Este martes era lanceado hasta la muerte el astado Rompesuelas. Era una nueva edición del infame torneo del “Toro de la Vega”, defendida con vehemencia por los elementos más reaccionarios del panorama nacional. Manifestantes antitaurinos fueron atacados por una turba de defensores del evento, que soltaron al toro sobre ellos ante la mirada impasible de la policía y la Guardia Civil.
Miércoles 16 de septiembre de 2015
Foto: EFE-R García
El conocido como “Toro de la Vega” es un evento taurino, declarado fiesta de interés turístico nacional, celebrado en la localidad de Tordesillas. Este festejo de origen medieval –sus primeras referencias escritas datan de 1534- consiste en el hostigamiento hasta la muerte de un toro por parte de decenas de picadores y lanceros ante la mirada de los cientos de asistentes, que celebran entre vítores y aplausos la agonía y fallecimiento del animal.
Ataviados con varas y bastones, cientos de Tordesillanos persiguen al toro hasta la vega del río Duero donde, siempre según la tradición, debía darse muerte al animal, que este año se realizó al grito de “¡Viva España!” y “¡Viva la Guardia Civil!”. La parafernalia nacional y patriota es de hecho común en este tipo de rituales, donde las banderas españolas abundan y decoran todo el espectáculo.
En esta ocasión la caza se prolongó durante veinte eternos minutos para el toro que, finalmente, caía bajo el lanzazo del joven Francisco Alcalá Estébanez “Cachobo”, el cual fue aclamado como un “héroe” por parte de los habitantes de Tordesillas al tratarse del ganador del torneo. Sin embargo, el jurado ha declarado la nulidad del torneo de este año al no cumplirse las normas fijadas por el reglamento para la matanza del animal.
Una tradición infame y fuertemente cuestionada
Esta tradición no ha estado exenta de polémica y ha recibido fuertes críticas tanto dentro de las fronteras del Estado Español, como desde organizaciones y medios de prensa internacionales. Un rechazo que se ha ido acrecentando año tras año, aumentando los actos de protesta y las firmas para su abolición, ganando la adhesión de cientos de intelectuales y artistas, varios de los cuales se ofrecieron a realizar un concierto gratuito en Tordesillas a cambio de eliminar la celebración del evento. El pasado sábado unas 90.000 personas se manifestaron en Madrid contra esta salvaje tradición convocadas por el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA).
Es tal el rechazo y la mala imagen del “Toro de la Vega”, que algunos defensores de otros festivales taurinos, toreros y ganaderos han querido tomar distancia con respecto a esta práctica y prefieren evitar que se la relacione con otras más extendidas -como las tradicionales corridas- marcando su línea particular entre el arte y la tortura. Una crítica que realizan con la boca pequeña, pues saben que la prohibición del “Toro de la Vega” supone un paso adelante en el combate a la violencia animal y el fin de las torturas tal y como ya se ha hecho en Canarias y, en menor medida, en Cataluña.
El propio Pedro Sánchez, líder del PSOE, quiso obtener réditos de este descontento cuando el año pasado telefoneó a un conocido programa de la prensa rosa española y se comprometió a poner fin al festejo de Tordesillas, cuyo alcalde (del Partido Socialista) argumentaba que el toro “siente dolor pero no sufre”. De hecho, entre las peticiones del manifiesto emitido por PACMA, que ha adherido unas 132.000 firmas, se encuentra la destitución de dicho alcalde de las filas socialistas. Petición que ha sido ignorada por Pedro Sánchez, el cual se ha limitado a promover legislar en contra de la celebración en el caso de ganar las elecciones.
Ataques a los manifestantes antitaurinos y a la prensa
Además de estas acciones de protesta, varias decenas de activistas y miembros de PACMA, así como de otras asociaciones y colectivos, se citan desde hace varios años en Tordesillas el día del festejo para intentar evitar su celebración y salvar la vida del animal. Una valiente acción en la que los manifestantes se han encontrado años tras años con las amenazas y agresiones de los tordesillanos y el hostigamiento de las fuerzas represivas.
Pero este año fue uno de los más violentos contra los antitaurinos. La Guardia civil, en concreto, se ha asegurado de proteger, frente a los defensores de la libre existencia del animal, los derechos civiles que parecen asistir a los autores de la matanza de un ser vivo para regocijo de los asistentes. Las imágenes ofrecidas por los medios audiovisuales en las que la Guardia civil sometía a un estricto control el libre acceso al pueblo de Tordesillas, como si de un Estado de sitio se tratara, resultan muy significativas.
La organización del evento, escarmentada por la experiencia del año pasado en la cual los activistas lograron retrasar el evento más de media hora, decidió soltar al astado pese a la sentada realizada por los antitaurinos en el punto en que comienza la Vega del río Duero. La vida de los manifestantes corrió peligro cuando el animal fue dirigido al punto en el que se concentraban los manifestantes ante la impasible mirada de la Guardia Civil, que veló por el correcto funcionamiento del acto.
No solo los manifestantes, también los periodistas sufrieron los brutales ataques de la exaltada turba de Tordesillas. Según la Asociación de la Prensa de Valladolid, los periodistas fueron acosados, increpados y agredidos por los partidarios del Toro de la Vega. Un periodista fue agredido con un bastón por parte de uno de los locales, y es que, a pesar del orgullo que dicen mostrar por su sangrienta tradición, los tordesillanos hacen lo imposible por evitar cualquier difusión de las imágenes de la cacería. Resulta llamativo que si los impulsores del Toro de la Vega se quejan de manipulación en la transmisión de la información sobre lo que allí acontece, impidan sistemáticamente la libre difusión de lo que ocurre a lo largo del festejo.
De esta forma Tordesillas se convierte cada año en el foco del mapa negro de la tortura animal en el Estado español. Una supuesta tradición que refleja la cara más oscura y reaccionaria de la “cultura españolista”, el desprecio por la vida y la falta de sensibilidad que abarca no solo a los animales sino a todos aquellos seres que puedan servir a sus intereses de explotación y opresión. Algo que vemos también reflejado en el tratamiento que estas fuerzas reaccionarias dispensan a los inmigrantes, las mujeres, los homosexuales y, en general, a todos los que se contrapongan a su visión del mundo.
No es casual que aquellos que defienden esta fiestas o guardan un silencio cómplice ante ellas sean los mismos que encabezan iniciativas que naturalizan la violencia y opresión de este sistema en defensa de sus particulares intereses.