Quienes vivimos en la capital padecemos la realidad de un sistema de transporte subterráneo colapsado. Los trabajadores del metro plantean los riesgos actuales que corren usuarios y trabajadores por el estado del servicio. Hablan también de su situación laboral y social.
La Izquierda Diario Venezuela @LaIzqDiario_VE
Domingo 4 de febrero de 2018
Desde este La Izquierda Diario venimos cubriendo diversos aspectos de la realidad que afrontan los trabajadores del Metro de Caracas, haciendo seguimiento a la situación de conjunto hemos podido conocer información de mucho interés para los habitantes de la capital, quienes vivimos las circunstancias de un sistema prácticamente colapsado, aunque generalmente no tenemos idea del por qué, o solo supuestos producto de alguna especulación. Distintos contactos con trabajadores han permitido clarificar muchas cosas. Dados los niveles de persecución y amenazas que padecen en el metro, que han implicado desde despidos hasta advertencias de apresarlos en el SEBIN, la información aportada fue hecha en condición de anonimato.
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El sistema de transporte subterráneo se encuentra en una situación de profundo deterioro en la que no tiene arte ni parte la clase trabajadora del metro, esa es una conclusión clara que arrojan las conversaciones. Muy al contrario, los trabajadores, conociendo desde adentro todos los problemas que atraviesa el servicio, pero no teniendo en sus manos la solución, estando más bien sometidos a un control y coacción muy fuertes, quieren ser responsables y advertir sobre las condiciones en las que viene funcionando y en las que ellos están laborando. “En el metro hay un deterioro grave del servicio y no hay organización que defienda los derechos de los trabajadores”, es una definición concisa que plantea uno de los trabajadores.
Un breve inventario de los problemas
Los trabajadores del metro, que cuentan con un alto nivel de preparación técnica y años de experiencia en el mismo, coinciden en afirmar que este no está cumpliendo actualmente con las normas internacionales adecuadas para un sistema de transporte masivo. Aquí algunos de los elementos en que se fundamentan.
Hace aproximadamente tres años que no hay manejo automático de los trenes, un mecanismo que es el idóneo para la seguridad del funcionamiento de los mismos y la reducción al mínimo de posibles errores humanos.
Hay una importante falta de personal debido a la gran cantidad de trabajadores que han renunciado, movidos fundamentalmente por la drástica reducción del salario real y sus conquistas, aunado a una orfandad de organización que defienda los derechos de los trabajadores. El sindicato del metro (Sitrameca) es dirigido por una burocracia patronal que ha permitido la caída vertiginosa de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores; además de mantener, junto a la empresa, un control autoritario y persecutorio contra la base de los trabajadores.
La reducción de trenes y capacidad operativa es grande. Por ejemplo, en la línea 1, de 45 trenes que debieran funcionar para el servicio óptimo, hoy solo están funcionando 15. Puede darse el caso que un día, en determinada línea, en un turno en el que debieran laborar 68 trabajadores para las operaciones solo acudan 28, bien por la falta de personal debido a las renuncias, como incluso debido a que algunas veces hay trabajadores a quienes el salario no le alcanza para cubrir todos los pasajes del mes, sin que eso implique dejar de cubrir cuestiones elementales como la comida o medicinas. En esos casos la empresa procede a cubrir la falta de trabajadores con miembros de la milicia.
El Metro de Caracas tiene varios comedores industriales, sin embargo, no funcionan, a pesar de que hace casi un año el Ejecutivo Nacional aprobó, en acto público y televisado, recursos millonarios para la reactivación de los mismos. Los comedores, sin embargo, siguen igual, los recursos al parecer se esfumaron. Han perdido así esa importante conquista de los trabajadores, una pérdida que pesa mucho más en la situación actual, por razones obvias.
Los mantenimientos preventivos que se hacían una vez al mes no se están haciendo. Son mantenimientos para el control de roedores e insectos, así como otros aspectos referidos a la prevención y óptimo funcionamiento del servicio. Los trabajadores no cuentan con agua en sus lugares de trabajo, y a menudo tampoco en los baños, muchos de los cuales no se encuentran en funcionamiento. Cuestiones elementales de las condiciones y medio ambiente de trabajo.
