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Red Internacional
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OPINIÓN. Trotsky y Gramsci. En torno a la revolución en las democracias capitalistas (V)

En sus Cuadernos de la Cárcel (1929-1935) Antonio Gramsci definió la “teoría de la revolución permanente” de León Trotsky como la “teoría del ataque frontal”, es decir, como la máxima expresión de la “guerra de movimientos”. Esta definición no se corresponde con la desarrollada por el revolucionario ruso.

Viernes 8 de enero de 2016

Gramsci y su definición de la revolución permanente (I)

En el artículo anterior de esta sección, afirmamos que en sus Quaderni del Carciere (1929-1935) Antonio Gramsci vinculó la teoría de la revolución permanente de León Trotsky a las tendencias ultra izquierdistas del movimiento comunista internacional. En este artículo queremos realizar el intento por rastrear porqué Gramsci definió a la revolución permanente como teoría del ataque frontal.

Para el revolucionario ruso la revolución permanente sostiene que la resolución íntegra de las demandas democráticas levantadas por las masas solo puede lograrse mediante una revolución socialista. La premisa teórica de esto es que la burguesía o el empresariado nacional es incapaz de satisfacer las demandas democráticas y económicas de los explotados y oprimidos. El sujeto motor de la revolución lo constituye la clase obrera urbana que se levanta como dirigente de la alianza revolucionaria con el campesinado en la toma del poder político. La revolución nace al interior de un país, pero no se detiene en las fronteras nacionales. La revolución proletaria, para sobrevivir debe transformarse en una revolución internacional. De este modo, la mantención de la revolución socialista al interior de una estructura nacional solo puede ser provisoria. Esta triunfa en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término en el terreno mundial.

Por una cuestión de espacio, en este artículo no hemos privilegiado citas de Trotsky. Esta breve definición de la revolución permanente será profundizada a medida que vayamos contrastándola con los análisis de Gramsci. No obstante nos permite preguntarnos en qué línea del párrafo se encuentra una concepción ultra izquierdista o de teoría del ataque frontal.

¿Habrá sido la alusión a la toma del poder mediante la insurrección?, ¿habrá sido una lectura inmediatista y a corto plazo del paso de la escala nacional de la revolución a la escala internacional?, ¿fue el énfasis que hizo Trotsky en la revolución internacional lo que Gramsci interpretó como un desprecio de la “cultura nacional”, aspecto fundamental según el marxista italiano para lograr primero la revolución socialista en un país?, ¿habrá pensado Gramsci que era necesaria una etapa democrática de la revolución (la dictadura democrática de obreros y campesinos) separada de la etapa de la revolución socialista (dictadura del proletariado)?

Más adelante y en los siguientes artículos continuaremos interrogando a Gramsci de porqué concibió a la revolución permanente como una teoría ultra izquierdista de la revolución socialista no aplicable a la realidad de las formaciones sociales centro occidentales.

Para iniciar nuestro análisis queremos descartar algunas hipótesis acerca de la teoría revolucionaria de Gramsci. Según Ernest Mandel, no existe ni la más mínima evidencia empírica para afirmar que en sus escritos de la cárcel Gramsci abandonara la concepción de que la revolución socialista implica la destrucción del Estado burgués parlamentario y su reemplazo por una República de los Consejos obreros democráticamente electa (1). De este modo, descartamos de plano que Gramsci haya defendido la hipótesis de la vía pacífica al socialismo, como ya han planteado socialdemócratas, estalinistas, marxistas académicos y múltiples variantes populistas y autonomistas de izquierda.

Queremos partir de la premisa de que para Gramsci el problema no es la insurrección proletaria en sí. Por el contrario, el problema estratégico que no logró resolver Gramsci en sus Quaderni fue en qué condiciones históricas y bajo qué situación concreta de relaciones de fuerza se debe plantear la toma del poder. En otras palabras, cuándo pasar de la guerra de posiciones al ataque frontal. Como se centró en la fase preparatoria de la toma del poder —el momento de la hegemonía— y omitió el momento de la insurrección, este último terminó desapareciendo de sus escritos durante la década del 30.

