La hermana de Marcos Velázquez (estudiante de la academia de Grand Bourg) acusa al Municipio de Malvinas Argentinas y otros funcionarios. Desprecio a la familia y manejo turbio del cuerpo del joven.
Martes 4 de julio de 2017 14:28
En una carta enviada a La Izquierda Diario, Bárbara Velázquez relata las peripecias de su familia durante las horas posteriores al fallecimiento de Marcos Agustín Velázquez, quien perdió la vida en una ruta mendocina junto a otros adolescentes que participaban de un viaje de la academia de baile “Soul Dance” de la localidad bonaerense de Grand Bourg.
Al trágico final de Velázquez y sus compañeros se le sumaron, según el relato de la joven, el desprecio hacia la familia de parte de los funcionarios del intendente de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini, así como graves irregularidades cometidas alrededor del entierro de Marcos. Entre ellas, el cajón que llegó cerrado desde Mendoza a Pilar contra la voluntad de la familia Velázquez. “Tenemos la incertidumbre de saber si verdaderamente es mi hermano el que está enterrado”, es una de las frases más conmovedoras de la carta de Bárbara.
Acá el texto completo de la carta enviada a la redacción.
Mi nombre es Barbará Karina Velázquez, hermana de Marcos Agustín Velázquez, muerto en el accidente ocurrido en la localidad de San Rafael, en la provincia de Mendoza.
Quiero contar lo que nos tocó vivir, tanto a mí, como a mi familia después de enterarnos de semejante accidente.
Todo comenzó cuando nosotros esperábamos con mi familia la llegada de mi hermano del viaje que había realizado con la academia de baile “Soul Dance” de la cual el participaba.
Mirando la tele nos enteramos que en Mendoza había volcado un micro. En ese momento entramos en desesperación y empezamos a tratar de comunicarnos con mi hermano.
Cuando veíamos con mi familia que mi hermano no respondía y nos atendía el contestador empezamos a averiguar por nuestros propios medios, a tratar de llamar a los números telefónicos que pasaban por televisión para tratar de saber sobre el paradero de mi hermano.
En los números a los que podíamos comunicarnos nos atendían pero nos decían que no tenían ningún tipo de información sobre mi hermano por el momento.
En plena desesperación tratábamos de contactarnos con compañeros de la academia para que nos brinden algún tipo de información.
Por medio de una compañera pudimos saber que el micro que volcó era el que venía mi hermano junto a sus compañeros.
En ese momento entramos en desesperación y vimos que en la tele decían que iba a salir un avión a cargo del Municipio de Malvinas Argentinas para que puedan viajar los familiares de las víctimas de la tragedia.
Otros dos hermanos llevaron a mi papá, José Luis Velázquez, y a mi mamá, Angélica Beatriz Medina, al lugar desde donde iba a salir el avión dispuesto por la Municipalidad.
Al llegar, funcionarios del municipio de Malvinas Argentinas les tomaron los datos a mis papás y les dijeron que esperen el momento a ser llamados. Esperaron alrededor de dos horas.
Cuando empezaron a llamar a los familiares a ellos no lo llamaban. Se acercó mi papá y preguntó qué pasaba que a ellos no los llamaban. Los funcionarios de Malvinas Argentinas, en un total destrato, le dijeron “disculpe, señor, usted no es prioridad”. Mi mamá, invadida por un gran odio por el desprecio que estaba sufriendo, les dijo “ustedes son una mierda”.
Ante esta situación, siguiendo el destrato, los enviados por la Municipalidad les comunicaron que les iban a avisar cuándo salía un micro para el lugar de la tragedia.
Mis padres, en total desesperación, tomaron la decisión de viajar hasta Mendoza junto a mis dos hermanos, sin tener el auto en las condiciones como para hacer un viaje tan largo.
Yo me quedé en mi casa y todo el tiempo estaba comunicada con ellos, preocupada sabiendo que no habían llevado ni si quiera una botella de agua. Yo me quedé en mi casa sin saber qué poder hacer, esperando a que llamen o a que alguien me diera algún tipo de información.
Pasaba la noche. Yo no podía dormir, me la pasaba mirando la televisión a ver si tenía alguna novedad de algo.
Pasaban las horas y nadie nos informaba de nada sobre mi hermano, no sabíamos nada de él.
