Juan fue sicario en México antes de la mayoría de edad. Su vida en Tamaulipas fue algo parecido al infierno.
Miércoles 9 de octubre de 2019
Los grupos de narcotraficante del CJNG y el Cartel del Golfo se peleaban la plaza y comenzaron a levantar, descuartizar, disolver personas en ácido y a masacrar a personas por toda la ciudad. El ejército mexicano durante 2006 en la "Guerra contra el Narco" aumentó más la violencia del país: 260 mil ejecutados en todo el territorio nacional. Juan fue reclutado por el CJNG y luego por el ejército para disolver evidencias cuando aún era un infante.
Ese niño sicario nació en una ciudad sin parques, sin escuela pública de calidad, difícilmente tenía una biblioteca cerca a su casa, lo único que le llegaba a su sala compartida como dormitorio eran las narcoseries. La cultura del narco tan difundida por las empresas de publicidad y entretenimiento de Estados Unidos.
A la par, la situación del país ha generado un fenómeno gris y cruel: una generación de niños de la guerra. Unos pocos como Juan se hicieron niños sicarios. El resto vivió con miedo cada tiroteo en las escuelas de nivel básico. Los otros son deudos: los huérfanos de la guerra. Sin son 260 mil personas que no están, al menos debe de haber 260 mil personas con algún transtorno psicológico; por lo menos el duelo.
Otro niño, Pedro, pero de Reynosa fue famoso en el mundo pues en un proyecto de ciencias decidió inventar una mochila contra la desaparición forzada. Era antibalas y tenía GPS por si te levantaba el narco o el ejército. Los infantes están moldeados por el mundo que los sustenta; la sociedad es una maquinaria que moldea a las individualidades. Una sociedad capitalista en decadencia genera situaciones aberrantes como el sicariato infantil que va en crecimiento.
En un centro de readaptación social de Matamoros José fue apresado: pero como era menor de edad no se podía juzgar aunque él había confesado que había asesinado a varios y desaparecido en ácido a otros.
Una sociedad neoliberal podrida y enferma es la que genera individuos "enfermos". Los transtornos de personalidad no son "enfermedades del alma" ni siquiera se resuelven con terapia como pensaba Sigmund Freud. El movimiento de 1968 en Francia creó una corriente teórica llamada "antipsiquiatrica" especialmente representada por Deleuze y Guattari que en "Anti Edipo" explicaron que los transtornos no son generados por una marca de fábrica familiar sino por una máquina aún más grande: la máquina de la sociedad.
Es un error de la psicología conservadora pensar que los transtornos de personalidad son producto de las relaciones de familia. Pero el movimiento antipsiquiatrico ha apuntado correctamente que es la sociedad la que las genera. Opuesto a la visión de esa psiquiatría que postula que los trastornos sean enfermedades que se alivian en el terreno individual: la terapia.
Si en el neoliberalismo todos somos tratados como chatarra, sin seguridad material de reproducción de la vida (precariedad) y al mismo tiempo somos sujetos de la angustia de la vida en el mundo incierto es lo más normal sentir que no cabemos, que desentonamos, que sintamos que no somos normales.
Frustración resultante: no alcanza, la injusticia nunca es poca, la injusticia nunca sobra y aunque parece mentira siempre puede llegar a ser peor hasta que se torna invivible. ¿Que sucede cuando una persona que es tratada como chatarra invisible descubre que es injusto que sea tratado así?
El Joker no habla, a mi parecer, solo sobre el archienemigo de Batman. Habla de cómo surge la criminalidad y la locura, de la violencia que cruza la ley y la demencia, de los transtornos de personalidad.
Aún desde el terreno de la individualidad, Todd Phillips ha generado una fuerte crítica social. Es una película sobre la máquina social que genera los transtornos de personalidad, su transfondo social. La película sobre el origen del archienemigo de Batman no pudo ser mejor.
Definitivamente se aleja de las taquilleras películas sobre superhéroes (Avengers) de los tiempos neoliberales. Es una película, dentro del ámbito comercial, profunda, compleja a irreverente. Joaquín Phoenix preparó un largo tratamiento para el personaje: bajó 20 kilos en 4 meses, deformó su espalda y buscó asesoría psicológica.
En esa película el Joker es un producto, perfecto, emblemático de la propia sociedad. Es una creación del mundo. Su locura es una consecuencia de cómo ha sido tratado por el mundo. Aún así lo mejor de la película es cómo esta historia le da un giro a la saga de Batman.
El Joker así se representa como el líder de los desposeídos, de los marginados, de los que son tratados como chatarra y basura en Ciudad Gótica, es un símbolo de la ira, irreverencia de los que algún día protestarán contra los ricos que tratan a los desposeídos como escoria: y ese acontecimiento será destructivo y demencial...y anárquico, en tanto no surja una opción social superior que aglutine los desgarradores gritos de rabia y los encauce a resolver la grotesca desigualdad material hoy en favor de unos cuantos, como el señor Bruce Wayne, obligado por la ficción positivista a usar la máscara del héroe-filántropo, misma que no tienen legitimidad alguna para usar (porque no son personajes de ficción sino de la vida real), los George Soros, Elon Musk y Donald Trump.