La derrota de los Consejos de Turín en 1920, el ascenso del fascismo y la derrota de la revolución en Alemania en 1923 fueron fogueando una concepción estratégica en Gramsci, que no tenía por qué ser antagónica con el bolchevismo soviético. Entre 1922 y 1926 Gramsci fue dirigente de la Internacional Comunista (IC) y compartió con las figuras bolcheviques más conspicuas: Zinoviev, Radek, Bujarin y Trotsky. A partir de 1925 compartió con Stalin.

La problemática irresuelta de Gramsci —en qué situación histórica y bajo qué relaciones de fuerza plantear el momento de la insurrección— constituyó la principal pregunta problema que guió su construcción teórica de la revolución para occidente. Esto lo obligó a entrar en debate con uno de los teóricos marxistas de la insurrección proletaria: León Trotsky.

Entre 1931 y 1935, son frecuentes las alusiones de ultra izquierdismo a la revolución permanente en los Quaderni. Intentaremos rastrear el porqué de dichas afirmaciones.
Al respecto, en un famoso escrito de 1931, el revolucionario italiano afirmó que “(…) Bronstein [Trotsky], que parecía un “occidentalista”, era por el contrario un cosmopolita, o sea superficialmente nacional y superficialmente occidentalista y europeo. Por el contrario, Ilich [Lenin] era profundamente nacional y profundamente europeo. (…) Me parece que Ilich comprendió que era preciso un cambio de la guerra de maniobras [movimientos], aplicada victoriosamente en Oriente en el 17, a la guerra de posiciones que era la única posible en Occidente, donde como observa Krasnov, en un breve espacio los ejércitos podían acumular inmensas cantidades de municiones, donde los cuadros sociales eran capaces todavía por sí solos de constituirse en trincheras bien aprovisionadas de municiones. Esto es lo que creo que significa la fórmula del “frente único” (…) En Oriente el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía de inmediato una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo una trinchera avanzada, tras la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y de casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se comprende, pero precisamente esto exigía un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional.

La teoría de Bronstein puede ser comparada con la de ciertos sindicalistas franceses sobre la huelga general y con la teoría de Rosa en el opúsculo traducido por Alessandri: el opúsculo de Rosa y la teoría de Rosa han influido, por lo demás, a los sindicalistas franceses, como se desprende de ciertos artículos de Rosmer sobre Alemania en la Vie Ouvriere (primera serie en fascículos): depende en parte también de la teoría de la espontaneidad”. (2)

Según Frank Rosengarten, entre 1922 y 1924, Trotsky ejerció una gran influencia en la educación bolchevique de Gramsci, especialmente en lo concerniente a las tesis del frente único en la IC. Fue a partir de 1924 que el comunista italiano comenzó su alejamiento de Trotsky (3). La desafección se manifestó en una reevaluación confusa y contradictoria que realizó Gramsci del actuar del revolucionario bolchevique durante esos años. Nosotros creemos que el análisis contradictorio y confuso del pensamiento de Trotsky se agudizó en los Quaderni.

Los escritos de Gramsci de la década del 30 aparecen como la fundación de una teoría marxista adecuada a la revolución en occidente, opuesta a la teoría de Trotsky, reducida a Europa oriental. Esta dicotomía teórica entra en contradicción con la realidad de los escritos de ambos marxistas durante el mismo periodo. Tanto Trotsky como Gramsci plantearon la necesidad del frente único de la clase obrera para enfrentar al fascismo europeo. El problema es que el marxista sardo no contempló el momento insurreccional en sus escritos, mientras que Trotsky analizó el frente único en función de la conquista del poder. Vale agregar que no tenemos fuentes empíricas que nos permitan reconocer en Gramsci un conocimiento de los escritos de Trotsky acerca de Alemania y España, laboratorios de frente único, el primero defensivo, el segundo ofensivo en la toma del poder.

