En un escenario político marcado por la incertidumbre, la burocracia sindical se prepara para el ajuste. La distancia sideral entre la casta política y el pueblo trabajador. La izquierda como alternativa.
Martes 15 de septiembre de 2015
A semanas de las elecciones generales una preocupación asalta al personal político de la clase dominante: la celeridad y certeza del escrutinio provisorio el 25 de octubre. Tucumán y Santa Fe mostraron que demoras y fraude van de la mano.
Los límites del sciolismo para ampliar la brecha que lo separa hoy de Macri –apenas diez puntos- configuran un escenario al cual el oficialismo no quisiera llegar: el de superar la brecha del 10% por escaso margen y no poder imponerse claramente en primera vuelta. Cualquier “confusión” que surgiera, en caso de segunda vuelta, aportaría agua al molino del rival. En la oposición “republicana” las mentes más afiebradas sueñan con una suerte de “vacío de poder”, algo en general inadmisible para el esquema político del peronismo.
Así y todo, ese escenario de incertidumbre es uno al que el gobierno nacional prefiere escapar. De allí que buscará tomar todos los recaudos para evitarlo. Si no se puede ganar en primera vuelta, hay que evitar que se convierta en una crisis política mayor que alimente la unidad del voto opositor en noviembre.
Crujidos gubernamentales
La coalición oficialista ingresó a la carrera hacia octubre con problemas. Las promesas hechas se esfumaron en el aire, como ilustró hace días Martín Rodríguez en La Política Online, señalando que “muchos se preguntan tras el resultado de las PASO de agosto por qué fue Scioli el elegido si, supuestamente, no trajo los votos que prometía”.
De allí que, desde el 9 de agosto, una “mini-guerra” sacude al FpV. A las treguas y declaraciones de apoyo presidencial, suceden los ataques y condicionamientos a Scioli. Las tensiones ponen de manifiesto la amplitud del “proyecto”, que tiene un solo candidato pero muchas “doctrinas”.
Los sciolistas se esfuerzan por volcar la balanza hacia el centro político. La foto de Gustavo Marangoni- titular del Banco de Buenos Aires- compartiendo un asado junto a figuras del PRO y el FR sacudió el tablero. Pero dio cuenta la necesidad del sciolismo de trascender el estrecho límite del “núcleo duro” oficialista.
Desde lo que alguna vez se llamó kirchnerismo “duro”, se lanzan golpes hacia el sector del ex motonauta. Este domingo fue Horacio Verbitsky quien salió a marcarle la cancha a Gustavo Ferrari, Asesor General del gobierno de Buenos Aires, por participar de un encuentro donde se debatirá por dar lugar a las Fuerzas Armadas en la represión interna, pedido no tan mal visto en sectores sciolistas.
Cada quien busca arrimar alguna gota de agua hacia su molino. El sciolismo se juega a superar su limitada performance en las PASO. El kirchnerismo a “condicionar” a un futuro gobierno de Scioli. Unidad y pelea al mismo tiempo. Un juego de suma cero que mantiene estancado al oficialismo.
Tensiones sociales y alineamientos burocráticos
Que el “ajuste” se haya convertido en el principal tema de la agenda de los presidenciables habla del agotamiento del “modelo”.
Que los candidatos se rasguen las vestiduras diciendo que no habrá ajuste no convence a nadie. Así, después de años de ataques mutuos, la burocracia sindical hizo la semana pasada una suerte de cónclave en camino a la reunificación. O así intentan presentarlo. Faltaron Caló y Barrionuevo, emblemas de oficialismo y oposición. Pero el rejunte tuvo su peso, aunque es temprano para saber si cuajará o no en unidad.
Las declaraciones completaron el combo. Quedó en evidencia que los dirigentes “vislumbran un escenario de ajustes, devaluación y suba de tarifas después del 10 de diciembre” y, frente a eso, “quieren demostrar que, juntos, son garantía de paz social”. Algo que han demostrado otras veces pero que, ante el desarrollo de la izquierda clasista en franjas del movimiento obrero, puede no terminar siendo así.
Ante las tensiones sociales que empiezan a emerger, la burocracia sindical apuesta a sostener su rol de garante de la estabilidad para la clase capitalista.
La casta millonaria y el desencanto
Córdoba mostró un cuestionamiento a la partidocracia tradicional, bajo la forma del apoyo a Tomás Méndez, un “outsider” de la política salido del periodismo, que logró un buen desempeño electoral en base a la denuncia al PJ y la UCR, y a una campaña millonaria cuyo origen se desconoce aunque se rumorea que salió de arcas sciolistas.
Con diferencias, de manera contradictoria y afectando actores en cada régimen provincial, ese fenómeno se expresó a izquierda y a derecha. Por solo citar dos ejemplos, hacia la derecha, contra los viejos barones del Conurbano bonaerense, emergieron “nuevos” barones –del viejo peronismo- y la “nueva” derecha del PRO.
Por izquierda, en Mendoza, se expresó en la enorme votación al Frente de Izquierda y a la figura de Nicolás del Caño, poniendo de relieve esa crisis de las fuerzas políticas tradicionales para canalizar el descontento de amplios sectores.
Esta crisis de la “vieja política” se nutre del estrecho entramado entre esa casta -prescindiendo del signo político- y el empresariado. Ligazón que alcanza incluso a los grandes narcotraficantes, como se evidenció en Córdoba y Santa Fe.
Surge también del carácter oligárquico de esa casta. Este lunes se conoció, a través del sitio Cronista.com, el patrimonio de los candidatos presidenciales. Con la sola excepción de Nicolás del Caño, todos superan el millón de pesos, y en el extremo superior se ubica Macri con la suma de $61millones. Una confirmación “monetaria” de las abismales diferencias que los separan del pueblo trabajador.
La izquierda, el ajuste
Las variantes políticas mayoritarias comparten intereses sociales y un programa para que una salida al estancamiento económico a costa del pueblo trabajador. Compartan también la defensa de un régimen político completamente antidemocrático basado en mecanismos fraudulentos y en el clientelismo a gran escala que, a pesar de permitir votar una vez cada 2 o 4 años, consagra la dominación de la minoría social de los grandes capitalistas.
La izquierda plantea un programa opuesto de conjunto, para afectar los intereses del gran empresariado, planteando una perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad, que solo puede materializarse mediante la acción de la clase trabajadora y el pueblo pobre. En ese camino, es central la tarea de apostar a recuperar las organizaciones sindicales y convertirlas en herramienta para la lucha de clases.
La izquierda viene apoyando y siendo protagonista activa de peleas como la de los trabajadores de Coca-Cola y LAN, en pos de que triunfen. De darse esos triunfos aportan a preparar mejores condiciones para enfrentar el ajuste que buscarán descargar Massa, Macri o Scioli.
Frente a ellos, en octubre, la fórmula presidencial del FIT, con Nicolás del Caño y Myriam Bregman, aparece como verdadera alternativa para fortalecer un polo político en defensa de los intereses del pueblo trabajador.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.