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¿Un modelo chavista para una nueva izquierda en Chile? Debate con Benjamín Infante y el “retorno”del pensamiento de Marx

Rafaella Ruilova

Gabriel Muñoz

¿Un modelo chavista para una nueva izquierda en Chile? Debate con Benjamín Infante y el “retorno”del pensamiento de Marx

Rafaella Ruilova

Gabriel Muñoz

Ideas de Izquierda

En esta ocasión queremos polemizar con el artículo “El necesario retorno de la ideología de la nueva izquierda” del profesor Benjamín Infante militante de Izquierda Libertaria, publicada en Revista Rosa, el cual si bien busca responder a preguntas necesarias como ¿qué análisis hacer de la situación global? o ¿En qué proyecto se debe apoyar una nueva izquierda?; lo hace por medio de un ejercicio que se encuentra en las antípodas de un análisis concreto, lo que lo lleva a afirmar que China representaría una vía para la independencia de América Latina; así como a hacer una comparación grosera de la primera tentativa de gobierno obrero, la Comuna de París, con la República Bolivariana de Venezuela y el régimen chavista.

Por fuera de un análisis concreto de la lucha de clases, y por medio de un ejercicio de tergiversación teórica principalmente de Lenin, Infante busca “teorizar” los fundamentos que sustentarían que la izquierda tendría que luchar por una vía chavista. En este artículo, buscamos discutir con los postulados teóricos y políticos que presenta el autor, principalmente porque reedita la ilusión de que dentro del Estado capitalista pueden florecer tendencias hacia el socialismo.

Capitalismo chino: ¿solución o problema?

Benjamín Infante parte caracterizando que la crisis actual es una crisis estructural del capitalismo y que es pertinente volver a las ideas de Marx, con lo cual acordamos, pero renglones más abajo sostiene una hipótesis que merece ser refutada:

“(…) en el concierto internacional está sonando música de despedida para Estados Unidos que comienza a perder su sitial de superpotencia global. Enfrente emerge, con cada vez más fuerza, una economía China como la ordenadora de un mundo multipolar que abre a nuestra América un espacio para subvertir la dependencia.” [1]

La idea que expresa Benjamín Infante es propia de sectores “progresistas” que presentan una una visión apologética de las bondades del capitalismo chino, debido a las altas tasas de crecimiento que presentó desde 1978 al 2011, es decir, desde las reformas capitalistas, que implicaron la apertura de inversión extranjera directa, la flexibilización del sistema de precios, y la entrada en el mercado laboral de una gran masa trabajadora.

Pero lo que poco se dice, cuál ha sido el rol objetivo de China en términos económico y sobre qué bases se desarrolló. Durante las décadas de los 80 y 90, época de su mayor crecimiento industrial, cumplió un rol de maximizar la tasa de ganancia de las transnacionales que se instalaron en China, así como de aumentar la tasa de ganancia de la clase capitalista a escala global. Esto sobre la base de la sobreexplotación a la clase trabajadora que, controlada por el ejército, y por el PC chino en sus sindicatos logró reducir el valor de la fuerza de trabajo siendo una gran presión para esa tendencia a escala global, lo que implicó un aumento de la extracción de plusvalía para los capitalistas

Pero China no solamente se industrializó en base a una mano de obra barata sino también en base de carbón barato. China es una gran aspiradora de recursos primarios extractivos y eso condiciona su relación con África y con América Latina. Es el primer comprador global de carbonato de litio, el primer importador global de petróleo y el segundo consumidor global, el primer consumidor global de carbón, es uno de los primeros en cuanto a gas, el primer consumidor mundial de energía y energía eléctrica, uno de los primeros de cobre, estaño, zinc, etc.

La relación con Latinoamérica, como socio comercial, tiene la base de vínculos de importación y exportación, que crezca como destino de exportaciones chinas y que crezca como origen de importaciones. Pero, América Latina no era un destino muy importante para China hasta el año 2008, cuando esta emite un documento, conocido como el libro blanco de las relaciones de China hacia América Latina, donde propone para la región una relación tradicional basada en la integración de América Latina, en la división internacional del trabajo, un esquema de ventajas comparativas clásicas en el marco de la dinámica capitalista.