Nosotros proponemos como hipótesis tentativa que la definición de Gramsci acerca de la revolución permanente es el intento por entregar un fundamento teórico y estratégico de sus diferencias políticas con Trotsky acerca de cuándo plantear el momento de la insurrección en occidente. La omisión del momento insurreccional en Gramsci lo obligó a asimilar a Trotsky con las tendencias ultra izquierdistas de la IC y el movimiento obrero mundial. Ambas corrientes proclamaron en abstracto la necesidad inmediata de la toma del poder sin importar las circunstancias, y la huelga general revolucionaria, respectivamente. Tendencias que el mismo Trotsky combatió toda su vida.

¿A qué se debe la identificación que establece Gramsci de Trotsky con el ultra izquierdismo?

Existe una consideración y respeto de Gramsci hacia la figura de Trotsky como dirigente de la IC y uno de los máximos referentes bolcheviques desde 1917 (4). Mientras se encontraba en Viena, envió una carta al Comité Central del Partido Comunista de Italia (PCI) el 9 de febrero de 1924, donde analizó la situación política de la IC, con especial énfasis en el conflicto al interior del partido soviético. En la carta describió un elemento que incluso el marxista peruano José Carlos Mariategui ha reconocido, y que fue utilizado por el triunvirato (Zinoviev-Kamenev-Stalin) para defenestrar tempranamente a Trotsky. Dice la carta: “Es, en efecto, sabido que en toda la historia del movimiento revolucionario ruso Trotski estuvo políticamente más a la izquierda de los bolcheviques, mientras que en las cuestiones de organización se unía frecuentemente o hasta se confundía con los mencheviques”. (5)

Tenemos una pista: Trotsky más a la izquierda que el bolchevismo, ¿sería una especie de ultraizquierdista? Trotsky cercano a los mencheviques en las cuestiones de organización, ¿sería una señal de oportunismo?

El pasado político de su relación con los mencheviques —cargada de antagonismos y diferencias estratégicas—constituyó el gran argumento posterior del estalinismo para sostener la tesis de Trotsky el anti leninista. Este anti leninismo se transformó en 1924 en portador del oportunismo y el ultra izquierdismo, las dos caras del “trotskismo”. Por lo tanto, Trotsky fue tildado de lo uno o lo otro dependiendo de la situación concreta en la que se encontrara la IC. En 1924 (“putsch” en Estonia y pos desastre alemán de 1923) Trotsky fue un oportunista al advertir que ya no era el momento de pasar a la toma del poder. Por el contrario, era el momento del frente único defensivo para reconquistar a la clase obrera. Mientras que en 1926 (revolución china) fue un ultraizquierdista al plantear la necesidad de la insurrección en Cantón. Luego, durante el Tercer Periodo (1928-1934), Trotsky fue definido por Stalin como el teórico del oportunismo social patriota. No tomar en cuenta la lucha política ocurrida al interior del PCUS no permitirá comprender en rigor el porqué de la noción de Gramsci acerca de la revolución permanente.

Acerca del supuesto “menchevismo” de Trotsky, existe una amplia literatura que ha dejado en claro que este nunca tuvo acuerdo estratégico con los mencheviques en cómo hacer la revolución en Rusia. Para Trotsky era una revolución socialista. En cambio, para los mencheviques era una revolución democrático-burguesa. Ambas concepciones de la revolución son inconciliables. El mismo Trotsky salió a desmentir semejante afrenta una y otra vez después de 1924.