Hay un dato de mucha importancia: el Metro contrató con una empresa española servicios y tecnología que resultó no ser compatible con la tecnología francesa ya instalada, trayendo por supuestos toda una serie de problemas y dificultades operativas, además de grandes sumas de dinero gastadas en vano. ¿Qué está detrás de semejante absurdo? ¿Quién lleva a cabo semejante irresponsabilidad y qué lo mueve? Aquí no es difícil olfatear un negocio por detrás, unos intereses bien pérfidos en tales contrataciones y todos los dólares que están en juego en las mismas. Así como pasa que los banqueros y empresarios nacionales se dedican a fugar enormes cantidades de dólares, contribuyendo a la parálisis en la producción nacional, aquí ocurre que los negocios de una casta de funcionarios corruptos al frente de empresas y servicios públicos, condenan al país a desperdiciar absurdamente sus recursos, y a comprometer la operatividad de los servicios y las empresas.
Entre el 75% y el 80% de las escaleras automáticas no está en funcionamiento, de ese total, los trabajadores calculan que aproximadamente un 30% ya está en situación irrecuperable. Hay estaciones en las que las escaleras mecánicas colocadas en sustitución de las dañadas no son las adecuadas, pues son escaleras diseñadas para centros comerciales y no para el flujo de personas propio de un sistema de transporte masivo, exponiendo por lo tanto a los usuarios a riesgos de accidentes. Así mismo, no deja de haber riesgos también en el funcionamiento de algunas de las escaleras mecánicas que sí son las adecuadas, debido al estado en que operan, las pocas que funcionan.
Las personas de la tercera edad y las que tienen algún tipo de discapacidad que afecta su movilidad, son particularmente golpeadas por estas barreras arquitectónicas que implican el no funcionamiento de la gran mayoría de las escaleras mecánicas. Es común ver a personas muy mayores –algunas con sus bastones– o con discapacidad pasando verdadero trabajo en el esfuerzo por subir las escaleras de las estaciones. A propósito de esto, los trabajadores señalan que en ocasiones transitan usuarios en sillas de rueda, por ejemplo, que ante la inoperatividad de las escaleras mecánicas –o las rampas de desplazamiento– les piden que los carguen por las escaleras normales, si los trabajadores se niegan lo consideran una falta de consideración, sin embargo, nos explican que en realidad ellos no pueden ni deben hacer eso, no lo tienen permitido: alzar y cargar a una persona en esas condiciones por las escaleras implica automáticamente un riesgo, las probabilidades de un accidente se disparan, y si eso ocurriese podrían salir severamente afectados tanto el usuario como los trabajadores, implicaría además que los trabajadores transgredieron normas elementales que debieron haber respetado, con todas las consecuencias que esto puede acarrearles.
Los trabajadores y trabajadoras del metro están capacitados, y en el deber, de prestar asistencia y acompañamiento a usuarios que se encuentren en condiciones que así lo requieran, sin embargo, para determinadas atenciones el protocolo obliga a tener determinadas condiciones que no tienen. Por ejemplo, para atender a una persona con alguna herida deben hacerlo con guantes quirúrgicos, de lo contrario pueden quedar expuestos a algún posible contagio de alguna enfermedad, sin embargo no cuentan con los guantes y en algunos casos ni siquiera con alcohol. “A veces piensan que uno de los atiende porque no quiere, pero no es así, nosotros tenemos un procedimiento y normas que debemos cumplir”.
Una cuestión de primer orden lo constituyen los mecanismos por los cuales se colocan los mandos medios y altos en las tareas operativas y en el conjunto del sistema metro. Los trabajadores señalan que, por ejemplo, para la función de supervisar el desempeño de los operadores de trenes, anteriormente se designaba a alguien que venía de ser él mismo operador de trenes, pasando años de experiencia en la labor, cumpliendo una serie de adiestramientos y desempeños, sin embargo, ahora basta con ser fiel adherente de quienes dirigen el sindicato y de la directiva de la empresa para ser designado, sin que necesariamente se cumplan con los parámetros de conocimiento y habilidad. Así sucede en otras áreas o niveles de la empresa.
Trabajadores con situaciones de necesidad extrema
Ha trascendido una situación dolorosa y repudiable, confirmada por los trabajadores, como lo es el hecho de que una parte de sus compañeros están pasando tantas necesidades que se han visto obligados a pedir comida a los usuarios. Pasa específicamente con los obreros de limpieza, a algunos de los cuales se ha llegado a ver decirle a algún usuario que eventualmente esté consumiendo algún alimento o merienda: “Si le queda algo…”.
