Judicial la facturación de las subconcesionarias y en 2009, según informes de la Dirección de Concesiones porteña, solo cuatro de las 23 subconcesionarias tenían habilitación. Por vía judicial se ordenó clausurar los locales, pero la Dirección de Habilitaciones porteña se negó a cumplir el fallo judicial. Martín Farrell, en ese entonces Director de Habilitaciones, otorgó en tiempo récord las habilitaciones a los subconcesionarios y se levantaron las clausuras. Farrell es el funcionario PRO que luego debió renunciar por el derrumbe del boliche Beara.
Drogas y esparcimiento
El cinismo tampoco acepta jugar con todas las cartas sobre la mesa. Es sabido que dentro del “ritual” de una fiesta electrónica de estas características se consumen sustancias psicoactivas de naturaleza variada. Y los organizadores saben bien que en especial los derivados de las feniletaminas y de las triptaminas (las dos grandes familias químicas de las que surgen la mayoría de las sustancias que se consumen en este tipo de fiestas y que son conocidas genéricamente como “éxtasis” “rolas” “tripas” o “pepas”) demandan oxígeno en cantidades normales, temperaturas bajas o razonables y grados de hidratación altos para compensar la deshidratación generada en el organismo. Como dijo un asistente “era un sauna” el pabellón.
Los bebederos, y el acceso gratuito y accesible al agua en este tipo de eventos solo se le puede ocurrir a un “comunista” que piensa que los muchachos de la organización no tienen que llenarse los bolsillos con lo que tengan a su alcance. Es un dato que también tiene que ser tomado dentro de la “negligencia capitalista” con la que se mueven estos empresarios.
¿Políticas de prohibición o legalización?
La política de prohibición de las drogas trae aparejada una fatal combinación de adulteraciones, baja calidad de sustancias y falta de información para el consumo. La prohibición deja a “ciegas” a los jóvenes frente a las sustancias que dan vuelta en el mercado negro de las drogas. La política nefasta de “guerra contra las drogas” impulsada por la DEA y el departamento de estado Norteamericano a lo largo de las últimas décadas, ha bloqueado cualquier investigación científica seria sobre los efectos y los recaudos que deberían tomarse a la hora de elegir consumir alguna sustancia. Recién en el 2016, a más de 60 años del descubrimiento del LSD por Albert Hofmann, se retomaron algunas investigaciones sobre los efectos de esta sustancia, droga que es clasificada dentro de los “enteógenos” (sustancia psicotrópica) más potentes.
La prohibición de las drogas es funcional al negocio ilegal del narcotráfico que se basa en la ilegalidad para aumentar las ganancias. Y nuevamente el cinismo mete la mano. Mientras que la legalización de todas las drogas sería una medida inicial para acabar con las mafias que las comercializan, facilitaría, además, el control de calidad de las sustancias que se consumen.
La noticia trágica de la muerte de estos jóvenes, y de los que aún están internados con pronóstico reservado, demuestran que la prohibición de las sustancias no evita el consumo, por el contrario aumenta el riesgo de quienes consumen. Si bien peleamos por la legalización de todas las drogas para limitar el negocio sangriento del narcotráfico (que dentro del capitalismo no tiene una resolución absoluta), exigimos que mientras se mantenga la prohibición del consumo y la comercialización se apliquen políticas de disminución de daños: asesoramiento sobre los riesgos de cada sustancias y medidas preventivas gratuitas para la seguridad de quienes consumen.
En los medios de (des) comunicación se demoniza a la juventud por el consumo de drogas sintéticas, pero ninguno hace alusión a la responsabilidad que en esto tiene, en distintos niveles, tanto los organizadores del evento como el Estado, en su rol de garante (más o menos abierto) del negocio del narcotráfico. Lejos de fomentar consciencia y consumo responsable, el mismo Estado bajo un discurso moralista sobre el consumo de drogas, propicia más mano dura y prohibición. Los fines de esta prohibición lejos están de ser por motivos de salud. ¿Qué pasaría si la legalización de las drogas se hiciera efectiva? Sería un factor de disminución radical del precio de las sustancias y atacaría de lleno a los entramados políticos que se tejen alrededor de uno de los negocios multimillonarios más grandes del mundo.
Para los jóvenes (y por qué no adultos) que pretenden disfrutar tanto de la música electrónica como del consumo de sustancias psicoactivas, la búsqueda de la ganancia capitalista le ofrece terribles noticias como las que llegaron el sábado. Condiciones sanitarias insuficientes por un lado, producción y venta de sustancias bajo el manto de la prohibición por el otro. Ni hablar de los miles de jóvenes que bajo terribles condiciones económicas y sociales consumen los desechos de esta producción ilegal y cuyas muertes son silenciadas bajo el mismo pacto de impunidad.
Leo Améndola
Trabaja en el MTEySS y es delegado de ATE-Trabajo. Miembro de Izquierda Diario y militante del PTS