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Red Internacional
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Cultura. Un paseo por los búnkers del Carmel

A 260 metros de altitud y con unas vistas de 360º de Barcelona, se encuentra la colina de Turó de la Rovira, testigo de buena parte de la Historia del s.XX de la ciudad.

Nadia Celaya Zaragoza

Lunes 9 de enero de 2017

Foto: Joan Puig

Convertida hace menos de diez años en un espacio turístico y patrimonial, la colina de Turó de la Rovira nos muestra los restos de unas construcciones que albergaron uno de los puntos defensivos aéreos de la ciudad de Barcelona durante la Guerra Civil. Éstos se fusionan con las estructuras deterioradas de las precarias viviendas llamadas barracas que ocuparon la ladera desde la posguerra hasta 1990.

Era Mayo de 1937 cuando el ejército republicano decidió emplazar en la cima de esta colina cuatro baterías antiaéreas, cuatro cañones Vickers de 105mm para derribar las aeronaves fascistas. Un lugar estratégico con vistas privilegiadas para la defensa de Barcelona, la primera ciudad en la historia bombardeada durante dos años sistemáticamente sin objetivos militares.

Los responsables de contraatacar los bombardeos de los rebeldes franquistas ayudados por la aviación alemana e italiana, era la recién creada DECA (Defensa Especial contra Aeronaves). Pero la eficacia real de sus contraataques y el alcance de los cañones aún no se ha esclarecido, más teniendo en cuenta los brutales bombardeos que sufrieron durante los primeros meses de 1938 en los que miles de civiles murieron.

El 25 de Enero de 1939 tuvo lugar la última operación de la DECA, un día después, el ejército franquista toma Barcelona.

En la actualidad se camina entre las ruinas del ladrillo y cemento que formaban la batería antiaérea, por los cuartos de los artilleros, por el almacén del arsenal, por el puesto de mando y por la estructura circular a cielo descubierto donde se situaban los cañones, vista ideal para cientos de ojos y lentes fotográficas.

Solo hay que bajar unas escaleras para llegar al habitáculo donde se hospedaban los oficiales. Junto con los restos de pintura de las habitaciones, la exposición ubicada allí también nos recuerda que fue una escuela para adultos en la posguerra.

En 1948, bajo el régimen franquista, la estructura de los bunkers y la ladera de la colina fueron aprovechadas por emigrantes y barceloneses de las clases con menos poder adquisitivo para auto construirse viviendas precarias. Se formó así uno de los barrios de barracas conocido como barri dels canons en el que se albergaban alrededor de 135 barracas habitadas por casi 600 personas. Fue el último núcleo de chabolas de la ciudad y el más reivindicativo de ellas.

Organizados de forma vecinal, los habitantes de estas barracas se movilizaron para conseguir mejorar sus condiciones de vida, como ocurrió con la luz eléctrica y la llegada de las basuras. Finalmente, su lucha consiguió un realojo que dispusiera de mejores condiciones en 1984. Pero no fue hasta 1990 cuando desaparecieron por completo todas las barracas.

A punto de celebrarse las olimpiadas de 1992, Barcelona tenía que hacer un lavado de cara y como no, meter bajo la alfombra la cara menos deseada para convertirse en una ciudad escaparate, la pobreza. Los desalojos y las demoliciones hicieron acto de presencia y la promesa del ayuntamiento de otorgar las construcciones de la villa olímpica para fines sociales quedó en solo promesa.

Se puede andar sobre las baldosas del suelo de las barracas que aún cubren buena parte de la colina, recordando que existe otra historia que no aparece en los libros de texto de la escuela.

Recorrer los bunkers del Carmel es un paseo histórico digno de visitar antes que privaticen su entrada y sus vistas sean un privilegio imposible para todos los bolsillos.