El libro publicado en su versión extendida este 2022 por Areté, es una síntesis crítica entre los problemas geopolíticos, la situación interna de Ucrania, las tensiones históricas y sociales, ilustrado con valiosos testimonios de los protagonistas de ambos lados de la grieta ucraniana. Ignacio Hutin es periodista y analista internacional, trabajó en zonas de guerra y es autor de varios libros sobre el espacio ex soviético.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Martes 10 de mayo de 2022 14:52
La actual guerra en Ucrania conmociona al mundo. Comprender este conflicto es una tarea imperiosa que requiere esquivar los aparatos propagandísticos de los grandes medios de comunicación tanto pro-rusos como pro-occidentales. Es esperable que cada bando haga construcciones de todo tipo para justificar sus actos en el campo de batalla. Pocos alcanzan una aproximación que nos permita identificar las distintas narrativas, intereses de los distintos poderes en juego (locales como internacionales).
Ignacio Hutin es periodista y analista político, especialista en Europa Oriental, Eurasia post soviética y Balcanes. Sobre su libro nos comentó que "en 2017 estaba dando vueltas por Europa buscando historias para contar para Infobae y otros medios, y me interesaba saber qué pasaba en el este de Ucrania. Cómo se vivía en una guerra estancada, ¿viste? La guerra ya había desaparecido de todos lados, nadie hablaba de esto. Sin embargo, ahí estaban las dos Repúblicas Autoproclamadas con sus Universidades, con sus Bancos Nacionales con sus ligas de fútbol, viviendo por su cuenta".
El libro logra una síntesis crítica entre los problemas geopolíticos, la situación política interna ucraniana, las tensiones históricas y sociales que explican la guerra de 8 años en el Donbass y la actual invasión de Rusia a Ucrania. Al mismo tiempo, nos ilustra esta complejidad con valiosos testimonios de los protagonistas a ambos lados de la grieta recolectados por Hutin en su viaje en 2017. En la versión extendida vuelven a aparecer muchos de ellos – los que han sobrevivido desde entonces – contando la situación desde que Rusia puso sus tropas en el país en febrero de este año. Entre ellos hay ucranianos, rusos, e incluso chilenos, colombianos y españoles que viajaron como parte de "brigadas internacionales" a "combatir al fascismo" del lado separatista.
El conflicto en Ucrania inició internamente en 2014, pero adoptó dimensiones internacionales marcando una bisagra histórica en las relaciones entre las potencias occidentales (Estados Unido, Reino Unido, Alemania, etc.) y Rusia. Esta guerra dio comienzo a una nueva fase de la crisis mundial caracterizada por tensiones entre los estados en los espacios centrales capitalistas como Europa. El conflicto se dio en un contexto atravesado por las consecuencias de la caída de Lehman Brothers en 2007-2008 en Estados Unidos, que golpeó a los países europeos más débiles, como España, Portugal, Grecia, y a los de Medio Oriente y norte de África, que en 2011 protagonizaron la Primavera Árabe.
De esta manera, Hutin nos adentra en las raíces históricas de las tensiones de un sector de la sociedad ucraniana con Rusia, así como la importancia de los hechos históricos más recientes desde la caída de la Unión Soviética, cuyo resultado fue nacimiento de nuevas repúblicas independientes, entre ellas Ucrania en 1991. Durante esa década se fueron moldeando las tensiones políticas que desembocaron en la Revolución Naranja de 2004, el antecedente de los hechos posteriores en el país.
La crisis política en Ucrania a finales de 2013 fue aumentando la tensión hasta desembocar en la concentración de miles de ucranianos en la Plaza Maidán en Kiev para protestar contra el entonces presidente Viktor Yanukovich. A este movimiento social se lo bautizó como Euromaidán, por su afinidad con la Unión Europea, aunque muy heterogéneo ideológicamente, y posteriormente totalmente reaccionario. En el desarrollo de los acontecimientos surgió un "Anti-Maidán" en el sur y este del país (la región del Donbass y Crimea centralmente), una región de mayoría rusoparlantes, pero también con partidos y empresarios afines a la Rusia de Putin. La caída de Yanukóvich el 22 de febrero del 2014 fue la primera ficha de un dominó que devino en una guerra interna internacionalizada.
De esta manera Hutin nos explica todo el tejido de actores nacionales que forman un verdadero mosaico ideológico, político y por supuesto militar, contra cualquier visión maniquea que presentan los medios de comunicación masivos. Por eso nos cuenta desde nazis (como los integrantes del Batallón Azov o Sector Derecho) que tienen más peso militar que apoyo político de la población, hasta liberales nacionalistas en el lado occidental; así como "comunistas" (stalinistas), eurasianistas, e incluso rusos de ultraderecha supremacistas en el lado sur-oriental. Una grieta que en el fondo marca intereses económicos contrapuestos, donde Hutin desenmascara a los distintos empresarios ucranianos beneficiarios de las relaciones tanto con Europa como con Rusia comenzando por Petro Poroshenko (el ex presidente pro-occidental y magnate del chocolate que asumió tras la caída de Yanukóvich) así como las oligarquías del acero en el Este, que estaban en tensiones con los gobiernos de las Repúblicas autoproclamadas.