En pleno desarrollo de la crisis de 2008, la Reserva Federal de EE.UU baja las tasas de interés, con el objetivo de fomentar el flujo de capitales en América Latina y así generar nuevos nichos de acumulación. Esta operación significó al mundo poder acceder a un dólar más barato, influyó en la tasa cambiaria y por tanto permitió a inversores tener una mejor tasa de retorno en la región, cuestión que lejos de cimentar la hegemonía yankee en América Latina de forma absoluta, abrió las puertas para una entrada más agresiva del mercado Chino no desde una perspectiva desarrollista para las economías latinoamericanas, sino que todo lo contrario, generó una tendencia a la monoproducción de materias primas y de bajo contenido tecnológico. Las relaciones comerciales en este sentido siguieron el patrón clásico de centro-periferia. [2]

A su vez, existen múltiples empresas transnacionales como la Corporación Nacional de Petróleo de China que realiza exploración y extracción del recurso en países como Perú, Venezuela y Brasil [3], y en variados países de Asia, instalando el modelo de trabajo chino conocido por altas tasas de explotación. [4] [5]

Por tanto China, lejos de ser parte de la solución de la “independencia” de América Latina como nos presenta Infante, es parte del problema, manteniendo su dependencia y carácter de economías rentistas exportadoras. China, es una de las economías más poderosas del mundo y cuya inserción en el mercado mundial se dio a través de relaciones comerciales con países más atrasados económicamente. En este sentido China representa un capitalismo donde el Estado y la burocracia del PC chino juegan un rol central, y donde exporta sus capitales actúa con rasgos imperialistas. [6]

Rescatar el pensamiento de Marx es pensar las premisas objetivas de la revolución en el siglo XXI

Nos parece curioso que el rescate que realiza Infante de Marx sea sin pensar más científicamente el período histórico imperialista del capitalismo hoy y el marco estratégico para la clase trabajadora en este siglo.

La crisis que comenzó el 2008, es la de un modelo de acumulación capitalista que surge en los años 80 con el restablecimiento de la hegemonía de la burguesía por medio de diversos proceso contrarrevolucionarios en el mundo para hacer ataques al trabajo y asegurar así una transferencia de recursos del trabajo hacia el capital. En términos de la lucha de clases, este modelo se asentó sobre la derrota de los procesos revolucionarios que se vivieron entre 1968 a 1981. En términos económicos la caída de los ex Estados “socialistas” burocratizados de Europa y Asia abrió una restauración capitalista en casi la mitad del globo, lo que permitió la libre “reproducción” del capitalismo, cayendo las barreras de inversión de la banca, de aseguradores y comercio interno y mundial en aquellos países. La tendencia global fue la de liberalizar el comercio. [7]

Esto generó una nueva división internacional de trabajo, nunca antes vista en la historia, doblando la mano de obra a nivel mundial, incorporando a la producción manufacturera internacional a países de la periferia para valerse de la explotación intensiva de fuerza de trabajo, acrecentando la competencia entre trabajadores de todas las naciones, dividiendo su fuerza, para así desmoralizarla y aumentar la plusvalía absoluta. Generando nuevos nichos de acumulación, donde la incorporación tanto de Rusia como de China al mercado mundial cumplió un rol muy importante. Fue en ese marco, donde la burguesía a nivel internacional buscaba ponerle fin a la perspectiva de la revolución obrera y socialista, donde el único horizonte posible fuera la democracia liberal, una frase que sintetiza bien esta idea es “el fin de la historia” de Fukuyama.

El periodo de restauración burguesa, que implicó un enorme golpe a la clase obrera a nivel internacional, empezó a mostrar a todas luces sus límites desde que que se abrió la crisis capitalista en el 2008. Más de 30 años sin revoluciones, han implicado un retroceso en el pensamiento estratégico, y muchos sectores de izquierda renunciaron a la perspectiva la emancipación social y la posibilidad de la revolución obrera y socialista, muchos incluso negaron por años la existencia de la clase trabajadora.

Pero lejos de acabarse las premisas objetivas de la revolución, lo que ocurrió fue una enorme contradicción entre la subjetividad golpeada y mermada, y la crisis estratégica, con la enorme extensión como nunca antes visto en la historia de la clase trabajadora, que si bien se re-configuró, sigue encontrándose en las posiciones estratégicas de la economía. Si algo ha evidenciado la crisis y la pandemia actual es que sin trabajadoras y trabajadores la economía no se mueve, y que cumplen un rol fundamental para responder a las necesidades sociales. También se ha puesto más en evidencia, que la única salida posible que el capitalismo le puede dar a la crisis es en base a cargársela a la clase trabajadora y los sectores populares.

La clase trabajadora, sigue contado con una enorme fuerza social, potencial para doblegar al capital, a sus gobiernos y a sus Estados. En este punto Infante se aleja completamente de Marx, desplazando el rol central de la clase trabajadora, y en una apropiación acrítica de Carlos Pérez, sitúa a la burocracia como “la próxima ’clase’ dominante que “reemplazará a la burguesía en la gestión de la democracia”. Lo que evidencia, entre otras cosas, que veremos más adelante, que a lo que renuncia el autor del artículo, es a la perspectiva de una revolución social que mine las bases económicas del estado burgués.

