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Red Internacional
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Necesitan legitimar y fortalecer las fuerzas represivas. Una campaña sin grietas: más policías y gendarmes para responder por derecha a la crisis

Aumentan los contagios y los hospitales no dan abasto. Crece el desempleo y pierde el salario, mientras los de siempre siguen ganando. Pero la primera plana la ocupan los hechos de “inseguridad”. Medios y gobiernos juntos, sin grietas, para legitimar el aparato represivo del Estado.

Sábado 1ro de agosto de 2020 00:00

Una campaña que intenta transformar a la población en una turba iracunda (Imagen Julio Pérez)

Ciertos analistas hablan de “opinión publicada” en vez de “opinión pública”. Y en muchos casos tienen razón. Sobretodo cuando lo que se busca es generar desde arriba un cambio en el orden de prioridades. Y porque las políticas de Estado que no servirán a las mayorías, tienen que aparecer como si fueran un clamor de masas para que se legitimen. Algo así ocurrió la última semana.

Dejó de hablarse (o se redujo considerablemente) de las camas llenas en los hospitales, de los trabajadores de la salud que se siguen contagiando, de los que pierden su trabajo o el poder adquisitivo de su salario, de los trabajadores que se contagian y mueren porque las empresas no cumplen los protocolos. Se habla de (in)seguridad y sobre cuántos policías, gendarmes, prefectos y ¡hasta militares! tiene que haber entre nosotros. No se habla de #DóndeEstáFacundo.

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Campañas que le apuntan al miedo de la población, a sus emociones violentas - algunos llegaban a preguntar si estaban dispuestos a asesinar a alguien que les robe, y obviamente nombraron la pena de muerte - para generar el pánico colectivo y la desconfianza en el mundo que los rodea. No le hablan a su capacidad de razonar en pos de una salida colectiva a los problemas comunes. Divide y reinarás. Y si es con miedo, mejor.

Este viernes 30 esta campaña se cobró una nueva victima. Un excandidato a intendente de Quilmes mató a un trabajador de reparto al chocarlo con su auto cuando perseguía a toda velocidad y en contramano a un motociclista que supuestamente le robó. Aunque dudamos de culpar a esta campaña de esta muerte. El asesino pertenece al espacio de José Luis Espert, donde la propiedad vale más que le vida de un trabajador desde siempre.

Si uno quiere ver las operaciones discursivas sobre lo que el poder quiere que pensemos no tiene más que mirar a uno de sus principales operadores: Jorge Lanata. Este domingo 26 hizo un programa exclusivo sobre el tema. Títulos grandilocuentes sobre estar “preso en su casa” y el exponencial crecimiento del delito. Letras grandes con luces y sonidos que contrastaban con la información que daba en la letra chica: los hechos delictivos están - aún luego del crecimiento de los últimos días- un 20% por debajo de los niveles previos a la cuarentena. ¿Pero por qué ocurre esto?

La “espectacularización” del pequeño delito como estrategia

Con el tema de “inseguridad”, los grandes medios que impulsan esta política punitivista realizan una operación muy sencilla: le abren el micrófono a familiares de víctimas de algún hecho delictivo violento, para que mientras aún suelta las lágrimas reclame venganza desde su dolor y desesperación. Y luego lo repiten hasta el cansancio, por dos motivos principales. El primero es porque el morbo vende. El segundo es porque apuntan a las emociones violentas, a generar odio pero sin explicar el porqué. Como en una película de Hollywood donde hay un bueno y un malo y esa es toda la “explicación”. Por eso siempre son el ladrón y el jubilado, el ladrón y el carnicero, el ladrón y el abogado. Nunca el joven y el anciano. Porque la información la dan tan masticada que se descompone.

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¿De qué se trata entonces esta inseguridad de la que se habla en el prime time? En su libro “La disciplina de las balas” Carla Lacorte, dirigente del PTS e integrante del CeProDH se realiza un profundo análisis sobre esta temática y lo define como la “espectacularización del pequeño delito”:

La “espectacularización” del pequeño delito, que cubre al grande, al delito ejecutado por mafias con participación policial, y que culmina siendo legitimación ideológica del reforzamiento represivo para el control social a través de la creación de la figura del “joven pobre” como chivo expiatorio de “la inseguridad”.

Hay crímenes que “tienen que ser juzgados con todo el peso de la ley” y crímenes “que en realidad fueron malentendidos o sacados de contexto”

La agenda pública instalada mediáticamente por quienes son propietarios de los medios de comunicación se esfuerza en invisibilizar y no discutir los grandes “crímenes” de los poderosos. Siempre cortan por lo más fino.

En el debate presidencial de 2015 cuando Sergio Massa proponía militarizar las villas (sí, ya lo sabemos, la campaña se repite) para “combatir el narcotráfico”, Nicolás Del Caño le contestó que si en realidad quieren detener a los grandes narcotraficantes que los busque en Nordelta, no en la villa. ¿Podría existir el narcotráfico sin los Mario Ishii que pese a que sean grabados confesando mientras apretaba laburantes siguen impunes?

