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Red Internacional
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Cultura. Turismo ante afectaciones por sismos, ¿más corrupción proempresarial?

El gobierno promueve el turismo para reactivar la economía de zonas afectadas por los sismos de septiembre. Experiencias previas no han beneficiado a comunidades ni al patrimonio cultural, sino a los grandes empresarios.

Miércoles 1ro de noviembre de 2017

Todos hemos visto últimamente una serie de cápsulas emitidas y difundidas en los medios de comunicación por el gobierno mexicano, que con la frase "Fuerza México" o "México está vivo" promueven el turismo en las diversas zonas del país que han sido severamente afectadas a causa de los terremotos del 7 y 19 de septiembre.

La pretensión de dichas cápsulas es ayudar a las comunidades originarias a recuperarse de los daños materiales sufridos por los sismos, promoviendo el turismo para que los habitantes realicen actividades económicas en torno al patrimonio arqueológico, histórico, artístico o natural.

La realidad es que la gente de las comunidades no siempre es la más beneficiada con estos programas de desarrollo económico, que el gobierno impulsa casi como acto "de buena fe".

El fraude de los “Pueblos Mágicos”

En el 2001, durante el sexenio del presidente y empresario mexicano Vicente Fox, la Secretaria de Turismo (Sectur) desarrolló un programa llamado "Pueblos Mágicos".

Entre los objetivos con los que nació este proyecto, destacan los de activar la economía al interior del país, integrar a las comunidades originarias, generar y promocionar las artesanías, festividades, tradiciones y gastronomía del lugar y reconocer la labor de sus habitantes quienes son los guardianes de la riqueza cultural e histórica de su hogar.

El programa "Pueblos Mágicos" ha sido muy criticado por las comunidades ya que, en efecto, promueve el turismo nacional y extranjero en esos lugares, pero lo cierto es que muchos municipios que han sido declarados como "Pueblos Mágicos", al obtener recursos presupuestales éstos, se canalizan a las necesidades de las medianas/grandes empresas, dejando un gran descontento y con las manos vacías a los habitantes quienes, teniendo muy pocos o casi nulos recursos, quedan con un solo camino que recorrer: el del trabajado precarizado.

Es cierto que se generan empleos, pero son empleos con salarios de hambre, horarios extenuantes, sin ningún tipo de prestaciones y parece que el único seguro que pueden adquirir en sus centros de trabajo es el de llevar una vida de miseria.

A raíz de esta situación, muchas comunidades por ejemplo en Oaxaca y Chiapas, se han negado ha recibir la declaratoria de "Pueblo Mágico", con la que la única magia que se hace es la de los gobiernos estatales desapareciendo el presupuesto y apareciendo una parte de éste en manos de las grandes empresas.

Por otra parte, la declaratoria de "Pueblo Mágico" es un arma de dos filos: si bien se genera turismo y se activa la economía (para solo unos cuantos), los habitantes se quejan de daños a su patrimonio, a sus zonas arqueológicas, a sus lagos, lagunas, ríos, etc. -que muchas veces están dentro de sus zonas habitacionales-, causando daños a la fauna, la flora y a su entorno en general.

Dentro de estos programas participan varias instancias gubernamentales, entre ellas el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ya que en muchos "Pueblos Mágicos" existen atracciones turísticas como las zonas arqueológicas que están bajo su manejo.

La fuerza de México está en la juventud y el pueblo trabajador

Al final, algo hay de cierto en la propaganda turística emitida en los medios cuando dicen "Fuerza México" y "México está vivo". Pues el gobierno trata de sacar provecho de lo que demostraron las miles y miles de personas que salieron a las calles desde las primeras horas después de los terremotos, como los maestros de Oaxaca organizándose para llevar la solidaridad hasta las comunidades más apartadas, o en la Ciudad de México la juventud y el pueblo saliendo a ayudar a las obreras de Chimalpopoca, a los niños del Rébsamen, a los pueblos de Xochimilco, a todos los que necesitaron ayuda en ese momento.

Fueron los jóvenes y el pueblo trabajador quienes crearon acopios -que fueron usurpados posteriormente y hasta robados por las autoridades-. Fueron ellos también quienes organizaron brigadas de rescate en las zonas de derrumbe y enfrentaron a los policías y militares que no permitían trabajar a la gente, exclamando NO al regreso a la "normalidad" mientras exista riesgo en las escuelas y centros de trabajo, demostrando que nuestra vitalidad, unida en las calles, puede convertirse en una fuerza arrolladora, a pesar del gobierno.