La semana pasada se realizaron las elecciones a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Antofagasta (FEUA), donde salió electa la única lista que se presentó a la elección, compuesta por las Juventudes Comunistas e independientes. Frente a esto, queremos abrir la reflexión sobre qué organismos estudiantiles necesitamos.
Martes 20 de junio de 2023
Por primera vez en 3 años, se escogió una FEUA de forma democrática, logrando el quórum establecido que no se había logrado en años anteriores (40+1). Si bien saludamos que muchos estudiantes se hicieron parte de las votaciones, y ven la necesidad de tener un organismo de representación como es la FEUA, queremos abrir la reflexión sobre qué dirección debería tener este organismo frente al escenario nacional que se nos abre y sobre qué educación necesitamos.
La educación se cae a pedazos
La crisis económica internacional y nacional, afecta gravemente a la juventud. El capitalismo nos arroja a trabajos precarios, comida rápida o delivery, mientras que nuestra educación se cae a pedazos. Y si bien hoy cerca del 40% de los estudiantes accede a la educación mediante la beca gratuidad u otras becas, se accede a una universidad hecha trizas por el modelo neoliberal chileno.
Y es que la “gratuidad” no acabó con la desigualdad y la precarización en la educación. Si bien la matrícula en la educación superior llegó a los niveles más altos en la historia, con 1.249.287 estudiantes en Institutos, CFT y Universidades, según un informe preliminar de la Subsecretaría de Educación Superior, la tasa de deserción en el primer año bordea el 30%, la duración real de los programas excede entre 2 y 4 semestres su duración nominal (en promedio), y hoy se titulan 20% menos de estudiantes que antes de la pandemia del COVID-19.
El problema educativo ha sido un dolor de cabeza para todos los gobiernos de turno y el movimiento estudiantil fue una piedra en el zapato para muchos de ellos. A raíz de esto se cambió la PSU por la PAES, buscando un acceso más “igualitario” a la educación superior; o la reforma educativa de Bachelet que buscó (con cierto éxito) desviar la demanda de gratuidad universal por una beca, que si bien ayudó a muchos jóvenes a ser los primeros en sus familias a acceder a la Universidad, fue a cambio de una transferencia millonaria de recursos del Estado hacia los empresarios educativos de las universidades privadas.
Post pandemia, los estudiantes nos enfrentamos a otra serie de problemas que acarreó la modalidad online. Llegamos a las universidades, cuya infraestructura no daba abasto para la cantidad de alumnos, con un aumento brutal de los aranceles (que en algunos casos llegó incluso a un 12% este año), con mayor precarización laboral en los docentes y funcionarios y una calidad educativa que cada vez disminuye más y más.
La Universidad de Antofagasta: un ejemplo de universidad-empresa
La Universidad de Antofagasta viene en una crisis profunda en diversos sentidos. Durante la pandemia, se destapó una grave crisis financiera de 17.000 millones de déficit, que se tradujo en una vuelta a la presencialidad muy precaria, con pocas salas de clases, con una infraestructura que se cae a pedazos, sin casino y con un nuevo Rector (Marcos Cikutovic) que intentó poner paños fríos y calmar a la opinión pública en contra de rumores de “quiebra” de la Universidad, pero que todo el patrimonio que dice tener la Universidad no se ve en ninguna mejora a las condiciones de estudio y de trabajo.
Esta situación no solo afecta a los estudiantes, sino también a los docentes que se ven sobrecargados frente a una falta de contratación de mayor profesores, con bajos salarios y pagos inestables. A la par que en los funcionarios, sobretodo a los trabajadores del aseo, lo más precarizado de la universidad, se le recortaron beneficios como colación o transporte, algo mínimo para trabajar en una universidad que queda prácticamente fuera de la ciudad.
¿Universidad para qué y quiénes?
La UA está completamente ligada a las multinacionales que saquean el cobre y el litio y contaminan nuestra ciudad. Y esta ligazón es completamente directa, pues en la Junta Directiva de la universidad (máximo organismo, por arriba incluso de Rectoría), está compuesta por un representante de Minera Escondida, en este caso, Olga Alfaro Toledo, Gerente General de Operaciones de Cátodos de BHP.
