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Literatura. Tolkien: el hombre detrás de El señor de los anillos

El pasado 3 de enero se cumplieron 130 años del nacimiento de J. R. R. Tolkien. Un retrato de la vida del autor de El señor de los anillos y El hobbit.

Martes 10 de enero de 2017

John Ronald Reuel Tolkien nació en 1892 en Bloemfontein, Sudáfrica. Hijo de un empleado bancario y una misionera anglicana, ambos británicos, llegaría a los dos años junto a su madre y su hermano menor a Inglaterra. Allí se instalan en Sarehole, un pequeño poblado a las afueras de Birmingham. La típica población de la campiña inglesa, conservadora y con tintes xenófobos, serviría años más tarde de inspiración para la raza más famosa de la cosmogonía del autor: los hobbits.

En el año 1900, la madre de Tolkien, Mabel Suffield, se convertirá al catolicismo, abandonando la fuerte tradición anglicana que caracterizaba a su familia. Este hecho será determinante para el futuro del escritor, cuya obra estará plagada de referencias al mito de la creación judeocristiana y a discusiones filosóficas de autores como Santo Tomás de Aquino. Tras quedar huérfano en 1905 (su padre había fallecido en Sudáfrica en 1896), por pedido de su madre quedará a cargo del Padre Frances, sacerdote católico del King Edward College. En esta época, su curiosidad lo llevaría a estudiar el idioma galés y la cultura anglosajona. Estos dos intereses juveniles tendrán una fuerte impronta en la cosmogonía de la Tierra Media, que en ciertos aspectos se asemeja a la Inglaterra anglosajona, campesina, conservadora y fuertemente ligada a la tierra.

En 1915, tras graduarse, Tolkien tendrá un breve paso por las trincheras de la Primera Guerra Mundial, pero enseguida contraerá fiebre de las trincheras, una enfermedad transmitida por el piojo, y estará de licencia hasta el fin de la guerra. Será en este marco, en 1917, cuando comienza a escribir los primeros manuscritos de "Los cuentos perdidos de la Tierra Media”, que se publicarían tras su muerte dentro del libro El Silmarillion y que narran los grandes acontecimientos históricos desde la creación de Endor hasta los años anteriores a las historias más conocidas del autor.

En 1925, tras su colaboración en la primera edición del Diccionario Inglés de la Oxford y unos años como profesor en la Universidad de Leeds, recalaría en la Universidad de Oxford como profesor de Anglosajón. En este período escribiría la historia de Bilbo Baggins (Bolsón, en las traducciones al castellano) para que sus hijos leyeran. Recién en 1937 su amigo C. S. Lewis (autor de Las crónicas de Narnia) lo convencería de publicarla bajo el título de El hobbit, siendo un éxito total en Inglaterra y Estados Unidos. La editorial George, Allen & Unwin le solicitó que escribiera una continuación, pero a los pocos meses Tolkien le transmitirá al editor que la historia “se le fue de las manos” y que necesitaría más tiempo para terminarla. Tardaría diez años en finalizar los tres libros que componen “El Señor de los Anillos”, que se publicarían recién entre 1954 y 1955.

Para J. R. R. Tolkien la fantasía es la realidad observada desde otro punto de vista. En su célebre ensayo “Sobre los cuentos de hadas” (1939), planteará que en la fantasía el lector puede encontrar la reafirmación de la esperanza en un mundo más humano. En otras palabras, dirá que la fantasía nos permite como lectores revisar nuestro mundo desde la perspectiva de un mundo diferente. Sin embargo, no dejará de relacionar este planteo con el cristianismo: “el Nuevo Testamento ofrece un relato maravilloso, o un relato de género más amplio, que abarca toda la esencia de las historias de fantasía”. En este sentido, para Tolkien, una historia merece ser contada únicamente cuando conlleva un mensaje moral pues, en sus palabras, “el artista es sólo un colaborador de la gran obra de Dios”.

Sobre esta cuestión se generará un contrapunto con su amigo Lewis. Para éste, la aparente resurrección de Gandalf tras la lucha con el Balrog (una criatura demoníaca de fuego y sombras) en las profundidades de las minas de Moria, le quita entidad divina al concepto de la reencarnación. Frente a las críticas sobre la superficialidad con que Tolkien habría tocado temas que resultan importantes para la ideología cristiana, éste le retrucará a su amigo que es la resurrección de Aslan en “El león, la bruja y el ropero” –primer libro de la serie de Las Crónicas de Narnia– lo que provoca el efecto que le es criticado. Tolkien negará que su intención haya sido escribir una alegoría al cristianismo. Más bien, su objetivo era construir desde el género fantasioso un corpus mítico que estuviera a la altura de aquel de los países nórdicos. Efectivamente, el poema épico anglosajón sobre Beowulf y el poema épico finlandés “Kalevala” dejarán una huella importante en la escritura del autor.