Pero la discusión sobre las premisas objetivas de la revolución y por ende, de si la batalla es por reformar el capitalismo o por una perspectiva revolucionaria, no es nueva, el marxismo revolucionario se desarrolló justamente en la lucha implacable contra concepciones que planteaban la posibilidad de llegar al socialismo en un tránsito pacífico en los márgenes del régimen capitalista. Es el caso de la polémica realizada por Rosa Luxemburgo a Eduard Bernstein a principios del siglo XX. El viejo dirigente socialista alemán con una visión estrecha e impresionista por el ciclo de crecimiento económico capitalista de fines del siglo XIX en donde sectores obreros de Europa habían conseguido una mejora relativa de su nivel de vida, planteó que el capitalismo tenía un crecimiento armónico, negando así una premisa objetiva, y una de las bases de la teoría de Marx del capital: que las crisis capitalistas son propias de su dinámica. Rosa Luxemburgo combatió tajantemente esta visión, por lo que implicaba estratégicamente: la renuncia a la lucha independiente de la clase trabajadora por la conquista del poder, que implicaba derrocar el poder burgués. Rosa acusaba a Bernstein de revisionismo, pues, rompía con el pensamiento marxista respecto a las tendencias entre el capital y el trabajo, su teoría de las crisis capitalistas, y su visión de la clase obrera: de cooperación con el capital en vez de una orientación de ruptura para el proletariado.

Y si bien Infante, a diferencia de Bernstein, correctamente afirma por lo menos de palabra que las crisis capitalistas son un problema endémico, propio de la dinámica capitalista, se le olvida al instante al creer que un crecimiento armónico económico aún sería posible a partir del desarrollo chino o bien creyendo que este podría por sí sólo llevar a un nuevo sistema multipolar del capitalismo permitiendo para los trabajadores latinoamericanos una “independencia” económica.

Un balance de la experiencia venezolana: administrar o destruir la maquinaria del Estado capitalista

Benjamin Infante afirma que la estrategia de ruptura democrática requeriría de un populismo como fórmula “socialista radical” e identifica en el chavismo venezolano una -supuesta- expresión virtuosa de aquella fórmula.

Una de las bases teóricas sobre la cual se afirma el autor es la reedición de los planteos teóricos posmarxistas de la democracia plural o radical, referenciándose principalmente en Laclau y Mouffe, esta última sostiene que "siempre es posible cambiar las cosas políticamente e intervenir en las relaciones de poder para transformarlas” , despojando de su contenido de clase a los regímenes democráticos burgueses que como diría Lenin son la mejor envoltura de la dictadura del capital. Los teóricos posmodernos de la democracia plural reemplazaron la gran aspiración a la emancipación de la explotación asalariada, por un retorno de los “valores universales” de ciudadanía e igualdad, o “democracia”, que implicaría “radicalizar los valores de la modernidad” a través de otra “revolución democrática”. [8]

Desde esta perspectiva, su abordaje al problema de la hegemonía despoja al Estado y a la democracia burguesa de sus fundamentos objetivos: las bases económicas del capitalismo, la explotación asalariada, la opresión imperialista, las clases sociales y las relaciones de fuerza, para ubicarlos en el terreno de lo discursivo, revistiendo de un lenguaje seudosocialista, un concepción democrática radical sobre el Estado, que se encuentra en la antípodas de una concepción marxista. Así Infante intenta sustentar que Venezuela sería socialista por medio de una completa tergiversación de Lenin. Veamos:

El autor del artículo nos dice “Lenin plantea el necesario paso por la dictadura del proletariado, entendida como la ampliación de la democracia para los pobres, junto con la restricción de las libertades para los explotadores” [9]. Afirmando así, que la dictadura proletaria sería una supuesta “ampliación de la democracia” del Estado actual existente, junto con la “restricción de las libertades para los explotadores”, lo que elude y tergiversa Infante, es justamente el fundamento histórico y social del Estado, y por tanto, la tarea del proletariado frente al Estado burgués, que Lenin lo sintetiza de la siguiente manera:

si el Estado es producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza colocada por encima de la sociedad y que “se divorcia más y más de ella” resulta evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder del Estado creado por la clase dominante y encarnación de ese “divorcio”

En las propias palabras de Lenin, vemos que de lo que se trata la dictadura proletaria, no es como nos dice Infante de una mera “ampliar la democracia para el pueblo”, que sin plantear el problema de la destrucción del Estado burgués queda en una ampliación democrática en los márgenes de la esclavitud asalariada, de la dictadura del capital, haciendo eco de su separación entre lo social y lo político de su rescate posmarxista; sino, que se trata de suprimir el aparataje que resguarda el poder de la burguesía y por tanto su dominación, por medio de una revolución violenta que destruya el aparato del poder del estado, lo que implica derrotar el Ejército regular y la policía que son los instrumentos fundamentales de su poder, el denominado “destacamento especial de hombres armados”.