En la carta citada, Gramsci criticó la exageración que hizo la “vieja guardia” bolchevique de ese pasado político de Trotsky extrapolándolo al conjunto de los izquierdistas. El supuesto “pasado menchevique” no constituyó la esencia de lo que había que criticar al revolucionario ruso. Gramsci tampoco denunció la existencia de fracciones y tendencias en el partido bolchevique, como más tarde lo hará el estalinismo definiendo su existencia como contraria a la “tradición del partido”. En la misma carta Gramsci afirmó: “Por lo que hace a Rusia, yo he sabido siempre que en la topografía las fracciones y tendencias, Radek, Trotski y Bujarin ocupaban una posición de izquierda, Zinoviev, Kamenev y Stalin una posición de derecha, mientras que Lenin estaba en el centro y actuaba de árbitro en toda la situación”. (6)

Para el comunista italiano no había problema en que existieran fracciones al interior del partido, siempre y cuando se mantuviera la unidad política de este. La historia del bolchevismo desde 1903 fue una historia de tendencias y fracciones cuya unidad política lo determinó su convicción estratégica por la revolución socialista.

Por el contrario, el punto que había que golpear en Trotsky y los bolcheviques izquierdistas era su concepción de la estrategia de la revolución socialista a seguir en occidente. Y esta concepción descansaba, según Gramsci, en su incapacidad de “estimar las reales correlaciones de fuerza” (7). Para el revolucionario italiano, lo que constituyó en un principio una perspectiva revolucionaria del ala izquierda bolchevique, pocos años después se convirtió en la concepción revolucionaria de Trotsky.

(1) Ernst Mandel. From Stalinism to Eurocommunism, 1978. Citado de Rosengarten, Frank, “The Gramsci-Trotsky Question (1922-1932)”, Social Text, No. 11 (Winter, 1984-1985), Duke University Press, p. 67.
(2) Gramsci, Antonio, “Guerra de posiciones y guerra de maniobras o frontal.” En Cuadernos de la Cárcel, tomo 3, editorial Era, pp. 156-157.
(3) Rosengarten, Frank, Op. cit, pp. 72-81.
(4) Ibid.
(5) Gramsci, Antonio, “Carta a Togliatti, Terracini y Otros”, [Viena, 9-II-1924; 2000 1 665-677], en Antología, siglo XXI, 1974, pp. 137-138. Al respecto Mariategui afirmó: “Los hombres de la vieja guardia —Zinoviev, Kamenev, Stalin, Rykov, etc.— eran los que, al flanco de Lenin, habían preparado, a través de un trabajo tenaz y coherente de muchos años, la revolución comunista. Trotsky, en cambio, había sido menchevique (…)Trotsky, como casi nadie ignora, no ha sido nunca un bolchevique ortodoxo. Perteneció al menchevismo hasta la guerra mundial. Únicamente a partir de entonces se avecinó al programa y a la táctica leninistas. Y sólo en julio de 1917 se enroló en el bolchevismo. Lenin votó en contra de su admisión en la redacción de Pravda. El acercamiento de Lenin y Trotsky no quedó ratificado sino por las jornadas de octubre”. Mariategui, José Carlos, Variedades, Lima, 31 de Enero de 1925, en: “Política revolucionaria Contribución a la crítica socialista. La escena contemporánea y otros escritos. Tomo 1, Centro Simón Bolívar, Venezuela, 2010, p. 211 y p. 212. Respecto a la afirmación de Mariategui de que Lenin votó en contra de la participación de Trotsky en la redacción de Pravda, queda desmentida por la investigación de Isaac Deutscher basándose en la prensa soviética de la época. Según este, “[el 10 de mayo Lenin] les pidió a Trotsky y a sus amigos que ingresaran inmediatamente en el partido bolchevique. Les ofreció posiciones en los organismos de dirección y en el cuerpo de redacción de Pravda. No les puso ninguna condición. No le pidió a Trotsky que renunciara a nada de su pasado; ni siquiera hizo mención a las controversias pasadas”. Deutscher, Isaac, “Trotsky. El profeta armado (1879-1921)”, Lom ediciones, 2007, p. 232. No descartamos que la afirmación de Mariategui ya estuviese filtrada por la campaña “contra el trotskismo” proveniente de la Rusia soviética.
(6) Gramsci, Antonio, “Carta a Togliatti…”, p. 137, Op. cit.


Vicente Mellado

Licenciado en Historia. Universidad de Chile. Magíster © en Ciencias Sociales, mención Sociología de la Modernización. Universidad de Chile

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