Solo uno de cada diez jóvenes que se anota a la universidad logra recibirse. Te mostramos cuál es rol de las autoridades y las agrupaciones estudiantiles que legitiman un sistema expulsivo con el falso relato del esfuerzo individual.
Jueves 3 de mayo de 2018
El discurso de la meritocracia no es nuevo en la universidad, pero ha ganado renovador impulso desde el Gobierno de Mauricio Macri para justificar sus ajustes,y es tomado como el relato ideológico oficial de las autoridades universitarias de la UNSaM. Básicamente consiste en imponer que la única salida posible es el esfuerzo individual frente a los obstáculos que pueda plantear en este caso una carrera de grado, esta idea que a simple vista puede parecer coherente, esconde un régimen universitario que desconoce las desigualdades sociales cada vez más acentuadas y que no todos acceden a los mismos derechos. Es que en realidad el actual régimen universitario no pretende brindar igualdad de oportunidades para que todos los que lo deseen puedan acceder a la educación superior, sino que busca mantener un sistema educativo con escandalosos niveles de deserción justificandolo con que el que no termina la carrera es porque no se esforzó lo suficiente. No importa si en el medio la oferta horaria solo permite cursar en turnos únicos imposibles de empalmar con horario laboral, o si no tenemos acceso a una beca que permita sostener la carrera a pesar de los tarifazos, o si no están dadas condiciones de accesibilidad al campus que ayuden a prevenir la violencia de género en las inmediaciones, o si las madres y los padres no tienen una guardería donde dejar a sus hijos.
La deserción y el estancamiento, los reales problemas de los estudiantes
En la Escuela de Humanidades, que cuenta con una matrícula de 3000 estudiantes, solo logran recibirse 1 de cada 20 jóvenes. Tomemos la carrera de Lic. en Psicopedagogía que es la más grande de esa escuela con casi 1000 estudiantes, allí solo se reciben 10 por año.
Si nos vamos a la Escuela de Ciencia y Tecnología, el cuadro es igual de crítico. Esta escuela con una matrícula de 2700 estudiantes logra egresar a solo 3 ingenieros por año, sí, solo tres.
Vamos a detenernos también en la Escuela de Economía y Negocios, donde en la carrera de Lic. en Administración y Gestión Empresarial, que cuenta con una matrícula de 2900 estudiantes, se reciben 55 por año. Solo 1 de cada 30 jóvenes que se anota a la carrera logra recibirse.
En la Escuela de Estudios Sociales, con una matrícula de 1000 estudiantes, se reciben 15 por año. En la Escuela de Política y Gobierno, con una matrícula de 1300 estudiantes, se reciben 70 por año.
Estos resultados se repiten en todas las carreras de grado, y no es casualidad, nos muestran que detrás de una estética progresista se esconde un entramado estructural que expulsa día a día a miles de estudiantes, y que tenemos que superar si queremos una universidad pública de calidad donde podamos desarrollarnos plenamente y llegar a nuestros objetivos. Todo esto sucede a pesar de que la UNSaM posee uno de los presupuestos universitarios más grandes del país, que le permite a las principales autoridades cobrar más de $100 mil por mes, sumando más de $10 millones al año, mientras nos dicen que la universidad no alcanza para todos.
La estructura que necesita legitimarse con la ideología de la meritocracia.
Dentro de los organismos de gobierno universitario, los 15000 estudiantes de la UNSaM conformamos el claustro mayoritario, tenemos solo 3 de los 34 miembros en el Consejo Superior, una minoría absoluta. En los Consejos de Escuela se repite la fórmula, tenemos 2 de los 8 miembros que los componen. La problemática de la deserción, como detallamos arriba, o el límite del pensamiento único al no tener libertad de cátedras, y otros problemas graves, se reflejan en este gobierno universitaria completamente antidemocrático para con la gran mayoría de la universidad. Esta estructura casi monárquica que se elige a sí misma, con el rectorado a la cabeza, brinda enormes privilegios a quienes la administran, formando una casta que nada tiene que ver con la realidad de la gran mayoría de los docentes y trabajadores no docentes, ambos en muchísimos casos con contratos basura. Muchísimo menos con los estudiantes. Esta estructura es la que necesitan legitimar con el fundamento de la meritocracia, nunca podrían promover una ideología que vaya en contra de sus propios privilegios.
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La gestión no es la salida a los problemas de los estudiantes
De cara a las próximas elecciones de Consejo Superior y Consejos de Escuela en la universidad, las agrupaciones Kirchneristas del frente “Somos UNSaM” y Cambiemos que se presenta como “La Red UNSaM”, plantean constantemente que hay que hacer gestión para solucionar los problemas de los estudiantes, limitando su campaña a responder de forma electoralista a los problemas sintomáticos de las deficiencias estructurales que denunciamos anteriormente con un inusitado clientelismo estudiantil (fiel al estilo de los partidos que representan). No son inocentes, las agrupaciones que componen estos dos frentes ya tienen representantes en los Consejos y ahora renuevan el nombre para poder repetir las mismas promesas pero sin plantear claramente cómo van a hacer para implementarlas en un contexto de cada vez más ajuste económico por parte del Gobierno Nacional. Hace más de dos años que estas agrupaciones tienen consejeros pero nunca se acercaron a las aulas a informar que se discutió y qué decisiones se tomaron, ni siquiera frente a los cierres de carreras, y menos explicaron por qué votaron al Rector Carlos Greco a escondidas, en medio de un escándalo por los casos de abuso en las inmediaciones del campus. Es porque estas agrupaciones no cuestionan la meritocracia que imponen desde la academia, la reproducen en sus campañas y con sus consejeros, esta estrategia solo puede allanar el camino del ajuste en la educación. La única salida posible es que los consejeros sean independientes de las autoridades universitarias y de los partidos políticos patronales como el PJ y el PRO. Que se pongan al servicio de organizar a los estudiantes por sus conquistas, para pelear junto a los trabajadores como lo hicimos en Pepsico, en el INTI y con los docentes, para democratizar la universidad, por la educación pública y de calidad.