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Red Internacional
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DESCUBRIMIENTO ARQUEOLÓGICO EN FRANCIA. Un antepasado lejano del trabajador moderno

Recientemente, un equipo de arqueólogos encontró en la localidad de Saintes, en el suroeste de Francia, los restos óseos de cuatro adultos y un niño, enterrados durante el período de apogeo del Imperio romano, en los primeros siglos de nuestra era. ¿Qué nos muestran estos hallazgos?

Miércoles 10 de diciembre de 2014

Recientemente, un equipo de arqueólogos encontró en la localidad de Saintes, en el suroeste de Francia, los restos óseos de cuatro adultos y un niño, enterrados durante el período de apogeo del Imperio romano, en los primeros siglos de nuestra era. Los hombres sepultados –de los que se conservan algunas piezas óseas– llevaban cadenas y grilletes en el cuello, los tobillos y las muñecas, un implemento de hierro que en la época romana servía como instrumento de disciplinamiento y para el traslado de esclavos y prisioneros.

Se trate de esclavos (gladiadores o rústicos) o de prisioneros –los investigadores se inclinan por la primera opción– la publicación de las imágenes del hallazgo en varios sitios y portales recuerdan que, tras un largo período de condiciones más igualitarias de existencia, la explotación y la opresión del hombre por el hombre lleva miles de años. Las formas, sin lugar a dudas, han cambiado. En la época esclavista, gran parte de la sociedad era considerada por los propietarios de la tierra un objeto de trabajo (un instrumentum vocale, según la denominación de la época) junto con las herramientas de labranza –el instrumentum mutum- y el ganado. En la época actual, el trabajador se encuentra separado de las condiciones objetivas de producción –especialmente del suelo, las materias primas y las máquinas- pero tampoco le pertenecen. Sus medios de subsistencia así como los instrumentos de trabajo –como señala K. Marx- fueron arrojados al mercado. La apropiación del trabajo ajeno por los capitalistas –a diferencia del esclavismo- es realizado bajo la apariencia del intercambio mercantil.

La lucha de clases, tan antigua como las cadenas

Los grilletes de Saintes –como el látigo o la horca en otras épocas históricas- muestran que donde hubo (y hay) opresión, también hay resistencia. Desde sus orígenes, la desigualdad social, producto del sometimiento y la explotación, dio lugar una larga historia de rebeliones populares. Las primeras huelgas de las que se tiene registro se localizan en el Egipto faraónico, a fines del segundo milenio a. n. e. (antes de nuestra era). En el caso de la Antigüedad clásica, los historiadores grecorromanos dedicaron en sus obras un importante espacio a la lucha contra el acaparamiento de la tierra y la esclavitud por deudas, como trasfondo –en el caso romano- de la “guerra de órdenes” entre patricios y plebeyos. Tanto en la Grecia como la Roma arcaica, el prestamista tenía derecho a tomar como esclavo a los que se atrasaran en el pago de sus deudas. Se trataba de un mecanismo encubierto de reclutamiento de trabajo forzado. Posteriormente, el esclavo por deudas fue reemplazado por el esclavo mercancía, ofrecido por un mercado con abundante oferta, gracias a las guerras de conquista. Estos esclavos protagonizaron un ciclo de tres grandes rebeliones serviles: las dos primeras, en Sicilia, entre los años 135 y 100 a. n. e. El tercer levantamiento, liderado por Espartaco, tuvo lugar entre el 73 y 71 a. n. e. y llegó a reunir más de 100 mil hombres.

Como muestran los actuales hallazgos de Saintes, estas rebeliones pusieron en jaque a los grandes terratenientes, pero no lograron destruir los cimientos del sistema esclavista. La crisis de las sociedades antiguas, con sus imponentes ciudades y el desarrollo del dinero y el intercambio mercantil, derivó en el predominio del campo sobre la ciudad y en la transformación del esclavo y el colono (arrendatario) en siervos o “esclavos de la tierra”. Este proceso no se dio un momento para otro; la esclavitud –como demuestra el avance de los estudios históricos- sobrevivió a la caída del Imperio, aunque sin recobrar el peso que tuvo en la época de las guerras de conquista. En la transición de la Antigüedad al Medioevo, la esclavitud se mantuvo firme en las grandes fincas eclesiásticas.

La diferencia bajo el capitalismo

Las antiguas rebeliones populares, tanto las serviles como las posteriores, encontraron grandes límites como fuerzas de transformación revolucionaria. La posibilidad material para el restablecimiento de una sociedad sin clases de manera perdurable, basada en la abundancia de recursos –a diferencia del comunismo primitivo- surgió, por primera vez en la historia, con la aparición del capitalismo. La enorme riqueza social desarrollada bajo el sistema capitalista, y que es constantemente acaparada por los ricos bajo la forma de servicios y lujosos objetos de consumo, ofrece la posibilidad de establecer un sistema de igualdad social basado en la propiedad colectiva de los medios de producción. Marx y Engels señalaron esta importante diferencia con respecto a otras épocas históricas. También dieron cuenta del rol central que juega la clase obrera en este proceso histórico. Para los marxistas, el advenimiento de una sociedad sin clases solo puede ser resultado de la autoorganización y autoemancipación de las masas. Como señalan los documentos fundacionales de la Primera Internacional en 1864, “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Esta es la opción que expresó la lucha de los esclavos como Espartaco y los gladiadores –los antepasados lejanos de la clase obrera- en la época de los grilletes y las cadenas de hierro.

Libros recomendados sobre estos temas:

  •  Para entender la explotación capitalista (Selección de escritos de K. Marx, F. Engels y E. Mandel); Juan R. González y Esteban Mercatante (comp.), Bs. As., Ediciones IPS, 2006.

    Para más información sobre este y otros libros: www.edicionesips.com.ar

  •  Karl Marx, “Formas que preceden a la producción capitalista”, en K. Marx / E. J. Hobsbawm, Formaciones económicas precapitalistas, México D. F., Siglo XXI, 1999 (1971).

    Obras literarias recomendadas:

  •  Arthur Koestler, Los gladiadores (1939).
  •  Howard Fast, Espartaco (1951).*

    * La obra de Fast sirvió de base para la película Espartaco dirigida por Stanley Kubrick e interpretada por Kirk Douglas en los años ‘60.