Pero el autor del artículo nos podría decir que aborda el problema en cuestión citando el siguiente pasaje de su propio escrito: “la dictadura del proletariado, la “organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para aplastar a los opresores, no puede conducir únicamente a la simple ampliación de la democracia”, sino que, en ese transcurso, debe conducir la sociedad tendiendo siempre a la socialización del hacer económico y político para la “extinción del Estado”. Pero lo que nuevamente elude y omite Infante, es la necesidad de la revolución proletaria, de la derrota de la burguesía, reduciendo el problema a una supuesta “socialización del hacer económico y político”, sin siquiera mencionar la necesidad de la expropiación de los expropiadores, que va mucho más allá de “restringir las libertades para los explotadores” como si se tratara de una “restricción derechos” civiles en una ley, en el papel, en donde cabe todo tipo de discurso; muy por el contrario de lo que se trata es de ponerle fin a la explotación, por medio de la expropiación material de la propiedad privada de los medios de producción para su traspaso a un nuevo Estado, uno proletario, como decía Marx: la dictadura de la mayoría sobre la minoría, sobre la base de la expropiación de la propiedad privada.

Infante toma a Lenin y a Marx para quitarle todo su filo revolucionario, eludiendo las principales lecciones del marxismo revolucionario extraídas de los mayores embates de la lucha de clase hasta esa fecha (antes de la revolución rusa), donde cumplió un rol destacado la acción heroica de las y los comuneros en París en 1871. Así, sin más ni menos, en el acto de mayor tergiversación teórica e histórica de su texto, afirma que “Efectivamente, como señala Marx cuando se refiere a la Comuna de París como un ejemplo de dictadura del proletariado, su carácter distintivo, así como el de la República Bolivariana de Venezuela, es que el pueblo se constituye como un ‘pueblo en armas’.

Por fuera de toda lectura de la realidad concreta, Benjamin Infante, compara la primera tentativa de gobierno obrero que construyó la Comuna de París con la República Bolivariana de Venezuela, por ser según su visión, ambos ejemplos de “dictadura proletaria” basado en “un pueblo en armas”. Veamos a la luz de los hechos como esta afirmación se cae a pedazos.

¿Qué es la experiencia de la República Bolivariana de Venezuela? Si bien el “punto de quiebre” del crecimiento neoliberal fue la burbuja inmobiliaria de 2008 en EEUU, antes de ella ya habían proceso de lucha de clases que impugnaban su orden global. Es el caso de los levantamientos populares de Venezuela el año 89 contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y las medidas de ajuste, las privatizaciones y regulación neoliberal de las tasas de interés que había acordado con el FMI y el gobierno de Bush padre. Las masas venezolanas derrotaron estos planes imperialistas pero sobre ellas se colocó la figura de Hugo Chávez un militar nacionalista con retórica socialista. Pero lo que realmente instaló fue un gobierno posneoliberal, que contó con el voto popular, basado en el uso de la renta petrolera para extender planes sociales. [10]

En primer lugar hay que reconocer de manera evidente que en Venezuela no hubo destrucción del “aparato estatal previamente existente”. Por el contrario, es uno de los países de la región en donde más el aparato estatal se ha fortalecido adquiriendo todas las formas del bonapartismo: militarización de la vida cotidiana, regimentación de organizaciones sociales como los sindicatos, donde se persigue cualquier tendencia disidente. Es decir, todo lo contrario a la Comuna de París, que según Marx, la mayor gesta de los trabajadores y artesanos parisinos del ’71 fue haber encontrado su fórmula de gobierno propio. La Comuna surgió a partir de la disgregación del aparato estatal existente, se abolió la policía y se tomó las armas del ejército. En su corta duración la comuna funcionó en base un consejo que fusionó las funciones ejecutivas y legislativas, y cuyo principio era la democracia obrera: todo funcionario recibía el salario de un obrero promedio, los jueces fueron electos popularmente. Esto dista bastante de los privilegios que goza la casta burocrática del chavismo, mientras el pueblo venezolano es azotado por la carencia material.