Además de las decenas de proyectos, donaciones y becas que hacen estas entidades. El año pasado, Minera escondida realizó una alianza con la UA y UCN para potenciar la ciencia, la cual considera una inversión de más de 700 mil dólares ($596.757.000 aproximadamente) que irán en “directo beneficio del desarrollo y fomento de investigaciones científico-tecnológicas, proyectos relacionados con innovación y la formación de capital humano.” El vicepresidente de asuntos corporativos de BHP, Cristóbal Marshall, indicó “nos permite formar a las nuevas generaciones de estudiantes con relación a la matriz productiva de la región, con una perspectiva enfocada en la minería del futuro que tiene una base social y medioambiental. De esta manera estamos contribuyendo a generar profesionales preparados para los desafíos de la industria y el desarrollo del país”.
Destacamos esta frase porque pensamos que refleja lo que hoy la universidad-empresa busca generar en torno a los profesionales. Sin duda estas donaciones son bien vistas por muchos estudiantes y académicos, pues son la vía de financiamiento de muchos proyectos no solo del área de Ingeniería, sino de Ciencias del Mar y Ciencias Básicas, que sin estas “donaciones” no ven otra forma de financiamiento. Pero estas donaciones no son gratuitas, sino que es una vía por la cual ingresan las empresas para imponer sus intereses y es a cambio de formar profesionales para un modelo extractivista que sólo deja contaminación mientras saquea nuestros recursos naturales.
Asimismo, se refleja en el enfoque de las mallas curriculares, donde se ve notoriamente en el área de las ingenierías y las ciencias básicas, pero repercute de forma transversal. En Derecho, vemos cada vez más tiene un enfoque hacia el área privada para defender grandes empresas; en Psicología, se aleja de ramas más críticas de la psicología comunitaria por ejemplo, a una Psicología laboral que busca ver qué trabajador sirve más para la empresa (y cuál molesta menos); en el área de las Artes y las Humanidades, vemos cómo están completamente desfinanciadas y se pelean las migajas de Fundación Minera Escondida para poder llevar adelante sus proyectos artísticos. Y se ve más brutalmente en la falta de carreras humanistas en la ciudad que fomentan el pensamiento crítico; ya sea porque las cerraron, como Filosofía en la UA, o porque simplemente no les es funcional a sus objetivos, como Ciencias Políticas, Sociología, Antropología, Historia, y un sin fin más que podríamos nombrar.
¿Por qué poner el conocimiento al servicio de estas multinacionales? ¿Por qué no cuestionar para qué se utiliza la tecnología, si es para explotar a más trabajadores y generar más ganancia? ¿Hay otros caminos posibles para la tecnología, el conocimiento y las herramientas que tenemos los estudiantes?
La Universidad forma conocimiento, se moldean sentidos comunes y se hace ideología que luego se refleja en la sociedad, por el rol que ocupan estas instituciones en ella.
Vemos cómo con estas distintas alianzas, se busca la aceptación de que el conocimiento esté en favor de la explotación capitalista, del saqueo empresarial, fomentando el individualismo, lejos de cualquier perspectiva colectiva.
Cuando hablamos de formar una universidad crítica, y de que queremos abrir la universidad a los trabajadores y el pueblo pobre, no hablamos de esta universidad-empresa hija del modelo neoliberal chileno, hablamos de la transformación total de la universidad, donde estudiantes, académicos y funcionarios podamos decidir qué rumbo tomar, sin injerencia de los grandes empresarios, donde podamos elegir las autoridades mediante el voto universal y no censitario como existe hoy; que podamos discutir las mallas curriculares, discutir la forma de impartir docencia, discutir su financiamiento y sus proyectos. Una universidad realmente pública y gratuita, financiada por la nacionalización de los recursos naturales, con acceso irrestricto, sin ninguna limitación. Una universidad donde el conocimiento no esté puesto en cómo generar más ganancias a los explotadores y achicar sus costos, sino que esté en disposición de las grandes necesidades de la población, necesidades tales como el problema de la contaminación en la ciudad, que la tecnología esté en función de reducir la extensa jornada laboral, la crisis salud pública, las cada vez más crecientes muertes por cáncer (ligadas estrechamente a ser una zona de sacrificio), y más. Solo con una universidad así, podremos enfrentar seriamente los problemas de salud mental que tanto aquejan a la juventud hoy en día, como expresión de este sistema podrido.
