La Izquierda Diario entrevistó a trabajadoras cosechadoras de papa de la provincia de Córdoba. Ellas nos contaron las duras condiciones en las que trabajan.
Viernes 31 de julio de 2020 20:09
La papa es una de las hortalizas de mayor consumo en nuestra población. Gran parte de su producción se da en la zona de Villa Dolores y alrededores en la provincia de Córdoba.
Los dueños de los campos, conocidos como paperos, se llenan los bolsillos y especulan con la crisis, miles de trabajadoras y trabajadores de la papa trabajan en condiciones inhumanas. Con la pandemia se han agravado las condiciones sanitarias quedando expuesta su salud y la de sus familias ante el COVID 19 y con un sueldo que no alcanza.
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Córdoba es la segunda provincia productora de papa. Según el informe elaborado por el Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de la Fundación Mediterránea a fines de 2016, en la provincia la producción es de 600 mil toneladas al año.
¿Alguna vez te preguntaste qué es lo que hace posible que este alimento esté presente en nuestras dietas y en nuestras mesas? Sin duda lo hacen posible las manos de mujeres y hombres que dejan su cuerpo cada día cuando llegan al campo. Sus manos cuarteadas por el frío, resecas por la tierra hecha polvo y en el verano mientras trabajan a pleno rayo de sol.
Marisa es una joven de 25 años que nos cuenta la realidad de su trabajo. Como ella, Natalia también relata su vida diaria en la papa. Cuando el trabajo termina en el campo, sigue con la casa y la familia y Mabel otra trabajadora es madre de dos hijos y sostén de hogar.
¿En qué condiciones desarrollan sus actividades estos trabajadores?
La Izquierda Diario tomo contacto con estas mujeres que nos cuentan en primera persona como trabajan. Empiezan de muy jóvenes, en algunos casos abandonan la escuela secundaria porque deben ir al campo o porque sus padres no puede ni siquiera comprar los útiles escolares. Terminar el secundario para ellas es uno de los tantos sueños que quisieran cumplir.
LID: ¿Cómo es tu jornada de trabajo?
M: nuestra jornada de trabajo depende de la estación del año. En invierno nos pasan a buscar entre las 6 o 7 de la mañana. Algunos cortan al medio día y a las 13:00hs vuelven a trabajar o sino trabajamos de corrido hasta las 17 o 18 hs. En verano empezamos antes, nos llevan a las 5 de la mañana. Y nuestra jornada termina a las 21hs si tenemos suerte. A mi marido lo han traído varias veces a las 12 de la noche porque se le rompen los colectivos.
LID: ¿cómo es el trabajo que hacen?
M: Cuando llegas al campo, el cuadrillero te asigna una lucha (es una franja del campo que tiene cada trabajador). La máquina comienza removiendo la tierra y uno va atrás levantando la papa que queda suelta con un cinto colgado en la cintura que sujeta una bolsa. Agachada vas juntando la papa. Cuando terminas de armar la bolsa, la dejas a un costado y seguís con otra. Así toda la jornada hasta terminar la “Lucha” que te asignaron. Al finalizar, el equipo (camión cargado) tiene que estar listo para salir. Por bolsa te pagan 10 miserables pesos. Para que la jornada rinda tenes que hacer como mínimo unas 160. Termina el día y tu cuerpo está roto, sólo querés terminar para llegar a tu casa, darte un baño porque estas tapado de tierra y acostarte en la cama porque no podes más con tu alma.
N: Imaginate ir al campo con estas heladas, no tenemos guantes ni ropa de trabajo, ni siquiera una máscara para no tener que respirar los agroquímicos. Cuando esta tierra finita vuela en el aire, respiras un olor hediondo que parece podrido. Son los venenos que usan para fumigar. A veces ves las avionetas que sobrevuelan los campos y rozan los pueblos que están muy cerca de los cultivos.
LID: ¿Notaste algún cambio en época de pandemia?
M: Durante la pandemia no hubo cambios. Mi marido lleva barbijo pero dice que la mayoría no. A los patrones no les importa el distanciamiento ni te dan equipos de protección personal, ni barbijo ni usan alcohol en gel. Te lo tenés que llevar vos para protegerte. Al patrón sólo le interesa que el equipo se complete, cobrar y que el camión salga.
M: Tenemos que contar muy bien las bosas que hicimos en la jornada porque si te distraes, te puede pasar que los patrones cuenten de menos y hasta se queden con parte de tu trabajo.
Trabajar en la papa en estas condiciones es la única posibilidad que tenemos y las reglas las pone el dueño del campo. No existe la posibilidad de reclamar por mejores condiciones porque si no te gusta, al día siguiente te quedas sin nada.
Paradójicamente la línea de papas desenterradas que van a ser levantadas, en la jerga de los trabajadores se llama “lucha”. Una pelea impostergable es terminar con esta esclavitud encubierta. La tarea de los cosecheros de papas es una de las tareas más duras. Y Traslasierra, el paraíso serrano es testigo de esa labor.
Las experiencias que cuentan estas mujeres dejan al descubierto la explotación agraria en nuestro país. Por cada bolsa de papa el dueño del campo cobra alrededor de $300 y el trabajador percibe solo $10. Deben trabajar muchas horas y a un ritmo extremadamente agotador para poder llenar al menos unas 150 bolsas y cobrar por eso tan solo $1500. El trabajo en la papa no discrimina género ni edad. Hay mujeres, hombres y niños trabajando. Muchos padres los llevan al campo porque no tienen con quien dejarlos. Las condiciones de trabajo son desastrosas. Pero también existe un interés de los empresarios del agro de que esta situación no se conozca, es notable la ganancia de éstos a costa de la explotación laboral.
Los gobiernos nacional y provincial han hecho algunas reformas cosméticas que en nada han cambiado la vida de las y los trabajadores de la papa, siguen estando vigentes demandas tan elementales como la jornada de ocho horas de trabajo, estabilidad laboral, salarios acordes a la canasta familiar, medidas de seguridad y condiciones laborales que respeten la salud y la integridad del trabajador. Es urgente y necesario unir las fuerzas de las y los trabajadores para poder conquistar estas demandas junto a la del conjunto de la clase obrera. La vida de los trabajadores importa. Basta de dejar la vida en el trabajo.