Con la crisis del coronavirus y el confinamiento obligado he comenzado una nueva vida llena de incertidumbre, como la de tantos otros trabajadores. En mi caso, he sido despedido.
Viernes 20 de marzo de 2020
Esta semana he sido despedido, sencillamente porque he dejado de ser rentable para mi jefe, debido a la brutal crisis económica y el pánico generado por la pandemia del virus covid-19.
En esta semana de caos, ya no tengo miedo al contagio del coronavirus, sino que ahora la angustia pasa por cómo pagar el alquiler o la hipoteca, el gas, la luz etc. El mismo miedo que sentirán muchos trabajadores despedidos, precarios en la misma situación que yo.
Estamos viendo claramente que los empresarios van a ser los grandes beneficiarios de esta crisis, ya que las políticas anunciadas por este gobierno progresista solo los ayuda a ellos, en un país donde sólo los ricos tienen todos los derechos.
Es difícil acostumbrarse a vivir en la incertidumbre: ¿cuándo volveré a recuperar mi puesto como trabajador explotado y asalariado del taxi? Un trabajo con jornadas interminables de 16 horas diarias, en las que apenas puedo conciliar mi vida para estar con mi familia o amigos, donde sufro la opresión diaria de no tener un salario fijo, ya que mi sueldo es a porcentaje, como la mayoría de mis compañeros, con miedo a enfermar y no cobrar baja laboral o por accidente. Un trabajo con el derecho a coger vacaciones que después no me pagan, resumiendo, una actividad diaria donde si no trabajo no cobro.
Ahora me veo en la obligación de solicitar el subsidio de desempleo, pero solo percibiré el 70% del salario, con relación a una jornada de ocho horas, y como muchos trabajadores seremos nosotros los grandes perjudicados de esta crisis.
Por eso, por toda esa rabia, hay que gritar bien alto, en nuestros balcones: ¡que las crisis la paguen los capitalistas!