La mistificación del discurso chavista respecto de las transformaciones estructurales realizadas por la “revolución bolivariana” ha quedado en evidencia: el carácter rentista de la economía siguió sin alterarse y, una vez más, mostró sus efectos devastadores sobre las masas populares cuando los precios del petróleo van a la baja. La burguesía venezolana siguió y sigue teniendo el control de la economía. Incluso se desarrollaron nuevos sectores capitalistas de la mano del chavismo, la llamada “boliburguesía”. El propio Maduro ha señalado que en Venezuela siguen operando más de 3.000 empresas estadounidenses. Las expropiaciones realizadas por Chávez fueron con pago de indemnizaciones muy onerosas. Las estatizaciones del chavismo, al no ser parte de un plan de conjunto resuelto democráticamente por los trabajadores, no fueron un puntal para una superación de la dependencia “rentista” de la economía nacional. Todo lo contrario. En manos de una burocracia estatal completamente inoperante y frecuentemente corrupta han desacreditado la idea misma de la nacionalización de la economía ante amplios sectores de las masas. Incluso Sidor, expropiada con una generosa indemnización al grupo Techint de la Argentina, quedó virtualmente paralizada. Siendo la principal siderúrgica de Venezuela, la desidia estatal y burocrática redujo su producción a un mínimo. Y, lejos de avanzar el país hacia una real socialización de los medios de producción, en los últimos años se ha incrementado la presencia en el país del capital extranjero, ligado a la explotación del petróleo y del conjunto de los recursos naturales. La crisis de Venezuela no es por ser una economía socialista, sino justamente por no serlo.

Ruptura democrática sin ruptura con el capitalismo: la dialéctica de las tareas democráticas y las tareas socialistas

Infante también recomienda imitar la estrategia del chavismo pues -supuestamente- en su populismo [11] con “vocación de pueblo” habría una tendencia hacia el socialismo. Describe una fase “socialista política” en Venezuela, como base para una etapa “socialista económica”:

Una de las grandes ideas que dejó el comandante Chávez es el fuerte impulso a la socialización del poder político para la construcción de la organización política comunista de la sociedad, incluso antes de desarrollar las transformaciones socialistas en economía. Como una manera de que el pueblo entienda, defienda y protagonice las transformaciones al régimen burgués de propiedad. Hoy, en Venezuela, se da la contradicción sobre la que no me referiré en este texto, entre escandalosos monopolios de importantes áreas de la economía nacional, y un desarrollo político organizativo popular muy importante. Más allá de ese caso específico, lo que quiero graficar, es que la viabilidad del proceso está justamente en realizar las transformaciones socialistas del Estado como forma de organización política de la sociedad, para hacer sostenibles y posibles las transformaciones económicas. [12]

En su análisis resalta la ilusión de que las tareas democráticas las puede resolver el Estado capitalista existente sin alterar su base económica. Autonomiza la esfera de lo social con lo político. Un gran contraste con el pensamiento de Marx que hoy no sólo es pertinente por su capacidad para analizar las tendencias del capitalismo sino también porque es un pensamiento que une “lo social” (liberación del proceso vital de la sociedad de las cadenas de la explotación) con “lo político” (liberación de los hombres de sus semejantes). Marx aplicó este método brillantemente en su balance de las revoluciones de 1848. En 1850 escribió:

Mientras que los pequeños burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápidamente que se pueda, después de haber obtenido a lo sumo las reivindicaciones antes mencionadas, nuestros intereses y nuestras tareas consisten en hacer la revolución permanente hasta que sea descartada la dominación de las clases más o menos poderosas, hasta que el proletariado conquiste el poder del Estado (…) Para nosotros no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva. [13]

El descubrimiento de Marx en la experiencia viva de la lucha de clases fue que la clase trabajadora no podía esperar que sus objetivos históricos se realicen depositando confianza en la burguesía y pequeño burguesía, para lograr de manera íntegra los derechos políticos y las reivindicaciones económicas de los obreros. Y que la tarea de los trabajadores era hacer “la revolución permanente”, es decir, resolver las tareas democráticas y pelear al mismo tiempo por las tareas socialistas, y la abolición de la propiedad privada. Para Marx los trabajadores no podían detenerse en una etapa democrática con la burguesía, sino que la revolución democrática sólo podía llevarse a cabo por medios socialistas. Esta fue la primera formulación del término "revolución permanente" antes de su desarrollo y elaboración por Trotsky y otros marxistas en el s. XX, ya en condiciones de capitalismo imperialista, distintas a las que tuvieron que afrontar Marx y Engels.

