Un viaje a Tierra Media de la mano de Tolkien, y, en el mismo camino (¡2x1!), a la edad media por la senda del vaciamiento de conocimiento y el desconocimiento de realidades urgentes de la mano del avance de la propaganda y la campaña política en el espacio universitario.
Miércoles 14 de septiembre de 2022 16:45
Son sospechosas las ofertas culturales y la apertura de la UNR para eventos que parecen no tener más relevancia que la del divertimento de un grupo de seguidores de tal o cual autor o película. Por supuesto que no estamos en contra de ese jolgorio, pero hay que saber identificar el contexto para que el mismo tenga un contenido más acabado. Naturalmente, el espacio que se propicia para estas actividades no es inocente, y, ¡oh casualidad!, siempre se convoca a cosas que por sí mismas movilizan “masas” (en el sentido menos interesante de la palabra).
Desde este lugar, no tendríamos problema con el espacio si, alguna noche, decidieran proyectar Tierra y libertad (una película de Ken Loach sobre la revolución española). Creemos que sería muy rica una actividad de este tipo, tanto por la película en sí misma, como por los debates que habilitaría. Aunque, de hecho, no tenemos ningún problema con el espacio que se ofrece realmente, puesto que "toda libertad en el arte" y demás reivindicaciones que dan cuenta de lo "plural que ha sido la celeste historia de mi[/nuestro] corazón", etc. y dado que todo eso cuenta con nuestro favor, y desde ya que es algo a celebrar y aprovechar, consideramos que hay maniobras políticas tanto para que se den estos eventos como para que no se den otros. Respecto al tipo de propuestas que sugerimos y/o esperamos, suceden dos cosas: tristemente la película de Ken Loach, por sólo dar un ejemplo, no resultaría tan atractiva como una fiesta de Halloween, la proyección de la saga de Harry Potter o, como ahora, de la trilogía de El Señor de los Anillos; y no creemos que ese “abrir las puertas [de la UNR] a la imaginación para mundos inesperados” que plantea la invitación y cronograma del evento esté pensando en discusiones posiblemente desestabilizadoras para el régimen.
No solo "hay en nuestras venas gotas de sangre jacobina", como dijera Machado, la hay principalmente trotskista, por eso el fuerte interés en el arte, su producción, difusión y debate. No obstante, una vez esclarecido esto, denunciamos que una jornada sobre El Señor de los Anillos tiene otros intereses que exceden la difusión de una obra y que es, más bien, la preparación de un escenario electoral.
Consideramos que, con estas políticas, se está buscando mostrar a una Universidad exultante, en la que todo funciona bien y la gente se pasea feliz entre un abanico de posibilidades para la recreación y consumo de cultura. Pero no: es un escenario preelectoral, como dijimos, en el que Franco Bartolacci calienta motores y muestra lo próspera que puede ser su gestión, más allá de que aún no haya ninguna candidatura oficial.
Mientras se da lugar a un espacio recreativo con mucha gente y, seguramente, muy buenas fotos para los diarios, desde la Universidad no se tiene política con, por ejemplo, la lucha que se está dando por la Ley de Humedales. Si bien es cierto que se desobligó a la hora en la que se convocó a una manifestación en el Monumento, no se fomentó la participación en la misma, no se hicieron charlas con lxs investigadorxs que contamos en nuestra ciudad informando sobre los riesgos de la contaminación en el aire, el desequilibrio que genera arrasar con tantas hectáreas de flora, o cómo afecta a la fauna, cómo eso transforma la fauna civil y otros desequilibrios propios de afectar un ecosistema al que no le da igual una quema más o una menos. En suma, no hubo reuniones, ni charlas, ni conferencias, ni cursos que, desde el espacio institucional, se difundieran para informar a la población, pero, tranquilxs, sí Tolkien. Y, por cierto, esta jornada tolkiénfila es el sábado 17, día en el que está convocado el corte del Puente Rosario-Victoria que durará hasta el domingo, cuando habrá una asamblea para definir las próximas medidas de lucha hasta la conquista de la Ley de Humedales.
E insistimos, está bien que haya lo que de hecho hay, pero cuando las intenciones son propagandísticas y no hay más que eso, cuando se cursa junto con palomas en aulas en construcción (o en deconstrucción, ya que cada tanto se cae un fluorescente, un pedazo de techo o salta una tabla del piso), cuando no se propician debates acuciantes para la comunidad -intelectual o no- como la quema de los humedales al otro lado del río, por lo menos molesta la desfachatez de una oferta artística tan cínica por sus fines y utilización.
No es necesario ser muy suspicaz para advertir que desde la Universidad no se va a tener una política que perjudique las imágenes de las autoridades, tanto municipales como provinciales. Por eso sí se permite la circulación y difusión de cierto contenido relativamente intrascendente, pero, de la formación real sobre cuestiones que afectan a la comunidad, no, no hay rastros.
Entonces, ¿no es hora de empezar a instalar estos debates en la Universidad, de exigir transparencia y seriedad? Creemos que sí, que es momento de cuestionar seriamente para qué se forman lxs intelectuales de mañana, qué relación tienen con los diferentes sectores sociales y qué rol juega en la lucha de clases.