Las noticias siempre son sobre quién roba los autos, no sobre quienes manejan los desarmaderos. Porque así se puede seguir reproduciendo la “industria del delito” - como señalaba Marx en su brillante sátira “Elogio del crimen” - permanentemente junto a su hermano siamés: la policía ¿O acaso alguien podría pensar que se puede justificar la existencia de la policía si dijeran la verdad: que es el instrumento de defensa del orden de la clase poseedora para reprimir a la clase trabajadora para que siga siendo desposeída? Por eso se generan su propia demanda.

Por eso la multitud de casos de gatillo fácil, torturas y ejecuciones sumarias sólo parecen en La Izquierda Diario y medios alternativos: porque no conviene mostrar los crímenes de la policía o se dejará de pensar que no están para combatir el crimen.

Pero hay otros crímenes que se cometen a diario y nunca se muestran como tales. Los asesinatos de trabajadores a manos de los empresarios que incumplen protocolos ante el Covid-19. Los asesinatos de trabajadores de salud porque los directivos le niegan licencias a los grupos de riesgo. La mano en el bolsillo que nos meten con cada factura las empresas privatizadas de servicios como Naturgy de gas, que a un jubilado le puso una factura equivalente a la mitad de lo que percibe como jubilación. Los despidos ilegales y persecutorios que dejan sin sustento a las familias. El maltrato a las trabajadoras domésticas. El acoso de los gerentes a las trabajadoras. La explotación laboral de todos los días, en la que siempre nos pagan menos de lo que producimos. ¿Alguien vió a los medios incentivar a hacer “justicia por mano propia” contra este tipo de criminales?

El Estado al servicio del capital - y los medios que lo legitiman - apuntan contra el eslabón más débil. Los responsables de empujar a la miseria, a la desesperación a grandes sectores de la población, luego realizan una demagogia punitiva contra aquellos que se encuentran sin perspectivas ante la crisis económica, sobre quienes ya no tienen ni derecho a ser explotados.

Nadie puede negar el crecimiento de la tasa delitos, sobretodo cuando la crisis económica impulsa el desempleo y la degradación social. Y crece sobre todo en los barrios populares, donde lo único que hay en abundancia es la miseria, el hambre, el hacinamiento y la falta de una perspectiva de futuro. Jóvenes que por vivir en la villa tienen principalemente dos opciones: o trabajar en negro, precarizados a cambio de unas monedas o delinquir. Por eso no es de extrañar que las rebeliones que estallaron en países tan diversos como Chile, Estados Unidos o Francia, están encabezadas por estos sectores de la juventud que no le deben nada al capitalismo.

Un sector desposeído, principalmente de la juventud, se vuelve carne de cañón del delito: de los tranzas en los barrios, de robar para organizaciones delictivas como los desarmaderos. O los que sin perspectiva de futuro salen a robar siendo los principales candidatos al gatillo fácil o hiper poblar las cárceles. O robando directamente para la policía que les libera la zona y se quede con el botín.

Por eso lo mataron a Luciano Arruga en La Matanza, cuando se negó a robar para la Bonaerense. Nuevamente, las políticas del Estado en favor de los empresarios crean las condiciones donde surgen los delitos. Y nuevamente los delincuentes con un uniforme son los mismos que el Estado nos propone como solución al delito.

La derecha propone y el progresismo dispone

Ya hemos transitado campañas de esta calaña. Un ejemplo fue la que impulsaban las movilizaciones encabezadas por el “ingeniero” Blumberg - quien luego se presentaría a elecciones con el eslogan «Orden y Disciplina» - a partir del secuestro y asesinato de su hijo Axel. El gobierno de Néstor Kirchner (del cual el actual presidente era Jefe de Gabinete) transformó en leyes casi todo lo que esta campaña exigía ¿Cuáles fueron las consecuencias? Como bien lo expuso Myriam Bregman en la legislatura porteña ante la anterior campaña punitiva sobre la fake "liberación masiva de presos", lo podríamos llamar “inflación penal”: los delitos contra la propiedad se igualaron a los delitos contra la vida, aumentaron los protocolos de uso de la fuerza, aumentaron la cantidad de pobres con prisión preventiva (sin juicio ni condena) en las cárceles. Pero los niveles delictivos se mantuvieron estables. Lo que se mantuvo en alza con estas politicas fue la brutalidad y la impunidad policial: se llenó de Chocobares.

Examinemos cómo respondieron Axel Kicillof, Sabina Frederic y Alberto Fernández, el ala progresista del Frente de Todos, ante la campaña que hiperpobló de Bernis, Bullrichs, Feinmanns y tantos otros derechistas el prime time de la TV.

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El gobernador bonaerense se reunió con intendentes del conurbano y Sergio Berni para anunciar una partida de $11.000 millones (es decir, el valor de 1.100.000 IFE) para nuevos patrulleros y efectivos de la Bonaerense. Sí, para la misma Bonarense principal sospechosa de desaparecer a Facundo y que acumula todo tipo de denuncias por torturas, apremios ilegales, asesinatos. Berni además reincorporó a todos los policías sumariados durante la gestión de Vidal, echo la culpa a los jueces por liberar presos de las cárceles con la excusa de la pandemia.