¿El chavismo como régimen de gobierno o como corriente política ha promovido una economía tendiente hacia la socialización de la economía? En realidad todo lo contrario. El uso de la renta petrolera, que estuvo condicionada por el crecimiento de China y Rusia, permitió realizar concesiones al pueblo por medio de una redistribución del gasto público, pero, conservando las bases de una economía basada en la propiedad privada, incluyendo a los empresarios que resurgieron ligados al gobierno (conocidos como la boliburguesía) [14], incluyendo que la deuda externa del Estado siguió pagando sagradamente enormes sumas de dinero al imperialismo. Lo que menos hay en Venezuela fue una “ruptura democrática” o una “democracia plural o radical”, por el contrario se trata de un régimen autoritario y anti democrático sobre las masas. [15]

Y mucho menos la clase trabajadora ejerce su hegemonía. El legado de Chávez no abre espacio entonces al socialismo sino todo lo contrario: abrió camino una economía más rentista, más capitalista y más explotadora, y a un tipo de régimen ajeno a la autodeterminación de la clase trabajadora. [16]

Lo curioso de Infante, es que omite la lógica permanentista de la revolución presente en el pensamiento de Marx, el tránsito ininterrumpido entre lo democrático y lo socialista y el papel hegemónico del proletariado en su resolución, cuestiones que en el capitalismo imperialista cobraron centralidad. Esto puede confundir enormemente a los trabajadores en su experiencia propia sembrando la ilusión de que cambios de régimen político, pero manteniendo el Estado capitalista, permite avanzar hacia la “democracia” en general cuando no es así.

La teoría revolucionaria de León Trotsky, planteada originalmente para el contexto de Rusia pero generalizada en el período de posguerra, fue la actualización a las lecciones revolucionarias en las condiciones de la época imperialista. En ella el revolucionario, desde la primera revolución rusa de 1905, sostuvo que incluso en un país donde el proletariado constituía una minoría como Rusia, su hegemonía era condición para la “resolución íntegra y efectiva” de los fines democráticos. Esta conclusión surgía por la relación estrecha (permanente) entre la realización de las libertades y derechos políticos, y las transformaciones socio-económicas estructurales más generales que eran condición para su desarrollo. Para el caso de Rusia: entre la lucha contra la autocracia y la cuestión de la tierra. [17]

El pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Trotsky en este sentido se trata de una lógica inversa a la democrático-liberal, que justamente consiste en separar ambos aspectos. El pensamiento de Trotsky fue tergiversado por el estalinismo [18], justamente porque el revolucionario en vida representaba la lucha por recuperar los consejos obreros y la democracia obrera soviética como condición para la revolución internacional. Por representar esas ideas fue perseguido y luego asesinado por la burocracia estalinista.

La revitalización del marxismo revolucionario al calor de los nuevos acontecimientos

Conceptos como “Estado llano”, “semi Estado”, “fase socialista eminentemente política” o “ampliación de derechos” se encuentran flotando en el aire sin una historia que los sustente por debajo. Esta es una manera unilateral de entender el marxismo. Autonomizar los conceptos para sacarlos de sus contextos reales entra en el reino de la metafísica, el método al que Marx había renunciado tras sus estudios de Hegel. Marx y Engels declaran en el Manifiesto Comunista que el motor de la historia es la lucha de clases. ¿Para nuestros efectos que significa esto? Que el método marxista busca construir conceptos y generalizaciones teórico-políticos y estratégicos a partir de casos concretos de procesos sociales de choques entre las clases y todo el proceso contradictorio de construcción de una sociedad de clases. Para el caso de Infante todas las categorías marxistas se encuentran separadas de su contexto de creación. Por lo mismo hay una unión forzada y discursiva entre Lenin y el militar Chávez.

En el análisis de Infante la lucha de clases no posee ningún valor. Pareciera extinta. Cuando para el pensamiento marxista la “correlación de fuerzas” entre las clases y la actividad del proletariado es decidora para entender o no la posibilidad de un avance hacia el socialismo. De ahí también la concepción de partido de Lenin, “partido de esclavos y esclavas insurrectas”, un partido que se prepara para la revolución en batallas físicas como las huelgas, y luchas políticas que unen la lucha contra la opresión con la lucha por la revolución socialista. Aquí encontramos otra tergiversación de Lenin por parte de Infante:

Lenin pensaba que eran las capas medias pequeño burguesas las que tenían las facilidades para la adquisición de la conciencia socialista en el capitalismo, ya que al ser éste una dictadura, marginaba al pueblo llano del pensamiento y ejercicio político. [19]

La teoría de Lenin sobre el partido revolucionario se basaba no en un reconocimiento unilateral de las condiciones intelectuales de las capas medias. Todo lo contrario. La idea central de su pensamiento en estos términos se basaba en la necesaria fusión del pensamiento marxista con la vanguardia proletaria en base a la experiencia misma de la lucha de clases, para que la clase trabajadora tome conciencia de su tarea histórica. Es decir, el objetivo es un partido obrero de vanguardia capaz de influenciar a capas amplias de la sociedad, pero cuyo método no se basaba en lo que un pequeño burgués tenía que “recomendar” o “enseñar” a los obreros. Por el contrario. [20]

Engels en 1847 unifica qué rol tiene la lucha de clases y el programa de los revolucionarios. En una carta a Karl Heinzen describe que las tareas transitorias, inclusive las tareas democráticas, se conquistan y se defienden “con las armas del proletariado insurgente. Son posibles, a pesar de todas las dificultades e inconvenientes que alegan los economistas, porque todas estas dificultades e inconvenientes impelerán al proletariado a dar un paso tras otro hasta que la propiedad privada haya sido completamente abolida, para no perder de nuevo lo ya conquistado. Son posibles como pasos preparatorios, fases temporales y de transición hacia la abolición de la propiedad privada, y no van encaminadas a otra cosa”. [21] Como vemos en el pensamiento de Marx y Engels el programa de los revolucionarios debe fusionarse con las tendencias de la vanguardia obrera para que ésta tenga compresión de sus fines.

Que el motor de la historia siga siendo la lucha de clases no es un invento de los marxistas. Es un hecho científico. Nuevos acontecimientos en EEUU, las movilizaciones más grandes de la historia de ese país y que impugnan el racismo estructural del capitalismo yankee. Los trabajadores han entrado en una gimnasia de luchas sociales recientes. Las rebeliones y revueltas populares previas a la pandemia lo demuestran.

Pero, a la vez, sabemos que la lucha por sí sola no basta, que requiere estar precedida por una clara teoría y estrategia revolucionaria para ser victoriosa. Como planteaba Lenin, el partido es “la pluma que desequilibra la balanza”, busca condensar la experiencia de la lucha de clases anterior y la teoría revolucionaria, en conjunto a desarrollar práctica en la lucha de clases, con militantes que se preparen para forjar una tradición combativa en la clase trabajadora, que permita llevar a nuestra clase a la victoria. Procesos revolucionarios han habido y habrán sin partido revolucionario, lo que nunca ha habido es un proceso revolucionario triunfante sin partido, porque el arte de vencer es una tarea estratégica y esa se prepara. De ahí la necesidad de constituir partidos revolucionarios nacionales y una internacional revolucionaria, que sólo puede forjarse participando activamente en la lucha cotidiana de las masas y desarrollando constantemente la teoría y la estrategia revolucionaria.

En Chile la herencia neoliberal de la Dictadura militar profundizada por 30 años de democracia burguesa fue impugnada con total radicalidad por las masas en octubre y noviembre de 2019, un proceso truncado, pero no liquidado. Todos los partidos del régimen, incluyendo al FA y al PC apostaron por renovar el régimen de la mano con la derecha heredera del pinochetismo. Esa es la causa de la bancarrota del FA. Aún los trabajadores y el pueblo de Chile mantienen esperanzas en un plebiscito y una Convención que renovará la Constitución para que siga siendo capitalista y con ello mantener el poder económico en las 10 familias monopólicas y en un lazo con el imperialismo. La izquierda tiene nuevas tareas planteadas: resistir los despidos, pues la clase trabajadora es la única clase social creadora y su destrucción impide la superación de las contradicciones, lo que se pierde hoy no se recupera mañana. [22]

También nos toca buscar una salida efectiva al hambre y desempleo estructural por rol de las empresas nacionales, imperialistas y el gobierno. [23] En este sentido invitamos a los sectores que se reconocen de una izquierda revolucionaria a llevar estos debates a los espacios de reorganización de trabajadores, pobladores y estudiantes como los Comités de Emergencia nucleados en torno a hospitales y sindicatos, como una manera revolucionaria de preparar la reemergencia de la lucha de clases y que ésta vez existan organismos de auto organización. Que tiendan a la autodeterminación de los trabajadores y que aumente la moral en sus fuerzas.


