El anuncio del Servicio Meteorológico Nacional es contundente: el continente helado se derrite a causa de la crisis climática. Los peligros de un récord local que no es para festejar.
Valeria Foglia @valeriafgl
Viernes 7 de febrero de 2020 15:05
Antártida Argentina. Foto: Secretaría de Turismo de la Nación
La Antártida registró una temperatura inédita desde 1961, anunció el jueves pasado el Servicio Meteorológico Nacional. El récord anterior había sido de 17,5 °C durante el 24 de marzo de 2015, que fue superado ampliamente por los 18,3 °C registrados en la base Esperanza el mediodía del 6 de febrero.
También la base Marambio batió un alarmante récord: registró "la temperatura más alta para un mes de febrero desde 1971. Alcanzó 14,1 °C y superó los 13,8 °C del 24 de febrero de 2013”, indicó la agencia meteorológica nacional en su hilo de tuits.
#Antártida | Nuevo récord de temperaturas 🌡️
Este mediodía la Base #Esperanza registró un nuevo récord histórico (desde 1961) de temperatura, con 18,3°C. Con este valor se supera el récord anterior de 17,5°C del 24 en marzo de 2015. Y no fue el único récord... pic.twitter.com/rhKsPFytCb
— SMN Argentina (@SMN_Argentina) February 6, 2020
La base antártica Esperanza es una estación científica argentina ubicada en la bahía del mismo nombre en la península Trinidad de la Antártida. Es el único asentamiento civil permanente dentro del continente antártico, donde el personal se encuentra acompañado por su familia.
La noticia alcanzó repercusión mundial. En The Guardian, el periodista ambiental Graham Readfearn asegura que este aumento significa que “el calentamiento en la Antártida está ocurriendo mucho más rápido que el promedio mundial”. El profesor Jamens Renwich, de la Universidad de Victoria en Wellington, señala al mismo medio que este registro de temperaturas se debe a una combinación de variaciones naturales y signos de calentamiento producto de la emisión de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Mientras en Buenos Aires regía una alerta naranja por las altas temperaturas, en la lejana Antártida, cuya superficie se compone casi en su totalidad de hielo, el calor del verano alcanzaba valores históricos.
Desde agosto de 2019 la Antártida experimenta un inusual calentamiento estratosférico repentino, es decir, un inesperado aumento de temperatura de los niveles altos de la atmósfera. Un fenómeno así solo se dio dos veces desde que se tiene registro: en la primavera de 2002 y en la de 2019.
Y es que, según la Organización Meteorológica Mundial, la península antártica, aquella que apunta hacia nuestro subcontinente, ha ido elevando su temperatura en casi 3 ºC en los últimos cincuenta años, convirtiéndose en uno de los lugares de más rápido calentamiento de la Tierra. En el marco del alcance global de la crisis climática, estos no son meros datos: una de las mayores preocupaciones relativas al aumento en el nivel del mar es precisamente la cantidad de hielo almacenado en Groenlandia y la Antártida.
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¿Qué pasa si se recalienta la Antártida?
Al aumentar la temperatura, los glaciares se derriten y se deslizan mucho más rápido hacia el océano, formándose icebergs y aumentando el nivel del mar. Según las estadísticas de Naciones Unidas, casi un 40 % de la población mundial vive a menos de cien kilómetros de las costas marinas, quedando expuesta a inundaciones costeras permanentes y cada vez más severas.
Además, con el derretimiento de las capas durante cada verano, la Antártida actualmente tiene más de sesenta y cinco mil lagos de agua de deshielo, sostiene Jennifer Arthur de la Universidad de Durham. Las fracturas en las plataformas de hielo pueden deberse en gran medida a que el agua de estos lagos llena sus grietas y se expande, provocando una red de fracturas. Estas capas son la barrera que sostiene la enorme masa de hielo: su eliminación significa que los glaciares ya no serán retenidos y pueden fluir más rápido hacia el océano, lo que contribuye al aumento del nivel del mar.
Los científicos Georgia Rose Grant y Timothy Naish, en tanto, señalan en The Conversation que “si el calentamiento [global] supera los 2 °C, las capas de hielo derretidas de la Antártida podrían elevar los mares veinte metros en los próximos siglos”.