Estos intereses demuestran que no es todo blanco y negro. Los 8 años de estancamiento se volvieron una nueva normalidad y parte de la política en todos los niveles. A nivel internacional en las tensiones entre Rusia y las potencias occidentales donde cada uno daba apoyo, contenía o alentaba a sus aliados en el terreno; también entre ambos bandos a cada lado de la trinchera; pero también hacia dentro de la Ucrania Occidental, y de las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk, nacidas en 2014, y Crimea (anexada a Rusia vía un referéndum).
Allí los líderes de las milicias armadas además de disputarse el poder, al mismo tiempo han logrado construir un Estado, con bandera, con sus instituciones, hasta con un equipo de fútbol. Aunque lo fundamental para cualquier soberanía nacional es la moneda, y Hutin también nos dice que "tanto en Donetsk y como Lugansk tienen bancos nacionales, pero no emiten moneda. En los dos territorios se usan rublos rusos. En una época se usaban rublos y grivnas [NdE, moneda ucraniana], pero las grivnas dejaron de entrar. Un dato de color es que está llenísimo de casas de cambio por todos lados y curiosamente suelen cambiarse más dólares que euros". "Rusia fue el principal sostén económico de esta región revendiendo la producción minera e industrial del Donbass, pero también entregando dinero para jubilaciones, salud, educación, fuerzas armadas, etc.", agrega el autor.
Por su parte, la Ucrania occidental pasó de tener al magnate del chocolate Petro Poroshenko al mando, a Volodymyr Zelensky, un comediante que se hizo conocido por sus críticas a la corrupción interna del país. Luego de su llegada en 2019 fue sistemáticamente presionado por la ultraderecha para retomar los territorios perdidos durante el conflicto. El país en esos 8 años avanzó también en relaciones comerciales con la Unión Europea, pero sin lograr una mejora en las condiciones de vida superiores a los momentos previos de la guerra. Ucrania se había convertido en el país más pobre de Europa. No solo no logró avanzar en las conversaciones de paz en Minsk entre 2014 y 2015 (I y II), sino que sistemáticamente insistió en formar parte de la Unión Europea y de la OTAN, dos líneas rojas que la Rusia de Putin no puede tolerar.
La expansión de la globalización hacia el este desde la década del ‘90 buscó apuntalar nuevos aliados económicos integrándolos a los nuevos mercados e instituciones. Pero a su vez, para Estados Unidos este avance implicaba integrarlos a la OTAN. Algo que sería un poco extraño teniendo en cuenta que, como dice Hutin, "nació como organización defensiva durante la Guerra Fría. Sin Guerra Fría, la OTAN no tiene razón de ser, no es raro que Rusia hoy en día la considere como ofensiva". Esto explica bastante la lógica de Putin de avanzar sobre Ucrania. Durante 8 años la guerra era en el Donbass, un conflicto estancado con enfrentamientos de baja intensidad. Pero a partir del 24 de febrero del 2022 cuando Rusia decide romper el status quo es una guerra entre Estados.
Explica Hutin que hasta el momento Putin no le llama, ni "guerra" ni "invasión", de hecho prohibió a los medios y a cualquiera a utilizar estas palabras. Putin le dice "ataque preventivo", un término utilizado por George W. Bush cuando invadió Irak en 2003.
Si bien es una nueva etapa desde el ingreso de Rusia al territorio ucraniano “no veo ninguna salida a esta guerra” comenta Hutin,"en principio por Rusia no va a replegarse sin razón, pero tampoco puede lograr una victoria bélica total, o sea controlar todo el territorio ucraniano, o destruir mucha más infraestructura que la destruida hasta ahora. Y por otro lado Ucrania tampoco puede hacerlo, no puede expulsar a todos los soldados rusos, no puede recuperar el control de la península de Crimera y el Donbass, pero tampoco puede ceder ni rendir territorio".
“Si ninguno de los dos se va a rendir, ni lograr una victoria total, ni ceder a alguna de las demandas del otro, no veo que el conflicto termine pronto.”
“Veo un conflicto que se va a extender indefinidamente, que lentamente se vaya estancando, que quizás incluso sea uno de los llamados conflictos congelados, como lo fue Nagorno Karabaj, o Abjasia y Osetia del Sur, donde no hay guerra, no hay paz. Entonces para mí esta guerra está condenada al estancamiento”.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.