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NOTAS AL PIE

[1Infante, B. (2020) El necesario retorno de la ideología de la nueva izquierda. Revista ROSA. Disponible en: http://www.revistarosa.cl/2020/06/22/2284/#_ftnref18

[2Sergio Martín Páez, El ascenso de China y su impacto en América Latina, Análisis económico, Celag.org, 7 de marzo de 2019.

[3Pinto, E. & Gonçalves, R. (2015). Globalização e Poder Efetivo: a ascensão da China. Economia e Sociedade (+UNICAMP. Impresso).

[4CEPAL (2016b). Relaciones económicas entre América Latina y el Caribe y China. Oportunidades y Desafíos.

[5Durán Lima, J. E., & Pellandra, A. (2017). La irrupción de China y su impacto sobre la estructura productiva y comercial en América Latina y el Caribe.

[7Albamonte, Emilio y Matías Maiello, En los límites de la “restauración burguesa”, Revista Estrategia Internacional, n° 27, 17 de febrero de 2011.

[8Laclau, Ernest. Debates y combates, México, Fondo de Cultura Económica, 2008; Laclau, Ernest. La razón populista, Buenos Aires y México: Fondo de Cultura Económica, 2005.

[9Infante, B. (2020) OP. CIT.

[10Arias Ángel: [Dossier] Rentismo, capitalismo dependiente, chavismo y revolución permanente
Parte 1: Excedente nacional, expoliación imperialista y “rentismo” en la etapa petrolera: https://www.laizquierdadiario.com.ve/El-cuento-de-nunca-acabar-o-quien-puede-sacarnos-del-atraso

[11Maiello, Matías. Chávez, “Perón y el socialismo del siglo XXI”, revista Lucha de Clases n°7, junio 2007

[12Infante, B. (2020) OP. CIT. El destacado en negritas es nuestro.

[13Marx, Karl, Mensaje del Comité Central a la Liga, marzo de 1850, en: Trotsky, León. La teoría de la revolución permanente (compilación); Argentina, Ediciones IPS, 2014; disponible en: https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe107.htm

[14Arias Ángel: [Dossier] Rentismo, capitalismo dependiente, chavismo y revolución permanente
Parte 2: El auge de la “industrialización” y las recurrentes contradicciones irresolubles del capitalismo dependiente, 3 de noviembre de 2019: https://www.laizquierdadiario.com.ve/El-cuento-de-nunca-acabar-o-quien-puede-sacarnos-del-atraso-y-la-dependencia-II

[15Marx, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte.(1852): en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm

[16Arias Ángel: [Dossier] Rentismo, capitalismo dependiente, chavismo y revolución permanente
Parte 3: El chavismo, la reincidencia en “el pasado” y la necesaria perspectiva de la revolución permanente:https://www.laizquierdadiario.com.ve/El-cuento-de-nunca-acabar-o-quien-puede-sacarnos-del-atraso-y-la-dependencia-y-III

[17Trotsky, León, Teoría de la revolución permanente, Argentina, Ediciones IPS, 2014.

[18En este artículo los postulantes de la "ruptura democrática" leen en Trotsky un supuesto sectarismo en su concepción de la "independencia política": Aguayo Bórquez, Claudio Ruptura democrática: Los desafíos de una nueva izquierda, Rebelión 27 de junio de 2014, Chile: https://rebelion.org/ruptura-democratica-los-desafios-de-una-nueva-izquierda/

[19Infante, B. (2020) OP. CIT.

[20Lenin, V.I. ¿Qué hacer? problemas candentes de nuestro movimiento en Lenin, Obras selectas, tomo uno (1898-1916), Argentina, Ediciones IPS, 2013.

[21Engels, Friedrich; “Los comunistas y Karl Heinzen”, publicado originalmente en Deutsche Brüsseler Zeitung nº 79 y nº 80, 3 y 7 de octubre de 1847. en: https://saludproletarios.files.wordpress.com/2018/02/heinzen.pdf

[22Puelma, Fabián, El legado de Piñera: un Chile con mayor cesantía, pobreza y peores salarios, 19 de junio: https://www.laizquierdadiario.cl/El-legado-de-Pinera-un-Chile-con-mayor-cesantia-pobreza-y-peores-salarios

[23Muñoz, Gabriel y Benjamín Lobos, Crisis económica, miseria y capitalismo en Chile: ¿Qué plan económico necesitamos?, Ideas Socialistas, Semanario 14 de junio de 2020: https://www.laizquierdadiario.cl/Crisis-economica-miseria-y-capitalismo-en-Chile-Que-plan-economico-necesitamos
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Rafaella Ruilova

Licenciada en historia y militante de Pan y Rosas

Gabriel Muñoz

Licenciado en Historia
Licenciado en Historia