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Red Internacional
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IDEOLOGÍA PATRONAL. Un cómplice del genocidio que apoya el plan flexibilizador de Macri

Manuel Solanet, segundo de Roberto Alemann, es director de Libertad y Progreso, un centro de estudios que impulsa el fin de la “sobreprotección laboral”.

Eduardo Castilla

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo

Martes 20 de septiembre de 2016

“Juan es un operario metalúrgico y actualmente está buscando trabajo, Pedro tiene un taller y necesita incorporar un empleado con la experiencia de Juan”. Así arranca un video animado que realizó la Fundación LIBERTAD y Progreso para difundir sus ideas liberales sobre la economía.

Hasta aquí, en la historia, pareciera que todo va bien. Pero muy rápidamente empiezan los problemas. Pedro se “debate” entre tomar a Juan en negro, tomarlo y pagarle todas las cargas sociales pero abonando un salario mayor para evitarse multas, o contratarlo de manera completamente irregular, como cuentapropista. De esta última opción desiste cuando le avisan que Juan puede demostrar “fácilmente la relación de dependencia”.

“La sobreprotección laboral desalienta el empleo en blanco” afirma, muy relajadamente, una voz en off que narra la “historia”.

Esto son solo algunos de los “problemas” de Pedro. Además de cumplir las “injustas” y “arbitrarias” leyes, éste también tiene que “padecer” a los sindicatos que pueden ser capaces de llamar a un paro (¡sacrilegio!) contra los llamados contratos basura. Pero además (¡dios no lo permita!) Pedro podría sufrir las consecuencias de un paro general de la rama por despidos en otra empresa.

El video difundido por LIBERTAD y Progreso se posiciona, desde el inicio mismo, como una defensa abierta de la flexibilización laboral y una condena explícita a lo que llama el “cepo al trabajo”.

“Su hubiera negociaciones por empresa y al taller le fuera bien” continua la voz en off, “todos aportarían ideas para aumentar la productividad”. El idilio imaginado por el narrador no existe en la realidad.

El mundo ideal de Juan y de Pedro es el de la economía política burguesa, aquella que presenta individuos aislados, capaces de negociar en el mercado libremente sus condiciones de contratación. Juan y Pedro son presentados como iguales entre sí. Pero esa ilusión no soporta ni siquiera los cuatro minutos que dura el video.

Mientras Pedro se debate cuales son las mejores condiciones para contratar a Juan, éste sale de escena. No podía ser de otra manera. Juan no tiene trabajo, por ende no tiene ingresos, por ende padece hambre.

Como ya decía el Manifiesto Comunista –escrito por Marx y Engels en 1848- Juan que “puede vivir encontrando trabajo”, sólo lo encuentra “en la medida en que éste alimenta a incremento el capital”. En este caso, se trata del capital de Pedro.

Para éste toda la disyuntiva se reduce a saber cuáles serán las vías para incorporar a Juan, logrando el mayor grado de explotación, es decir, haciéndolo producir más valor por el menor salario posible. Allí, en el trabajo impago a Juan, radica la “magia” para que Pedro pueda progresar.

Detrás de los dibujos

Los dibujitos didácticos, que parecen hechos para enseñar en la primaria, vienen a representar el programa del conjunto de la clase capitalista frente a la recesión en curso y a los límites que impone la economía internacional sobre el país.

Lo que se llama “sobreprotección del trabajo” son las conquistas de franjas de la clase trabajadora que la patronal quiere derribar en aras de conquistar mayores condiciones de rentabilidad, vale decir de explotación.

Que esta es una demanda del conjunto de la clase capitalista -más allá de sus orígenes nacionales o de su peso relativo- lo evidencian las declaraciones de todo el arco patronal. La crítica a la “sobreprotección laboral” –y a la “industria del juicio” conjuntamente- es realizada por un amplio abanico que va desde el mismo Paolo Rocca (Techint-AEA), pasando por Ignacio de Mendiguren (UIA) a los sectores del llamado pequeño empresariado (APYME).

Voces que no son inocentes

La Fundación LIBERTAD y Progreso, según su propia definición, es un “centro de pensamiento crítico e investigación aplicada a resolver los problemas de la ciudadanía, promoviendo los valores y principios de la República Representativa Federal. Somos una fundación sin fines de lucro, privada e independiente de todo grupo político, religioso, empresarial o gubernamental. No aceptamos dinero del Estado. Nuestros fondos provienen únicamente de aportes individuales de personas, fundaciones y empresas comprometidas con el futuro del país”. Habrá que ver que significa “empresas comprometidas con el futuro del país” o a cuales se refiere.

Sin embargo, el dato que no deja de llamar la atención es que, entre sus directores, está Manuel Solanet, quien fue parte de la Dirección Nacional de Política Económica en el Ministerio de Economía de la Nación durante la dictadura de Onganía y luego, entre 1977 y 1981, fue presidente del Instituto Nacional de Planificación Económica. Sin embargo, su consagración llegó como secretario de Hacienda de la Nación, entre diciembre de 1981 y junio de 1982, cargo inmediatamente inferior al que ocupaba el ministro de Economía del Proceso, Roberto Alemann.

Hace varios años, en una entrevista con una radio, Solanet afirmó que estaba “muy tranquilo con todo lo que he hecho”. Esa tranquilidad se vio apenas turbada cuando tuvo que dejar el gabinete de Ricardo López Murphy, poco tiempo antes de las jornadas revolucionarias de 2001.

Ahora, 15 años después, desde un centro de estudios de vocación abiertamente liberal, da consejos y apoya el plan de flexibilización laboral que Macri, Triaca y Prat-Gay, entre otros, impulsan. Digamos de paso que, la impunidad de la que goza es otro símbolo de los límites de la política de derechos humanos del ciclo kirchnerista.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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