Reproducimos un artículo del profesor de Estado en Física, Carlos Pérez Soto. Autor de una serie de obras acerca de Hegel, el marxismo, epistemología e historia de la danza.
Miércoles 5 de octubre de 2016
Carlos Pérez Soto
Profesor de Estado en Física
Me interesa Hegel por razones políticas. Por supuesto, esto podría ser una declaración trivial. Todo interés por la obra de Hegel tiene, aunque sea de manera implícita, una motivación y una repercusión política. Se podría agregar también que ninguna lectura de algún filósofo relevante puede presumir de neutral o de “a-política”. Esta declaración inicial es necesaria aquí, sin embargo, para especificar el espíritu general que preside las opciones metodológicas y filosóficas desde las cuales hago la lectura que he hecho, desde hace muchos años, de sus textos.
La primera es que no leo a Hegel por un interés académico. El destinatario de las consideraciones sobre la filosofía hegeliana que hago no es el experto, ni el profesional de la filosofía. Las clases que hago y los textos que he escrito sobre su obra están destinados a estudiantes y a estudiosos de los problemas sociales en general, destinado a personas que, sin una formación filosófica sistemática, se interesan por la filosofía. Los recursos y los temas principales que expongo no son, por tanto, ni la filología de los textos originales, ni las etimologías de los términos claves, ni las tan manidas discusiones en torno a las opciones de traducción del alemán al castellano. Ni siquiera las citas, que reservo solo para puntos particularmente controvertibles o para indicar lugares en que se pueda encontrar más información. Como podrán comprobar los lectores habituados al burocratismo académico, este no es, ni quiere ser, un procedimiento académico convencional.
Un efecto de esto, aunque pueda ofender a más de algún erudito, es que he tratado de explicar y escribir sobre Hegel claramente. Y en castellano. Mantengo la firme convicción de que, una vez que asumimos el campo semántico y el contexto filosófico desde el que Hegel escribe, su pensamiento resulta claro y distinto. Y puede ser expuesto y pensado de la misma manera. Las ideas de Hegel son notoriamente complejas y profundas, pero no hay en ellas, ni en la manera en que las expone, nada que el pensamiento y el lenguaje natural no puedan abarcar y dilucidar. Todo el que lo lee sabe de las complicaciones que ello conlleva. Creo, sin embargo, que la mayor parte de esas complicaciones se deben a nuestra gruesa falta de familiaridad con el contexto filosófico desde y para el cual escribe. También al contexto filosófico desde el cual lo leemos, tan densamente cargado del neokantismo invisible que recorre de punta a punta a las Ciencias Sociales, y del escepticismo disgregador que recorre a todo el ejercicio del pensar en una época de decadencia cultural como la nuestra. Y todo esto sumado, desde luego, a toda clase de mitos y de barbaridades que se le atribuyen simplemente desde la ignorancia y el prejuicio, que operan como verdaderos obstáculos epistemológicos para una lectura densa, compleja, pero que no tendría por qué ostentar la apariencia de ejercicio insufrible con que habitualmente se la presenta.
Y es necesario insistir también, debido a esto: en castellano. Solo a un filósofo filosóficamente nazi se le pudo ocurrir que el Ser solo habla en griego o en alemán o, como solía sostener, que solo puede ser pensado en alemán. Consideremos uno de sus pronunciamientos: “Esto me lo confirman hoy una y otra vez los franceses. Cuando empiezan a pensar [sic], hablan alemán; aseguran que no se las arreglan con su lengua”. Palabras de Martín Heidegger, en entrevista a Der Spiegel. Una entrevista hecha en 1966, destinada a ser publicada de manera póstuma. Fue publicada en septiembre de 1976, cuatro meses después de su muerte. [Traducción de Ramón Rodríguez, Ed. Tecnos, Madrid, 1996].
Una segunda opción básica es que me interesan las ideas de Hegel, sus argumentos, sus razones, más que sus textos. Desde luego para la enorme mayoría de los que lo leen la única constancia disponible de tales ideas son esos textos. [Digo “para la enorme mayoría” porque, como he advertido en varios textos, y cada vez que me preguntan, yo al menos cuento con la fortuna de poder conversar estas cosas directamente con Hegel. Pero esto, claro, es un asunto privado que no puedo esgrimir públicamente como defensa o argumento.] Pero, en rigor, sobre la manera “correcta” de leer un texto filosófico solo se pueden levantar hipótesis. Y la discusión consistirá siempre en la mayor o menor plausibilidad y coherencia de esas hipótesis respecto del conjunto de la obra de un autor. Advirtiendo de paso, desde luego, que ya esa construcción, “el conjunto de la obra”, solo puede ser a su vez una hipótesis más general, global, sobre el autor. Así, lo que está en juego no son los textos mismos sino una hipótesis global que debe a su vez confrontarse con las hipótesis particulares a que pueden dar origen los textos particulares.
