Las mujeres realizamos la mayor parte del empleo precario, sin derechos laborales como la estabilidad y capacitación en el empleo.
Lunes 6 de junio de 2022
Producto del neoliberalismo y la política de reactivación económica impulsada por el gobierno, que ha priorizado las ganancias de los grandes empresarios sobre la salud de la clase trabajadora, se requirió recontratar a los millones que habían sido despedidos, pero descargando sobre los hombros de las y los trabajadores la crisis económica y sanitaria con la creación de empleos precarios.
Derivado de lo anterior, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la tasa de empleo de las mujeres creció en 2 puntos porcentuales, en comparación con abril de 2021. Hay 23.1 millones de mujeres con un trabajo remunerado, pero son apenas cinco de cada 10 las que tienen un ingreso por su trabajo.
Los empleos creados han sido totalmente precarios, es decir, con negativa de derechos laborales, entre ellos la estabilidad en el empleo, pues solo 16 millones de trabajadoras conservan su empleo durante un año (siete de cada 10 trabajadoras).
A lo anterior, se suma el desempleo. De un total de 58.1 millones de personas de la Población Económicamente Activa (PEA), la tasa de desocupación fue de 3,5%. Además, en la informalidad laboran —sin ningún derecho— un total de 1.2 millones de mujeres.
Derecho a la capacitación
Para el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), una de las causas de la desigualdad para obtener y conservar un empleo remunerado son los trabajos de cuidados.
Aunque las mujeres se han capacitado más que los hombres, las oportunidades laborales son bajas. Y a pesar de que la capacitación y el adiestramiento es un derecho de las y los trabajadores, buscan y pagan más por mejorar sus habilidades y adquirir nuevos conocimientos. No obstante, hay menos mujeres con trabajo remunerado, con una gran brecha salarial y magros salarios.
En cambio, la probabilidad de pasar de salarios bajos a altos es mucho mayor para ellos, según el 6o Boletín de Movilidad Social en el Mercado de Trabajo del CEEY.
Para la CEEY, la capacitación abarca “las actividades de aprendizaje o de adquisición de habilidades estrictamente ligadas al trabajo, e incluyen las clases en el sistema educativo”. Es un derecho para las y los trabajadores, así como una obligación patronal establecida en el artículo 123, Apartado “A”, fracción XIII de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en el artículo 132, fracción XV; artículos 153-A al 153-X del Capítulo III Bis, de la Ley Federal del Trabajo (LFT). Pero cuando no se garantiza son ahorros de la capacitación y en la jornada laboral.
Entre 2006 y 2018, el 3.7% de las trabajadoras tomó cursos, talleres, diplomados, etc. Sin embargo, a finales de 2021, quedó en 5.6% de mujeres capacitadas. Y ¿con qué grado escolar cuentan las y los trabajadores? En abril, de la población ocupada 66% de los hombres y 68% de las mujeres estudiaron la secundaria o más. El 7.4% de mujeres frente a 6.4% de varones continúan sus estudios. Pero las mujeres absorbemos de nuestros bolsillos las capacitaciones: 15.2%, mientras que el 14.2% son de varones. Finalmente, quienes mantienen un trabajo tienen una trayectoria educativa más larga.
Explotación laboral y opresión patriarcal
Todo lo anterior apunta a que la opresión patriarcal es una aliada permanente de la explotación laboral. El gran desempleo es utilizado por la patronal para imponer una brutal precarización en las condiciones laborales, principalmente para las mujeres. Ejemplo de lo anterior es la situación de las docentes precarizadas que deben prepararse cada vez más para obtener un empleo o las trabajadoras de la cultura que siendo universitarias deben aceptar "becas" e inestabilidad por la falta empleo digno.
Hay una serie de abusos patronales como los despidos injustificados de las trabajadoras estatales, quienes al reclamar derechos laborales y organizase, son despedidas o amenazadas, con total impunidad, como el caso de Montserrat Jiménez, integrante de la Agrupación Queremos Trabajo Digno.
Las trabajadoras buscan capacitarse, pero terminan en una competencia entre desempleadas para poder acceder a un trabajo precario. Por ello, es necesario que el movimiento de mujeres abrace la lucha de las trabajadoras, así como una alianza entre precarizados y sindicalizados por la exigencia de plenos derechos laborales para todas y todos, y contra la violencia que implican la precarización, el desempleo y los despidos.