En pleno furor de hinchas azulgrana por Iker Muniaín, recordamos al jugador solidario con otros exiliados que defendió la causa de Euskadi y recaló en San Lorenzo, transformándose en ídolo eterno.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Martes 1ro de octubre 03:16
Mural de Isidro Lángara con el Guernica de Picasso de fondo, realizado por el Grupo Artístico de Boedo en una pared de la calle Treinta y tres Orientales al 1200.
Este último fin de semana, San Lorenzo empezó a ver cubierta su expectativa: Iker Muniain, figura durante 15 temporadas en el Athletic de Bilbao, empezó a destacar con un buen desempeño deportivo y 2 goles en su compromiso frente a Banfield en el Nuevo Gasómetro.
Muniain viene curtido desde Europa: el vasco soñaba con vivir la experiencia del apasionante (y apasionado) fútbol argentino y el destino quiso que -pese a su deseo original de aterrizar en River- terminara en San Lorenzo, el club donde 85 años antes un compatriota suyo que hizo de la autodeterminación de Euskadi (el país vasco) su causa junto a otros futbolistas que debieron partir hacia el exilio ante el avance del franquismo. Isidro Lángara debutó el 21 de mayo de 1939 en el club azulgrana, día en que cumplía 27 años: hizo los 4 goles del triunfo del Ciclón ante River Plate (fue 4-1) y se metió al instante en el corazón de la gente de Boedo.
La militancia política de Isidro Lángara pasaba por lo deportivo: en los años de defensa de la República, cuando obreros y campesinos tocaron la música de la revolución social, la cuestión de la autodeterminación de nacionalidades como Euskadi estaba a la orden del día: una de las formas que adoptó esa lucha fue cultural, reafirmar la identidad vasca con su propio lenguaje (el euskera), su propia bandera (la ikurriña) y su propio seleccionado de fútbol. Lángara era un delantero potente e implacable figura en esa Euskal Selekzioa (combinado del país vasco) de la que también formaban parte otras figuras de la época como Guillermo Gorostiza, Luis Regueiro y Txato Iraragorri. Pero ninguno podía compararse con Lángara: ya para esos años era figura indiscutida en el Real Oviedo de Asturias (club en el que todavía es reconocido como el futbolista más importante de su historia). Había llegado al Oviedo en 1930 y allí vivió de cerca otro capítulo destacado del proceso revolucionario español de esa década, la insurrección obrera que derrotó al ejército y constituyó una comuna en octubre de 1934.
Pero ya a mediados de la década, desatada la ofensiva fascista y la guerra civil, Euskadi sufrió una durísima caída en manos de las tropas de Franco en junio de 1937 tras los bombardeos a Guernica (con la participación de la aviación nazi de HItler) en abril de ese año, episodio inmortalizado por la representación de Pablo Picasso. Eso llevó a que los futbolistas de la selección de Euskadi optaran por exiliarse, realizar una gira por América y recorrer cada rincón para denunciar las atrocidades del franquismo contra euskal herria (el pueblo vasco) y además para poder recaudar fondos para otros exiliados. Primero llegaron a Cuba, donde había una importante colectividad vasca y para 1938 fueron recibidos en México. Allí la liga mexicana de fútbol permitió a este conjunto de futbolistas participar con su equipo: como se trataba de un torneo de clubes del área metropolitana de Ciudad de México, se constituyeron como Club Deportivo Euzkadi. Salieron subcampeones de la temporada 1938-1939 detrás de -vaya paradoja- de Club Asturias. Lángara convirtió 19 goles en 11 partidos.
Ídolo eta goleatzailea Boedon (ídolo y goleador en Boedo)
Isidro Lángara llegó a San Lorenzo con el campeonato empezado y tras un tironeo con River: el club de Núñez también quería al goleador. Pero aparentemente buenas relaciones de algún dirigente cuervo con representantes de la colectividad vasca en Argentina ayudaron a encarrilar la gestión para el lado azulgrana. El crack vasco debutó con sus 4 goles contra River en la décima fecha de un campeonato en el que se iba a coronar como campeón Independiente, que tuvo también al goleador del torneo -Arsenio Erico- pero el vasco sanlorencista se ubicó en el segundo lugar con 34 tantos. En la temporada siguiente, la de 1940, rompería redes para consagrarse máximo artillero con 33 goles.
Aunque no llegó a conquistar ningún título con el Ciclón y pese a haber jugado relativamente pocos torneos para lo que se acostumbraba en la época, Isidro Lángara se metió en el estrellato azulgrana. En 122 partidos marcó 110 goles. Se volvió a México en 1943, pero quedó como el goleador de San Lorenzo con mejor promedio de la historia en relación a la cantidad de partidos jugados. Y más allá de las estadísticas, su potencia y su carisma se hicieron tapa de la revista El Gráfico en incontables ocasiones y leyenda para siempre en Boedo.
En 1955, ya retirado y establecido en el Estado Español, retornó a San Lorenzo para una breve experiencia como DT. No tuvo trascendencia pero no empañó para nada el cariño de la gente con su ídolo de los años ´40. Falleció el 21 de agosto de 1992 con 80 años.
Como siguiendo los pasos de aquel vasco que conmovió al fútbol argentino hace 85 años, Iker Muniain estuvo al borde de River pero cayó en San Lorenzo. Recién arranca, todavía es muy prematuro diagnosticar, pero ¿quién le quita la ilusión al pueblo cuervo?