“Sin cuerpo no hay delito” es la frase que cruza la novela del periodista y escritor argentino. Frase significativa para un crimen que se llevó a cabo poco tiempo después que Videla pronunciara su discurso más cruel: “es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está". Recientemente se estrenó la película basada en este libro: un policial negro con actores que se lucen.
Miércoles 31 de agosto de 2022 22:35
“No todo se transforma. Hay cosas que desaparecen sin dejar rastros. Cuerpos que se borran para siempre” así comienza la novela Un crimen argentino, publicada en el año 2002, y escrita por el periodista y escritor Reynaldo Sietecase.
Un inicio perturbador para la que será la historia de un crimen que transcurrió en el año 1980, rodeado de militares armados, operativos encabezados por policías vestidos de civil, Falcon verdes y contactos “de arriba”.
La película
Un crimen argentino es la ópera prima de Lucas Combina con actores que despliegan sus interpretaciones únicas en cada renglón de diálogo. Darío Grandinetti es el abogado que ya pasó varios años por la cárcel por vender terrenos que no existían, un estafador, que mantiene el diálogo con una tranquilidad propia de un inocente de toda acusación.
Matías Mayer( Carlos Torres) es uno de los fiscales, indignado por los métodos de los militares, que no duda en demostrarlo, en enfrentarlos, una actuación destacada sin dudas. Su compañeros Antonio González Rivas (de la correcta interpretación de Francella cargando en la piel al secretario más protagonista) ambos a cargo del juez Suárez (Luis Luque), investigan la causa. El resto del elenco: Malena Sánchez, Alberto Ajaka (un militar torturador de nombre Servera), Rita Cortese y César Bordón. Guión: Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti; produción Juan Pablo Buscarini. Se estrenó en cine el 25 de agosto y luego estará disponible en HBO MAX.
La historia es un thriller de investigación criminal, basado en un hecho real ocurrido en los años 80. La desaparición de un hombre de negocios en la ciudad de Rosario, Gabriel Samid (empresario con familiares integrantes de las fuerzas militares, cuestión que en el film tiene mucho peso) en el marco de la última dictadura militar argentina. El caso es asignado a dos secretarios de un juzgado de instrucción pocas semanas antes de que uno de ellos emigre a España. En una carrera contra el tiempo ambos juristas intentan resolver el caso enfrentando las interferencias de una policía subordinada al poder. “Parece que de arriba están nerviosos” es la frase que se reitera y se vislumbra en el nerviosismo de los personajes principales. La película de Lucas Combina logra recrear la sensación de opresión que se sentía la sociedad de esos años.
Un hilo de relato arquitectónico, exacto, preciso, que apela a comentarios, modismos, ironías, chistes pequeños que acercan al país de 1980. En un marco de tensión constante entre los ayudantes del Juez y las fuerzas represivas. A diferencia del libro, el film crea una intriga particular porque no se resuelve el delito hasta los últimos minutos.
“Nadie desaparece así nomás”: la novela
En una entrevista, no hace mucho tiempo, recuerdo que Reynaldo Sietecase explicó que los investigadores en sus policiales no eran policías ni miembros de las fuerzas porque son instituciones con mucho descreimiento social. Y eso se ve fehacientemente en esta novela. Y tampoco es mejor el sistema judicial. “La pena de ocho años que le aplicaron era excesiva en relación con las que se imponían por entonces a los reos sin antecedentes. Pero esta era la irregularidad entre tantas otras dentro del sistema judicial argentino, que ya navegaba entre la corrupción y el autoritarismo” describe el narrador sobre la primera condena de Márquez, el abogado estafador.
Un crimen argentino es una de esas historias policiales que tenés que resolver en la lectura urgente, empezar y no dejarla hasta llegar a la última hoja. Cuando uno de los personajes comienza a averiguar sobre las propiedades del ácido sulfúrico la narrativa cobra otro valor.
“A Samid le gustaba presumir de su poder; de inmediato le contó que dirigía tres negocios de indumentaria”. A partir de esta presentación, pasaría a ser un personaje esencial en el derrotero de acciones inverosímiles realizadas por Márquez. Lo había elegido, se le había acercado intencionalmente, sabía que era miembro de una tradicional familia árabe, un digno representante de la burguesía rosarina.
Sietecase en su libro escribe sin ocultar los años que rodearon la historia del empresario secuestrado, el pedido de rescate millonario y el final tenebroso. Porque lo que hacían los militares, con apoyo de la Iglesia y en beneficio también de grupos empresariales, también era tenebroso. “Desde antes de que comenzara la dictadura militar, en marzo de 1976, la ciudad era un coto de caza de las fuerzas de seguridad. La gente no moría, simplemente se desvanecía en el aire” cuenta el narrador en los primeros capítulos.
Ficción y realidad se entremezclan, y sabemos que en aquellos años el terror llegó a superar los límites de la imaginación humana.
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