Estaba preocupada. Mi papá, mi mamá y mis dos hermanos seguían viajando sin parar, con el auto sin estar en condiciones, sin dormir y sin comer.
Alrededor de las siete de la mañana me enteré por Facebook que había salido la lista de los fallecidos. Cuando miré la lista ahí estaba el nombre de mi hermano: Marcos Agustín Velázquez.
En ese momento lo primero que se me ocurrió es no avisarle a mi familia por el hecho de que estaban en viaje y corrían riesgo sus vidas.
A la hora me enteré que un familiar nuestro les había mandado un mensaje avisándoles que mi hermano había fallecido.
Mi mamá, junto a mi familia, ante la noticia que no queríamos oír entró en un estado de locura y desesperación.
Decidieron parar en la ruta un rato los cuatro, ya que el estado emocional nos les permitía seguir viajando. Después de un rato siguieron hasta el destino de Mendoza.
Cuando llegaron a Mendoza, totalmente desorientados, preguntaron a la gente de los alrededores cómo llegar al hospital donde se encontraba mi hermano fallecido.
Llegaron al hospital y mis padres entraron a reconocer el cuerpo de mi hermano. Desde ahí jamás volvieron a ver a mi hermano.
Salieron desesperados para volver a Buenos Aires, sin dormir, sin descansar y sin comer. Nadie los atendió ni les dio la contención que se les debió dar.
En el transcurso de la vuelta se les rompió el coche, en medio de la ruta. Estuvieron varados alrededor de dos horas mientras yo, desde acá y sin saber qué hacer, llamaba a alguien que pudiera ayudarlos.
Tras muchos llamados logré comunicarme con el intendente de Pilar, pidiéndole desesperadamente que nos ayude. Llamaron al municipio de Junín para que mi familia pudiera ser trasladada. Estaban en medio de la nada, sin herramientas ni ningún tipo de alimento.
Un auto del municipio de Junín los pasó a buscar para trasladarlos hacia Pilar, donde nosotros vivimos. El auto quedo al costado de la ruta.
En Buenos Aires me tocó a mí recibir el cuerpo de mi hermano, que fue trasladado en un avión Hércules de la Fuerza Aérea. Cuando me trajeron el cuerpo el cajón estaba cerrado.
Se lo conté a mi papá. En pleno acto de indignación, y ante el atropello hacia nuestra decisión de cómo despedir a nuestro familiar, mi papá dijo “quiero ver a mi hijo, quiero despedirlo por última vez, a mí nadie me pidió permiso para cerrar el cajón”.
Hasta el día de hoy no sabemos si el que verdaderamente está enterrado es mi hermano, ya que nunca lo pudimos ver. Y no fue por nuestra decisión, si no por una imposición del Municipio. Ademas ningún fiscal intervino en la causa, ni en Mendoza ni en Buenos Aires.
Pasaron los días y nos enteramos que supuestamente la empresa de micros que trasladaba a mi hermano en su viaje, con cientos de irregularidades, sigue funcionando. Así también lo hace la academia de baile.
Recibimos mucho desprecio por parte del intendente de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini, quien no fue capaz de dar siquiera el pésame a nuestra familia, y de todas las autoridades. Tenemos la incertidumbre de saber si verdaderamente es mi hermano el que está enterrado. Nunca lo vimos, no sabemos si es él.
Nos pisotearon en todos lados. Nos enteramos que se hizo un festival para recaudar fondos para los familiares de las víctimas. Pero de ese festival ni siquiera nos llegó un saludo.
Mientras tanto, nuestra familia exige ¡Justicia por Marcos!
La acusación de la familia de Marcos Velázquez es grave. Y esa gravedad se suma al dolor que de por sí genera la partida temprana de un ser querido en un contexto a todas luces evitable. Ahora los funcionarios del Municipio de Malvinas Argentinas deberán dar una respuesta a la altura de la denuncia, si no quieren ser condenados a un desprecio mayor del que ellos mismos dispensaron a los deudos del joven bailarín de “Soul Dance”.
Marcos era un joven muy querido. Inmediatamente conocida la noticia de su fallecimiento, su novio Agustín Ramírez publicó una despedida en Facebook que se viralizó y potenció los mensajes de bronca y solidaridad.
Redacción
Redacción central La Izquierda Diario