Desde el mes pasado, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos publicó una solicitud de propuestas de prototipos para construir el muro en la frontera con México. Setecientas empresas mostraron interés por participar.
Miércoles 5 de abril de 2017
La convocatoria, que cerró el día de ayer, especifica que el muro debe tener más de cinco metros de altura, más de treinta centímetros de grosor, debe ser construido con cemento, que se tarde más de una hora en ser agrietado por herramientas manuales y que no pueda ser penetrado por debajo. Además, debe ser estéticamente imponente.
El presidente Donald Trump solicitó unos mil 500 millones de dólares para el muro en el presupuesto suplementario de este año, y anunció que solicitará otros dos mil 600 millones en el presupuesto regular del año fiscal 2018, que inicia el 1 de octubre.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, así como el senador republicano Roy Blunt, enviaron señales de que el dinero para el muro no será incluido en el presupuesto del 2017.
Aún con la negativa demócrata de otorgar el gasto suplementario para la construcción del muro, el Departamento de Seguridad Interna (DHS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos cuenta con recursos sólo para los prototipos del muro fronterizo con México, pero no para su construcción, como reconoció David Lapan, vocero de esta instancia: “tenemos dinero para los prototipos, no para los planes de largo plazo. Después veremos las decisiones presupuestales para las fases futuras de la construcción del muro”, dijo.
Los prototipos serán montados en la zona de San Diego. Lapan señaló que la falta de fondos solicitados no afectará la fase de los prototipos y que el DHS aguardará las decisiones sobre el resto de los recursos a discutirse en las próximas semanas en la Casa de Representantes.
La campaña del muro del odio que desplegó Trump parece que no se concretará tan rápidamente en su versión de cemento. Pero sí avanza la criminalización de los migrantes -ya iniciada por el demócrata Barack Obama-, un arma para dividir a la clase trabajadora multiétnica de Estados Unidos y que las empresas puedan imponer mayor superexplotación en primer lugar a los migrantes, pero también a los afromericanos y a los blancos.
Por eso, al muro y las deportaciones hay que oponerles la unidad de los de abajo a un lado y otro del río Bravo, empezando por quienes encabezan la resistencia contra Trump: los migrantes, las mujeres y los pueblos originarios.