A casi un año del comienzo de esta crisis pandémica, lo único que está claro es que para los y las trabajadoras se viene más precariedad. Las peleas que tenemos por delante.
Lunes 8 de febrero de 2021
A pocas semanas de cumplirse un año del inicio de la pandemia, las únicas recetas que parecen aplicar tanto el Gobierno Central como los autonómicos son por un lado las medidas represivas, y por otro los planes de ayudas a empresas y banca que dejan una deuda cada vez más alta. La consecuencia de todo esto es la escalada de la Tercera Ola, un sistema sanitario que se resquebraja, una crisis económica sin precedentes y casi 4 millones de parados.
Terminado enero las cifras confirmaron lo que era un secreto a voces. La campaña de navidad fue un fracaso y avanzamos hacia una profundización de la crisis económica. Aunque esta crisis no afecta a todos por igual, esta semana hemos conocido que la banca del IBEX ganó sólo en España, 3.141 millones de euros en 2020. Algo que contrasta con los últimos datos del paro: en enero el desempleo aumenta en 76.216 personas lo que hace rozar los cuatro millones los parados en el Estado español.
El paro es la cara más cruda de la situación que están atravesando millones de familias trabajadoras, pero no es el único problema al que nos enfrentamos. El número de trabajadores en ERTE es ya de 739.000 y, aunque parece que va a haber prórroga de los ERTE, muchos empresas empiezan a planificar ERES ayudándose del marco de la Reforma Laboral que sigue sosteniendo el Gobierno de PSOE-UP.
Además, hay sectores de trabajadores que están sufriendo especialmente las consecuencias de la crisis. Los sectores económicos que más se apoyaban en la precariedad, y en los que trabajaban jóvenes, mujeres e inmigrantes precarizados, has sido algunos de los más tocados por la crisis. Sectores como la hostelería o el turismo, cuyas patronales han sido beneficiarias de todos estos planes de rescate del gobierno, son los que mayor índice de despidos acumulan. El 70% del empleo perdido en 2020 es de hostelería y comercio.
A la escalada de la crisis sanitaria se suma una gestión capitalista y guerra de las vacunas
La situación sanitaria no es mejor. Comienza febrero y técnicamente seguimos en lo que los expertos llaman Tercera Ola. Una nuevo pico de la pandemia que registra cifras escalofriantes. El jueves se detectaron 29.960 nuevos casos, de los cuales 11.388 casos se habían diagnosticado el día previo. El total de contagiados es de 2.913.425 y la incidencia acumulada de 815 contagios por cada 100.000 habitantes. Una situación que no se va a resolver por sí sola con medidas como los toques de queda y controles policiales como parecen estar esperando desde el Gobierno central y los autonómicos.
Hasta ahora, como apuntábamos, estaba por fuera de cualquier plan el reforzamiento del sistema sanitario, y el as en el que confiaba el gobierno era la tan esperada vacuna, sin embargo los primeros días de enero tras su llegada ya anunciaron el caos y evidenciaban que el ritmo de vacunación iba a estar muy lejos del prometido por los políticos. Algo que ponía de manifiesto las debilidades del sistema sanitario español, mostrando sus enormes limitaciones consecuencia de años de ataques y abandono del sistema público.
A esto se ha sumado la guerra de las vacunas entre los distintos Estados y de estos con las empresas multinacionales farmacéuticas. Una guerra que se traduce en el contexto español en una guerra entre comunidades y Estado central, la escasez de dosis y la falta de estrategia de vacunación. Lo cierto es, que para resolver esta situación poco o nada se ha hecho desde las instituciones. Ni gobierno central ni los autonómicos tienen entre sus ’planes covid’ reforzar el sistema sanitario español, ni pelear por un derecho universal a la vacuna. Esta semana, por ejemplo, se conocía la noticia de que el Gobierno de PSOE-UP se posicionaba en la OMC contra la liberación de las patentes..
Las (contra)reformas que están por llegar...
Ya no es una novedad. Los fondos europeos anti Covid-19, es decir los 140.000 millones de fondos -72.000 millones a fondo perdido-, destinados a salvar los beneficios de las grandes empresas del IBEX 35, están atados a un contrato que el Gobierno no va a dejar de cumplir.. Lo que exige la Unión Europea son una conjunto de reformas estructurales sobre las que los últimos gobiernos del Estado español no han podido avanzar al ritmo que les gustaría, especialmente en los últimos años en los que a la crisis política se terminó sumando la crisis pandémica lo que dejó estas tareas en stand by.
Sin embargo la crisis acucia y es hora de empezar con el trabajo atrasado. Para ello el Gobierno PSOE-UP ya han presentado su plan de contrarreformas estructurales y conseguido el visto bueno de Europa. Este plan contempla entre otras cuestiones una vuelta de tuerca en la Reforma Laboral y recortes en las pensiones que reduzcan el déficit de 22.000 millones de euros actualmente existente. En este caso se aplica la lógica imperante en los últimos años en la Unión Europea y que bien conocen muchos países del sur de Europa: quien paga manda. Esas ayudas de Bruselas supuestamente a fondo perdido, en realidad se pagaran con estas contrarreformas. Lo cual contrasta radicalmente con las falsas promesas del gobierno de “estar estudiando la derogación de medidas como la Reforma Laboral”. Lo cierto es que si los trabajadores no nos movilizamos lo más probable es que en el corto periodo terminen endureciéndola aun más.
