El miércoles, los tres grandes fabricantes de automóviles anunciaron que cerrarán todas las plantas en los EE. UU. Los gerentes presentaron esto como una decisión voluntaria. En realidad, fue una reacción a huelgas espontáneas de trabajadores automotrices. Los operarios de la industria automotriz de todo el mundo han realizado huelgas para proteger su salud y seguridad.
Jueves 19 de marzo de 2020 19:30
Los tres grandes fabricantes de automóviles de EE. UU., General Motors, Ford y Fiat Chrysler, anunciaron el miércoles que cerrarán todas las fábricas en los EE. UU. La producción se suspenderá hasta por lo menos el 30 de marzo. Los cierres afectarán a 25 plantas (11 de GM, ocho de Ford y seis de Fiat Chrysler) y 150,000 trabajadores.
Medios burgueses como CNBC informaron que esta decisión se tomó debido a la "presión de los líderes y empleados sindicales". Sin embargo, los trabajadores de estas empresas cuentan otra historia: las plantas se vieron obligadas a cerrar por huelgas salvajes.
El martes por la noche, los trabajadores de la planta de ensamblaje de Sterling Heights (SHAP) en un suburbio de Detroit dejaron de trabajar. Dos de sus compañeros de trabajo habían sido puestos en cuarentena con el coronavirus, pero la gerencia quería mantener la planta en funcionamiento. Los trabajadores del turno de noche, que se negaron a regresar a la línea, fueron enviados a casa temprano. Los trabajadores del turno de la mañana aparecieron pero tampoco trabajaron. Más tarde en el día, los Tres Grandes (Big Three: en referencia a las mayores empresas automotrices en Norteamérica) hicieron su anuncio.
En sus contratos con los Tres Grandes, United Autoworkers (Trabajadores automotrices Unidos UAW) tiene derecho a convocar una huelga por asuntos sobre salud y seguridad. Pero escandalosamente, el liderazgo de la UAW no cerró las fábricas. En cambio, simplemente "solicitaron" que las compañías suspendieran la producción, ante lo cual los Tres Grandes se negaron. El UAW tiene un poder enorme, como lo demostró la huelga masiva de General Motors (GM) el año pasado: el paro laboral de 50,000 trabajadores le costó a GM hasta $ 4 mil millones. Pero el sindicato está bajo el control de burócratas ricos que están más comprometidos con las ganancias de las empresas que con el bienestar de sus propios miembros.
Durante la semana pasada, los fabricantes de automóviles de EE. UU. habían implementado medidas en gran medida simbólicas, distribuyendo spray desinfectante y cubriendo la mitad de las sillas en la sala de descanso para alentar el distanciamiento social, como informó LaborNotes. La administración mostró recomendaciones de salud de los CDC (Centros de Control y Prevención de Enfermedades), pero en particular, redactaron la recomendación de "quedarse en casa cuando esté enfermo".
En todo el mundo han tenido lugar huelgas similares de trabajadores automotrices. Los operarios de Fiat, entre otras compañías en Italia, comenzaron a hacer huelga la semana pasada para forzar el cierre de sus lugares de trabajo. Cinco mil trabajadores de Mercedes en Vitoria-Gasteiz en el País Vasco dejaron de trabajar el lunes.
La industria automotriz muestra lo absurdo de las reacciones capitalistas ante la pandemia: mientras las escuelas están cerradas y se alienta a las personas, o incluso se les exige, que se queden en sus hogares, las grandes corporaciones intentan mantener sus fábricas en funcionamiento. ¿Alguien necesita automóviles nuevos en medio de la crisis?
Lo que se necesita con urgencia es reutilizar estas fábricas para producir ventiladores, máscaras quirúrgicas y ropa protectora que se necesita desesperadamente. Los capitalistas que administran estas fábricas han demostrado su grave negligencia: ni siquiera pueden garantizar la seguridad de sus propios trabajadores.
Pero los trabajadores han demostrado que, cuando se organizan, pueden paralizar una industria entera. Tienen la fuerza social para hacerse cargo de la industria, e implementar protocolos de seguridad estrictos, y producir los suministros que la población necesita desesperadamente.
Traducción: Gloria Grinberg

Nathaniel Flakin
Periodista freelance e historiador. Escribe en Left Voice, EE. UU. y Klasse gegen Klasse, Alemania. También ha escrito bajo el seudónimo de Wladek.