En cuanto a la construcción de esa hipótesis global es necesario decir que he privilegiado los textos revisados y publicados por Hegel mismo por sobre los no publicados y, sobre todo, por sobre los redactados por sus discípulos. He privilegiado los cuatro textos mayores (Ciencia de la Lógica, Fenomenología, Enciclopedia, Filosofía del Derecho) por sobre sus artículos (como Fe y Saber, o La diferencia entre Fichte y Schelling). Y, en estos textos, sus últimas ediciones revisadas por Hegel (la Enciclopedia de 1830, la Doctrina del Ser de 1830).
Por otro lado, he sostenido una sustancial y muy sustantiva coherencia en el proyecto global de su obra. Muy particularmente en el largo período entre la escritura de la Fenomenología y la revisión de la Doctrina del Ser (1806-1830). Creo que solo esa visión de conjunto, que no se detiene en las partes (como la relación Señorío/Servidumbre, o la Eticidad de la Filosofía del Derecho) permite una hipótesis global lo suficientemente amplia como para evaluar el eventual significado político de su filosofía.
Se pueden resumir estas opciones metodológicas en una gradación de pasos que deben ser pensado como incluyéndose cada uno en el siguiente: no los textos, más bien las ideas; no tanto cada idea sino la coherencia global del autor; no el autor por sí mismo, sino su coherencia y proyección en y desde el contexto filosófico en que escribió.
Solo entonces, solo sobre esta base, creo, se puede hablar y discutir en torno a la significación política del pensamiento de Hegel, en particular de su significación para el pensamiento marxista. Por eso, en esencia, el tema no es Marx, ni la relación de Hegel con Marx. El asunto es, en primer lugar, Hegel. Por sí mismo y en su época. Leo y estudio a Hegel [y converso con él] por y para el marxismo. Pero es necesario aclarar, por mucho que parezca obvio, y justamente porque no lo es: no se puede relacionar a Hegel con Marx sin tener, previamente y de manera relativamente independiente, una idea clara y directa de quién es filosóficamente Hegel mismo.
Esto significa que es necesario no leer a Hegel desde o a través de Marx, como clásicamente lo hicieron Georg Lukács, Herbert Marcuse o Karel Kosik. Y, por supuesto, mucho menos, a través de Jacques Lacan, Lucio Colletti o Theodor Adorno, como lo hacen la mayoría de los comentaristas actuales. En rigor no hay una base textual suficiente para establecer de manera determinada qué pensaba Marx de las ideas de Hegel. Hay párrafos inconclusos, alusiones sugerentes, frases geniales, todas en textos no publicados o en cartas privadas. No hay ninguna evidencia de una crítica detallada y sistemática que Marx haya hecho de Hegel. Hay una impresión general, en su mayor parte formada desde esos pronunciamientos ocasionales y fragmentarios, desde las opiniones de Engels y, sobre todo, desde su ritualización por parte de la tradición marxista. Pero no hay ideas determinadas, precisas, en particular sobre el sentido que Marx atribuyó a lo que él llamaba “dialéctica”.
Esto significa que, desde un punto de vista estrictamente académico, filológico, el problema de la relación entre Hegel y Marx simplemente no tiene solución. Por el lado de Hegel que obviamente “murió” (se fundió con el infinito) sin conocer a Marx, tenemos demasiada información. Por el lado de Marx, fragmentos, hilos inacabados, telas de araña. [Se puede argumentar sin embargo, de manera consistente y fundada, que no conoció las ideas de Marx pero pudo perfectamente sospecharlas. Ver al respecto el excelente y muy útil trabajo de Claudio Mario Aliscioni, El capital en Hegel, Ed. Homo Sapiens, Rosario, 2010].
Pero, justamente por y más allá de eso, en el espíritu y en el propósito, de la lectura que he hecho de Hegel no es académico sino político. La tarea de relacionar a Hegel con Marx es una tarea política, no filológica. Nosotros, en nuestro tiempo, de acuerdo a nuestras necesidades y urgencias, debemos inventar una conexión que nos sea útil para enfrentar un mundo muy distinto al que ellos vivieron. Hacer una hipótesis global sobre la obra de cada uno, en principio y solo preliminarmente, de manera independiente. Hacer luego una hipótesis global sobre el modo en que la filosofía de Hegel, muy probablemente a pesar de su opinión política particular, puede ser útil para el marxismo.