¿Qué respuesta a esta crisis?
Claro que toda esta situación no ha caído del cielo. Cierto es que la pandemia nos sorprendió a todos, aunque ya muchos han demostrado la relación del modo de producción capitalista y su interacción con el medio ambiente con la propagación de virus y pandemias, pero más allá de lo predecible o no de esta situación, la respuesta que se ha dado a la crisis desatada por este fenómeno sí ha sido consecuencia de la acción de los distintos agentes que actúan sobre la realidad y de sus distintas estrategias.
Sobre el Gobierno ha quedado claro. Todos los planes van dirigidos a salvar las ganancias capitalistas aunque siempre tratando de contener los posibles malestares y que se traduzcan en posibles estallidos sociales. Un ejemplo claro de esto es la política de los ERTE -que no es exclusiva del gobierno progresista español sino la medida que adoptaron lo gobiernos de toda Europa-, que por un lado se trata de una ayuda directa a empresas a las que se les libera de pagar el sueldo a sus empleados, por otro se trata de evitar la destrucción de empleo masivo en un corto periodo de tiempo, y lo que es más importante, sus posibles consecuencias. Del resto de medidas más sociales poco queda en este gobierno, el ejemplo más ilustrativo es el del Ingreso Mínimo Vital que como ha reconocido la Seguridad Social solo han recibido unas miles de personas de las cientos de miles de solicitudes. Quizá también podríamos detenernos sobre la acción del supuesto socio más progresista de la coalición, Unidas Podemos. A quienes parece sorprender que el PSOE muestre reticencias a tener políticas sociales, o que estar en el Gobierno no signifique tener el poder. Si se trata de analizar acciones, la de Pablo Iglesias y sus ministros podría simplificarse en que sea como sea hay que respetar los acuerdos del gobiernos de la coalición aunque eso implique llevar a millones de trabajadores a una crisis social sin precedentes. Eso sí, sin perder la fe en que si se es paciente (y se alinean los astros), en unos años haya una mejora de resultados electorales les permita negociar un mejor “acuerdo de gobierno” con el PSOE.
Si hablamos de acciones también deberíamos hablar de los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT que en el último periodo han dedicado todos sus esfuerzos en negociar con Gobierno y las patronales una nueva salida de la crisis, pero como siempre, tratando de no cuestionar ni al Gobierno ni sus políticas. Claro que para poder seguir desarrollando su estrategia de negociación y pactos con el gobierno comienzan a plantear tímidas críticas a la situación que viven los trabajadores y convocan un plan bajo el lema #AhoraSiToca con el que organizan pequeñas acciones dirigidas. Algo que no está a la altura de la respuesta que necesita la situación.
¿Dónde quedamos en todo esto los trabajadores, en especial los más precarios?
Si antes hablábamos de los agentes que han jugado un papel para que en estos meses de crisis la peor parte nos la llevemos los trabajadores, faltaría hablar de esa otra parte de la ecuación.
A pesar de que venimos de años de ataques, fragmentación, externalizaciones, represión sindical y política, no sería cierto decir que no han habido luchas. Aunque hayan sido aisladas y silenciadas, en muchas ocasiones por las burocracias sindicales y por aquellos que en los últimos años estaban más preocupados de llegar a las instituciones y para ello mostrarse como un socio fiable a ojos del IBEX35. Podría decirse que “a pesar de” muchos trabajadores han peleado por sus derechos.
Lo que sí es cierto es que hay tareas por delante, la principal tomar las experiencias que muestran cómo dar una salida ante los ataques, los despidos, los cierres de centros de trabajo... En los últimos meses hemos visto a las trabajadoras del servicio de limpieza del Hospital Gregorio Marañón en Madrid parar el intento de privatizar ese servicio, también vemos a los sanitario que hoy pelean en contra del desmantelamiento de la sanidad publica, incluso en medio de la pandemia, sanitarios que hoy convocan una Marea Blanca el 14 de febrero para frenar los ataques a este servicio público. También vemos a los jóvenes repartidores de las subcontratas de Amazon que pelean por organizarse sindicalmente o los trabajadores de telemarketing que trabajan para AXA Interpartner y que vana la huelga tras conocer que se aplicará un ERE a parte de su plantilla. Y otros muchos ejemplos como las trabajadoras del Servicio de Atención Domiciliaria (SAD) que se han propuesto luchar por la remunicipalización de este servicio público. Y no solo en el Estado español, podríamos inspirarnos en un muchos ejemplos de respuestas que están dando hoy los trabajadores a nivel internacional como los trabajadores de FedEx en Italia que convocaron una jornada de huelga frente a los despidos. o los trabajadores de Amazon en Alabama, en Estados Unidos, que empiezan a organizarse sindicalmente. Ejemplos todos ellos de autoorganización de los trabajadores que nos muestran que es clave la organización en los puestos de trabajo, en los sindicatos y en todos aquellos espacios que pelen por avanzar en construir desde abajo un plan de lucha que imponga a las burocracias sindicales la unidad de todos los trabajadores: precarios, mujeres, inmigrantes, afiliados y no sindicalizados. Y que pelee por que esta vez la crisis la crisis la paguen los capitalistas.