Un ejemplo interesante para pensar las “alianzas” es el ejemplo de Zanon, una fábrica bajo control obrero en Argentina, que realizó un convenio con la Universidad de Comahue (Neuquén) la cual brindará asistencia técnica de innovación a la fábrica. Ahora bien, este acuerdo no se formó de la nada, sino que se gestó en años de lucha compartidas, tanto en defensa de la universidad pública, cuando la universidad sufrió ataques y también en defensa de las gestiones obreras. Es un vínculo que se construyó en las calles, en los puentes, en marchas y asambleas en común. Pero sin duda muestra un ejemplo de cómo la universidad se pone al servicio de la causa de las y los trabajadores.
Una FEUA que retome estas demandas
No se puede criticar los límites de la universidad actual sin proponerse superar la sociedad de clases. La pretensión de muchos sectores como el Frente Amplio o las Juventudes comunistas es transformar a la universidad mediante “modelos” que la hagan “inclusiva”, “democrática”, “feminista”. La contradicción es que es en los marcos de un sistema segregador, administrado por una democracia para ricos, con un modelo neoliberal que beneficia a las multinacionales, es suponer que la universidad puede superar su crisis y las contradicciones sociales que la atraviesan “en una sola institución”.
La FEUA dirigida por el consejo de presidentes en estos años, no ocupó un rol importante, sino más bien dejó subordinada al estudiantado a Rectoría. Esta tónica fue la de los últimos 3 años, donde no hubo una FEUA electa de forma democrática, sino a puertas cerradas y a dedo entre los presidentes de los centros de estudiantes.
Hoy, son las Juventudes Comunistas, quienes se encuentran nuevamente a la cabeza de la FEUA. Su lectura es que la baja participación estudiantil y los 3 años sin federación se deben a la pandemia. Pero obvian, que son ellos responsables también de la situación del movimiento estudiantil, pues ellos dirigieron la FEUA desde el 2016 hasta el 2020, subordinados totalmente a la ex Rectoría de Loyola que nos dejó con 17mil millones de déficit, negándose a levantar espacios democráticos de decisión como asambleas triestamentales resolutivas, y poder refundar la Federación bajo democracia directa, sembrando la sensación entre los estudiantes que la “FEUA no servía para nada” durante años, alejando así al organismo de las bases. Hoy se levantan como una FEUA “feminista”, mientras que es su gobierno quien ha relegado cada vez más el derecho al aborto y los derechos de las disidencias.
Para realmente transformar la universidad se debe cuestionar en primer lugar, que todo el conocimiento tenga como objetivo aumentar la ganancia de BHP, de Antofagasta Minerals, de los Luksic. ¡Son ellos quienes tienen más decisión en la universidad que la propia comunidad educativa!
En este sentido, frente al estado actual de la situación del país, con el avance de la ultraderecha de Kast, es urgente un organismo estudiantil que no negocie migajas para los estudiantes como fue el aumento miserable de la beca JUNAEB y que no renuncie a acabar con las deudas estudiantiles como el CAE, que hoy pareciera ser una demanda que se intenta relegar cada vez más.
Transformar la universidad actual implica establecer una crítica y un plan de acción contra la sociedad de clases que sostiene los aspectos más reaccionarios de estas instituciones como vía para pensar una producción de conocimiento liberada de las trabas que impone el capitalismo para su desarrollo. Es decir, implica pelear por una universidad al servicio de los trabajadores, en donde ser estudiante universitario no sea un privilegio ni una vía para escalar socialmente.