La ministra de Seguridad por su parte decidió enviar una primera tanda de 5000 gendarmes y prefectos al conurbano y envió un saludo por los 82 años de la Gendarmeria en el que obviamente no se menciona ni la masacre del pueblo Pilagá, ni el Proyecto X, ni la desaparición de Santiago Maldonado ni el reciente asesinato a sangre fría de Facundo Scalzo. Pero sí llamó a una “argentina unida” con ellos.

Mientras que el presidente realizó un acto con las Fuerzas Armadas con las que viene intentando “dar vuelta la página” y reconciliarlas con la sociedad luego del genocidio que cometieron. Esta es una tarea estratégica del Estado burgués: limpiarlas para que esten listas para volverlas a usar. Luego del acto el Ministro Rossi anunció aumentos de salarios y un Fondo para la Defensa que implicara unos 34.000 millones de pesos anuales para equipamiento militar y tareas operativas de las tres fuerzas.

En cuanto a la “seguridad”, no hay grieta entre el gobierno, la oposición macrista y los medios de comunicación. Se pueden diferenciar en el cómo, pero no en el qué: la necesidad de legitimar y fortalecer el aparato represivo.

Podés ver: La Bonaerense: la "maldita policía" de ayer y de hoy

De hecho este aparato represivo no ha sido alterado desde la dictadura a esta parte. Los sucesivos gobiernos (radicales, cambiemitas y principalmente el peronismo que fue quien gobernó durante más tiempo tanto el país como la provincia de Buenos Aires) mantuvieron prácticamente intactas a las fuerzas de seguridad, con gran parte del personal proveniente de la dictadura. Cuando desaparecieron a Jorge Julio López durante el Juicio contra el policía bonaerense Etchecolatz todavía había 9026 agentes provenientes de la dictadura en dicha fuerza, muchos de ellos entrenados directamente por este genocida condenado.

Se preparan para descargar los costos de la crisis sobre nosotros

La crisis sanitaria se acerca al colapso. La crisis económica y social se profundiza. En los barrios son miles los trabajadores que por primera vez en su vida tienen que recurrir a una olla popular para poder comer. La situación se hace cada vez más insostenible y desde la economía no hay señales de mejora. De mejora para las clase trabajadora, obviamente, porque los grandes empresarios, terratenientes y banqueros la juntan en pala también en cuarentena.

Los costos de la crisis están siendo descargados sobre los trabajadores y sectores populares. Y todavía queda mucho más por descargar, porque en el marco de la crisis nacional e internacional, para que el capital recupere su tasa de ganancia necesita derrotar a la clase trabajadora, quitarle derechos conquistados e imponerle reformas laborales y rebajas salariales. Y saben que eso no caerá bien y habrá respuesta en las calles y en los lugares de trabajo.

Para eso necesitan incrementar las fuerzas represivas y legitimarlas. Por eso la campaña de miedo, para que parezca que “el pueblo las aclama”. Por eso los intentos de reconciliación. Por eso el machaque sobre la necesidad de la mano dura. Ellos están realizando sus tareas preparatorias para que seamos nosotros los que paguemos la crisis.

Nosotros, los trabajadores, tenemos que preparar las nuestras. Desde la izquierda Diario aportamos humildemente nuestro granito de arena para esa tarea. Con el Observatorio Social Antirrepresivo vamos mostrando los crímenes del aparato represivo del Estado, los ataques contra nuestra clase, demostrando con datos y análisis que no están “para cuidarnos”. También realizamos una conmovedora audiencia pública con familiares y amigos de las victimas del gatillo fácil y la brutalidad policial, donde dan un desgarrador testimonio no sólo sobre la brutalidad sino también de la impunidad con la que se maneja la violencia del Estado.

Podes ver: Mirá la audiencia de familiares de víctimas, organismos y diputados contra la violencia policial

Y también contribuimos con diversos Observatorios para un seguimiento de los contagios e incumplimiento de protocolos en lugares de trabajo, despidos y suspensiones, mostrando lo que los grandes medios no muestran.

Para aportar herramientas aquellos que se quieran organizar para que no seamos los trabajadores los que paguemos esta crisis. Por eso los invitamos a participar de las diferentes asambleas abiertas que se estarán realizando en estos días, impulsadas por el PTS en el Frente de Izquierda abiertas a todos los trabajadores y agrupaciones antiburocráticas. Para fortalecer la unidad necesaria para que esta vez la crisis la paguen ellos.


José Muralla

Nació en Arenales (BA) en 1984. Es licenciado y profesor en Ciencia Política (UBA). Trabaja como docente de nivel medio en CABA y La Matanza. Desde 2007 milita en el PTS. Vive en Lomas del mirador y es parte del staff de La Izquierda Diario de la Zona Oeste del GBA.

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