El día 11 de mayo del 2012 en la Universidad Iberoamericana, un grupo de estudiantes protestaron en pleno acto de campaña de Enrique Peña Nieto. La protesta, inesperada, obligó a Peña Nieto a ocultarse en el baño de la universidad. Los jóvenes tenían las manos pintadas de sangre, simbolizando la cruenta represión de Atenco, y gritaban consignas de “Fuera Peña”.
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Lunes 11 de mayo de 2020
Ese día comenzó un ciclo de politización y movilización juvenil de corte nacional que cuestionó los rasgos más antidemocráticos del régimen mexicano. Desde la huelga de 1999 en la UNAM, con la puesta en pie del Consejo General de Huelga, no había un movimiento estudiantil y juvenil en el país, de esas características y dimensiones.
El #YoSoy132 puso al país a tono con un fenómeno internacional de politización y movilización juvenil. Desde 2011 la juventud se puso a la cabeza de la lucha contra la crisis capitalista que comenzó en 2008 en Estados Unidos. Si bien los fenómenos juveniles del último periodo tuvieron peculiaridades nacionales y diversos grados de cuestionamiento, el proceso de conjunto decantó una nueva generación de activistas en diversas latitudes.
Los procesos más avanzados de esta politización fueron en Túnez y Egipto, en donde los mártires Khaled Zaid y Mohamed Bouazizi fueron un símbolo de los procesos de la “Primavera Árabe”. La juventud de la revolución egipcia y tunecina se destacó por su alianza con los trabajadores del canal de Suez y de la zona minera de Gaftsa para derribar a las odiadas dictaduras de Mubarak y Ben Ali.
Los “indignados” por otra parte se destacaron por su crítica al régimen de la transición a la democracia en España, aunque sus métodos pacifistas mostraron también la desigualdad del despertar juvenil. El Occupy Wall Street en Estados Unidos cuestionó el papel del capital financiero en la crisis del 2008 con una fuerte impronta autonomista, y la “Primavera del Maple” en Quebec tanto como la lucha de los estudiantes chilenos mostraron cómo los métodos de la huelga siguen siendo vigentes para resolver la exigencia básica y actual de educación gratuita.
#Yosoy132 y la pugna de estrategias
El #YoSoy132 fue un despertar juvenil masivo, espontáneo y heterogéneo que cuestionó el proceso electoral del 2012, enormemente progresivo más allá de las contradicciones políticas e ideológicas que se mostraban en sectores que lo integraban. Cabe recordar que todos los partidos en las elecciones habían acordado un pacto de civilidad y de respeto a los resultados electorales. López Obrador, en 2012, hablaba de la “república del amor” y el #YoSoy132 demandaba “una democracia auténtica”, cuestión impulsada fundamentalmente por sus sectores más moderados, en tanto que alas más de izquierda desconfiaban de los aspectos que mostraban mayor confianza en la democratización del régimen político. Este movimiento comenzó cuestionando la política electoral y el nocivo efecto de los medios de comunicación masiva en la vida política del país.
En los primeros meses del movimiento una corriente “moderada” se enquistó en la dirección de #YoSoy132 demeritando los métodos democráticos del movimiento estudiantil y juvenil, las asambleas de base con delegados rotativos y revocables, y se negó rotundamente a enlazar el #YoSoy132 con otros sectores populares. La política de la dirección del movimiento fue impotente al depositar confianza en la campaña de “conciencia ciudadana” en el proceso electoral y en la “vigilancia de las elecciones”, lo que llevó a miles de estudiantes y jóvenes a ilusionarse que se podía evitar el regreso del Partido Revolucionario Institucional vigilando las urnas.
Estos sectores llegaron a negar la palabra a sectores que querían integrarse en unidad a la lucha que había despertado el movimiento en la Ibero. Incluso llegaron a realizar una fuerte campaña contra la “ultra” de la UNAM que, según ellos, quería “dirigir el movimiento”, siendo quienes hoy integramos el Movimiento de Trabajadores Socialistas (MTS) parte activa y protagónica de esta ala izquierda que enfrentaba a los sectores moderados y peleamos por que el movimiento asumiese una perspectiva de lucha frontal contra el régimen político y el conjunto de sus partidos, y de alianza con los trabajadores y el resto de los explotados y oprimidos.
El modelo organizativo de la Asamblea General Interuniversitaria, el principal órgano del movimiento, fue una enorme contratendencia a la tradición democrática del movimiento estudiantil universitario: las asambleas del movimiento eran cerradas, salvo la histórica asamblea de las “Islas” y sólo los “voceros” tenían oportunidad de plantear posiciones, muchas veces, sin respetar el mandato de asambleas estudiantiles.
Otro elemento en contra de la autoorganización democrática –y que cuestionamos y enfrentamos quienes estábamos en el ala izquierda del #YoSoy132– fue el rechazo que hubo al inicio a las corrientes políticas, por la dirección del movimiento, que negaba el debate frontal de ideas que, como sabemos, permite el avance de la experiencia y la conciencia de los estudiantes en lucha.
El inicio de una nueva generación
En el marco de esta lucha de estrategias políticas que se dio en su seno, al #YoSoy132 le debemos un proceso de politización juvenil de corte nacional. Sin duda, miles de jóvenes por primera vez participaban de política, discutían y se movilizaban contra un régimen antidemocrático, represor y autoritario. Este despertar juvenil decantó una nueva generación de activistas que de forma compleja y con diversos fenómenos han salido a las calles avanzando en su conciencia y se expresó en los años siguientes.
Los jóvenes que se quedaron hasta el final del movimiento, luego de la impotencia de la estrategia inicial, evolucionaron políticamente de forma circunstancial y fueron presa de la represión del régimen político del PRI, Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD). De ahí en adelante, como el despertar fue profundo, las movilizaciones fueron reprimidas una y otra vez: del 1DMX a las protestas en septiembre de 2013, cuando la policía desalojó con lujo de violencia el plantón magisterial, el Estado debía pasivizar a una nueva generación de activistas.
De cierto modo la generación que nació a la vida política con el #YoSoy132 fue la que realizó paros en solidaridad con el magisterio de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) contra la reforma educativa y también los que nutrieron el enorme movimiento por Ayotzinapa exigiendo la aparición con vida de los 43 normalistas desaparecidos.
El #YoSoy132 pudo ser un catalizador del descontento nacional para evitar el regreso del PRI a la presidencia. Sin embargo, el movimiento careció de una dirección correcta, métodos organizativos democráticos y una apertura a la clase trabajadora.
Al #YoSoy132 le debemos la apertura de un nuevo periplo generacional que aún no está cerrado. Lo que está en discusión luego de esta irrupción es que los activistas que salieron a la vida política requieren de una perspectiva estratégica. La juventud en las calles, en alianza con los trabajadores, podrían poner un freno de emergencia a la represión, como en el caso de los compañeros de San Quintín.
A toda esta nueva generación, que se expresó en el fenómeno de Ayotzinapa de forma aún más disruptiva, combativa y masiva, le proponemos ser parte de la construcción de una nueva organización política revolucionaria, integrada por los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud combativa, que retome la perspectiva de lucha anticapitalista y socialista para acabar contra todo tipo de explotación y opresión.