Este es el sector en peores condiciones de la clase trabajadora del metro, pues trabajan en condiciones de total precarización: sin ningún tipo de estabilidad laboral, sin derecho a organizarse sindicalmente, están tercerizados, no los consideran parte de la empresa, no están amparados por el contrato colectivo ni ninguno de sus derechos. Son por lo general cooperativas de los consejos comunales. Los trabajadores tercerizados son una parte de la clase obrera generalmente dejada a su suerte por las burocracias que dirigen los sindicatos, y este caso no es la excepción.
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La lucha rinde frutos
Sin embargo, no todas son malas noticas. Los trabajadores vienen de lograr un importante avance, aunque sea parcial, producto de la organización y luchas de algunos sectores. A raíz de la última acción llevada adelante por la asociación de jubilados, y del llamado a paro realizado por trabajadores activos a través de las redes sociales, lograron una recomposición importante del salario. No puede descartarse tampoco la influencia que ejerció el paro protagonizado por los trabajadores de Correctivo y Preventivo (mantenimiento de trenes) días antes de la movilización de los jubilados. Es parcial el avance porque no deja de primar la bonificación del salario, cuestión que afecta al conjunto de la clase obrera en el país, así como por el hecho de que si no hay una gran fuerza social real que frene el auge de los precios, en breve tiempo ese salario vuelve a ser tirado al piso por la hiperinflación que tenemos.
Puede decirse que es parcial también porque los trabajadores despedidos arbitraria e ilegalmente, en retaliación por sus posiciones políticas, por organizarse para luchar por sus derechos, o incluso despedidos por quejarse en redes sociales personales de su bajo salario, no han sido reincorporados. Así mismo, como hemos relatado en este diario, quienes dirigen el Sitrameca –que cuentan con el apoyo de la empresa y el gobierno nacional– expulsaron del mismo a dos directivos que habían llegado allí por el voto de los trabajadores de base: el motivo fue que estos obtuvieron esos puestos mediante el impulso de un plancha no patronal para disputar la dirección del sindicato, y participaron de una acción de lucha frente al Ministerio del Trabajo. Esta situación de flagrante violación del derecho de los trabajadores a elegir a sus representantes tampoco ha sido revertida. Todo esto a su vez trae consecuencias para la correlación de fuerzas necesaria a la hora de pelear por los derechos, puesto que estas prácticas antisindicales, estas retaliaciones, cumplen una función de amedrentamiento y disciplinamiento para el conjunto de la clase trabajadora.
Sin embargo, son importantes los avances logrados y muestran que aún con todas las circunstancias adversas que tienen, en este caso los trabajadores del Metro de Caracas, se puede luchar y obtener conquistas, así sean parciales.
¿Y si el metro fuera gestionado por sus trabajadores con participación de los usuarios?
Lo que tenemos enfrente es la realidad de un servicio público en serios problemas, realidad que tiene que ver con la desidia patronal, con los negocios turbios que hacen quienes allí están puestos por el gobierno –por cierto con presencia de gerentes venidos del mundo militar–, y con el ninguneo total que hacen de las opiniones de los trabajadores, porque cada posición más o menos seria de estos puede implicar que estén en juego los privilegios o negocios de esta gente, o puede implicar una lucha de los trabajadores por sus derechos.
Hay que decir las cosas como son, todo este entramado de intereses particulares de esta burocracia estatal y sindical choca con el interés de los usuarios del metro (en su mayoría trabajadores y gente de los sectores populares), así como con el interés de los propios trabajadores del metro, que son quienes diariamente lo hacen andar, aún en las circunstancias que describimos. A cualquier neoliberal se le ocurrirá la trillada idea de que entonces debiera pasar a manos privadas. ¡No! Eso sería peor, sería poner toda la lógica de este servicio de transporte público en función de las necesidades de la ganancia de uno o varios empresarios. El Metro de Caracas debe seguir siendo público, sus trabajadores podrían perfectamente gestionarlos, en conjunto con los usuarios, dando una salida progresiva a la situación actual.
Los trabajadores saben los problemas, las razones de los mismos y las posibles soluciones. Una administración en manos de los trabajadores, con participación de los usuarios y las comunidades, sería infinitamente superior y más democrática, respondería muchísimo más a las necesidades de la población, que lo que lo hacen las directivas puestas por el gobierno –y lo que haría una gestión privada, en un caso hipotético. ¿Quién más interesado que los propios trabajadores y los usuarios en el funcionamiento óptimo del metro, en garantizar la seguridad de sus operaciones, en evitar riesgos innecesarios para trabajadores y usuarios?