¿Cómo llegaron a esta conclusión? En su estudio aseguran que la era geológica del Plioceno “fue la última vez en que las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico fueron superiores a 400 partes por millón” y que, a su vez, la temperatura de la Tierra fue por entonces 2 °C más cálida que en tiempos preindustriales. Desafiando con argumentos científicos toda idea del capitalismo como “progreso” y “desarrollo”, el estudio asegura que “un calentamiento de más de 2 °C podría desencadenar una fusión generalizada en la Antártida una vez más y nuestro planeta podría estar regresando al futuro, hacia un clima que existía hace tres millones de años”.
Esto no es broma. Y es de esperarse si no se pone freno al calentamiento global, una manifestación evidente de la crisis climática provocada por el capital. Si se derriten Antártida y Groenlandia, aumenta brutalmente el nivel del mar. ¿Y dónde vive la mayor parte de la humanidad? https://t.co/vKGUQWgoXC
— Valeria Fgl 💚 (@valeriafgl) February 6, 2020
Si el nivel de emisiones se mantiene a estos niveles históricos, el nivel medio (66 % de probabilidad) global del mar a fines de siglo será 1.2 metros más alto que ahora, con dos metros como límite superior plausible (5 % de probabilidad). “Es posible que regresemos al Plioceno para 2030”, advierten Grant y Naish, si el capitalismo sigue extrayendo y quemando combustibles fósiles que llevan siglos sepultados bajo tierra o añade más metano, un gas potencialmente más dañino que el carbono (aunque con menor concentración atmosférica) a partir de prácticas de agroganadería industrial.
El capitalismo lo sabe
Exxon, la quinta corporación más contaminante del mundo, por caso, desestimó y ocultó los propios reportes que Imperial Oil, su subsidiaria en Canadá, encargó a especialistas desde la década del 60 y que daban cuenta del impacto de los combustibles fósiles en el calentamiento global. En un artículo de The Intercept, Murtaza Hussain sostiene que "a medida que la compañía comenzó a aceptar las consecuencias del calentamiento del planeta, en lugar de actuar decisivamente para cambiar su modelo de negocios comenzó a considerar cómo el derretimiento del Ártico podría abrir nuevas oportunidades para estos".
Que lo saben también lo dejaron claro en la última edición del Foro Económico Mundial de Davos, que estuvo atravesado por una retórica de “sustentabilidad” y “cómo salvar al planeta”, realizando un diagnóstico bastante exhaustivo del complejo escenario de crisis que vive el sistema terrestre. ¿Solución propuesta? Plantar árboles.
Greta Thunberg lo planteó con claridad ante la élite global responsable de la crisis climática y ecológica: “Hace un año vine a Davos y les dije que nuestra casa estaba en llamas. Dije que quería que entraran en pánico”, y denunció que su fuerte discurso finalmente “no llevó a nada”.
Como sostuvo la joven activista de Fridays for Future, si se pretende lograr el objetivo de que la temperatura del planeta no suba más de 1,5 grados, como planteó el IPCC [1] de la ONU, “nuestras emisiones deben parar".
Nada se puede esperar de cumbres climáticas u otros encuentros protocolares en los que el capitalismo se lamenta por las consecuencias de sus propias prácticas voraces sobre el planeta y las personas.
Las enormes huelgas climáticas globales durante 2019 mostraron la potencialidad y la fuerza de la alianza entre la juventud, la clase trabajadora, la ciencia y todos aquellos a los que el capitalismo pone en peligro. Con la movilización, la lucha y el conocimiento tenemos el desafío de desplegar un programa transicional para una completa reorganización racional y ecológica de la producción, la distribución y el consumo.
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La Antártida fue descubierta oficialmente hace dos siglos, precisamente el 27 de enero de 1820, por miembros de una expedición rusa que avistaron tierra en lo que ahora se conoce como la barrera de hielo Fimbul. Es un enorme continente helado que se separó de América del Sur hace 35 millones de años. Y se ha mantenido tal como se conoce hoy desde hace catorce millones. Al capitalismo le tomó menos de un siglo poner a la Antártida bajo amenaza.
[1] Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático