Mientras Alemania y China ya tienen importantes rebrotes, en el Estado español han aparecido los primeros focos. Trabajadores migrantes temporeros, trabajadores de la industria cárnica y personal de residencias, entre los grupos más afectados. El rebrote se ensaña con la precariedad.

Josefina L. Martínez @josefinamar14
Miércoles 24 de junio de 2020 00:21
Hasta el momento, los medios han informado de brotes parciales en algunas localidades del Estado español como Bilbao, Huesca, Murcia y Lleida. En el caso de Huesca, cuatro comarcas tuvieron que retroceder a la fase 2. Uno de los brotes se confirmó en una empresa hortofrutícola, que terminó cerrando, ante la aparición de 14 casos de trabajadores contagiados este domingo. Según el Boletín Oficial de Aragón, este contagio comunitario está vinculado al "entorno laboral de trabajadores agrícolas temporales, tanto en explotaciones como en industrias". Se trata en su mayoría de jóvenes migrantes.
En Valencia, seis trabajadores de la empresa cárnica Uvesa dieron positivo por Covid esta semana. Los sindicatos denunciaron que durante toda la pandemia hubo en esta planta un número “alarmante” de bajas laborales. Desde CCOO aseguran que “no se respetaban las medidas de distanciamiento social” por lo que “era previsible que algo de este tipo pudiera pasar". En Lleida, el foco de rebrote se encuentra en una residencia de ancianos, con 13 residentes y cinco trabajadores infectados. Las residencias y el personal sanitario, con trabajadores y trabajadoras de la “primera línea” se encuentran entre los sectores más afectados durante la pandemia.
“Tengo que decir que va a haber brotes. Lo importante es que los tengamos controlados lo más rápido posible y que todos los que tengan síntomas reaccionen muy rápido yendo a los centros sanitarios. Lo importante es la rapidez”, ha sostenido este martes la vicepresidenta del gobierno español, Carmen Calvo, como si estuviera en la responsabilidad individual de la población prevenir un rebrote. En el caso de los temporeros de Huesca, la empresa ha culpabilizado directamente a los trabajadores, sosteniendo en los medios que los jóvenes se contagiaron fuera de sus instalaciones por haber participado de un “botellón” (termino utilizado para referirse a reuniones de jóvenes en la vía pública).
Sin embargo, si nos detenemos en analizar lo que ya está ocurriendo en otros países, para anticipar lo que puede ocurrir en el Estado español, es fácilmente verificable que muchos de estos brotes de contagio tienen un carácter de clase, marcados por el racismo y la precariedad.
En Alemania, que había dado por superado el Covid, un importante rebrote afecta especialmente a los trabajadores de un matadero de cerdos en la localidad de Gütersloh, en cuya planta más de 1300 trabajadores dieron positivo para Covid. Esto llevó al gobierno a confinar a más de 640.000 personas en las localidades cercanas. Durante el pico de la primera ola de la pandemia, otros mataderos habían funcionado como verdaderas “incubadoras” del virus, con un contagio muy extendido entre sus trabajadores. La industria cárnica alemana emplea sobre todo mano de obra migrante proveniente de los países del Este.
Lo mismo ocurre en Estados Unidos, donde la industria cárnica viene siendo un foco de altos contagios en diferentes Estados. ¿Por qué ocurre esto? Las condiciones laborales, de extrema precariedad, donde las patronales se “ahorran” la protección de los trabajadores, sin mantener distancias de seguridad, expuestos a bajas temperaturas durante largas jornadas, preparan las condiciones ideales para la propagación del virus. A este cóctel se le suma que en su mayoría son trabajadores migrantes, que muchas veces temen ser despedidos si protestan, o ser expulsados del país si son despedidos.
Una situación similar aparece en otros sectores “esenciales” como la industria agrícola, y el trabajo de recolección en el campo, o entre los trabajadores de la construcción, donde también la población migrante es importante.
El biólogo Rob Wallace señala, en base a estudios realizados en Estados Unidos, que el Covid tiene más incidencia en los sectores de la industria cárnica y el trabajo agrícola “cuya disciplina laboral y remuneración son remanentes de los días de la esclavitud”. Estos sectores “dependen de la mano de obra negra, latina e inmigrante. La demografía está impresa en las incidencias de COVID resultantes.
Incluso antes de COVID, cuanto mayor es la fuerza de trabajo latina, especialmente en la producción de alimentos y en los almacenes -los puntos calientes de COVID- más numerosos son los agravios registrados y menores los controles”.
El caso del norte de Italia, donde las patronales presionaron por mantener en funcionamiento las fábricas en plena pandemia, transformaron la región en foco de fallecimientos obreros, lo que indicaba también la composición de clase y racial del mapa del contagio del virus. En los mataderos alemanes o de Valencia, en la industria agrícola de Huelva, Andalucía o California, los trabajadores se han contagiado masivamente porque las patronales priorizan sus ganancias sobre las vidas.
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Si la primera ola del Covid golpeó especialmente a los barrios obreros y populares, a los trabajadores y trabajadoras más precarias de los sectores esenciales, a los migrantes sin derechos, el rebrote puede ser un segundo azote aún más duro ya que ahora se suma a los efectos de la crisis económica, la precariedad, el desempleo y la falta de recursos. Por eso, la formación de comités de higiene y seguridad sanitaria en todos los lugares de trabajo, elegidos democráticamente por los trabajadores y trabajadoras, es una medida urgente para evitarlo.
En el Estado español, desde el Gobierno aseguraban este martes que volverán a implementar confinamientos locales o generales, en caso de rebrote. Sin embargo, no se toma ni una de las medidas más urgentes para evitarlo. Porque las empresas, que siguen recibiendo ayudas mil millonarias por parte del Estado, están volviendo a su “normalidad” de trabajos precarios, sin todas las medidas de protección necesarias para los trabajadores, poniendo en riesgo a las plantillas y a sus familias.
¿Y cómo vamos a encontrar el sistema sanitario en caso de un rebrote? La realidad es que muy poco ha cambiado, ya que el Gobierno se niega a tomar medidas urgentes como nacionalizar sin pago las empresas de la sanidad privada que se han enriquecido a costa de la pública, contratar masivamente nuevo personal en los hospitales o reconvertir parte de la industria para la producción de respiradores y otros insumos.
En varias ciudades, el personal sanitario viene haciendo concentraciones cada semana en defensa de la sanidad pública, y, en varios casos, enfrentando intentos directos de privatización o los despidos de parte del personal contratado durante el pico de la pandemia, como ocurre con las trabajadoras de limpieza del Hospital Gregorio Marañón o los médicos residentes de Madrid, que convocan una huelga para julio. Unir la lucha de los trabajadores de la salud con la organización de los trabajadores y trabajadoras esenciales mediante comités de seguridad e higiene en los lugares de trabajo, así como la lucha por imponer medidas de emergencia como las que señalamos, será clave para poder enfrentar una nueva ola del virus, que se combinará con la crisis social que ya se descarga sobre la clase obrera, las personas migrantes y la juventud precaria.

Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.