Este miércoles 16 de febrero se inauguró la muestra inmersiva del pintor holandés que ya fue furor en distintas partes del mundo. En esta nota te acercamos las primeras impresiones de la experiencia que ya sumó más funciones y que estará hasta el 1° de mayo.
Meke Paradela @mekepa
Jueves 17 de febrero de 2022
¿Estás para la de las 17:30? Sobre Avenida Santa Fe, la larga fila que se empezó a armar partía desde esa pregunta básica, semi furtiva, como si se tratara de una especie de código secreto, para entrar a Imagine Van Gogh. Ya lo supimos ni bien sacamos las entradas en diciembre: el ingreso de gente era cada media hora exacta y ahí estábamos nosotros en el horario y día elegido, el inaugural. En una agobiante jornada, un público de todas las edades aguardaba ansioso conmigo esperando entrar mientras un vendedor ambulante, preparadísimo para la ocasión, portaba mochilas y bolsos estampados con La noche estrellada, el famoso cuadro de Van Gogh, para la venta.
Finalmente la gente comenzó a avanzar, nos tomamos la temperatura, presentamos la entrada y así sin más doblamos a la izquierda y entramos en una sala oscura con paneles iluminados que iban contando el origen de la muestra, un breve resumen de la vida del pintor y por último el período artístico abarcado, comprendido entre los últimos dos años más fructíferos de su vida. Las personas se abarrotaban para leer mientras de fondo ya se podía escuchar a Mozart en un concierto de clarinete. La emoción se palpaba y hubo quienes siguieron de largo por el pasillo para cruzar unas largas y gruesas cortinas negras y ahí poder ver a la vedette de la muestra: las famosas obras colgantes de Van Gogh.
La primera sensación corpórea, casi física, es la inmensidad. Una de las intenciones de la muestra es dar la impresión de “imagen total”, de arte envolvente, y el efecto se logra con creces: quizás nunca se pueda ver tan de cerca y tan enorme al mismo tiempo las 3000 imágenes que se proyectan simultáneamente en loop cada 30 minutos en las paredes, el suelo y en lienzos de más de ocho metros de altura. Adaptado al pabellón de la Rural, es un amplio y gran pasillo que desemboca en una sala más ancha. Por todos lados se pueden ver distintas partes de las obras más representativas del pintor y meternos en su forma de ver el mundo.
Con el citado Mozart, sonidos de Bach, Erik Satie y Camille Saint-Saëns, la muestra va creando un clima desde su inicio, con la mirada del artista a través de sus numerosos autorretratos que parecen vigilar(nos) y mirar desde todos lados. También aparecen fotos antiguas y por supuesto sus obras más reconocidas como Girasoles, La noche estrellada, Almendro en flor, Trigal con cuervos, su habitación, barcos pesqueros, campos con trigos, Rosas rosadas, entre otros.
Al igual que suele ocurrir con los museos, Imagine Van Gogh está pensado desde una experiencia meramente personal y subjetiva. No hay orden ni concierto al momento de ver las imágenes, no hay nadie que explique lo que se está viendo, de qué obra se trata ni a qué período pertenece. Es una nítida explosión de color que permite disfrutar el recorrido de la forma que cada uno quiera y sentirlo y percibirlo desde ese lugar. Eso incluye sentarnos en el piso, en el que también se vislumbran los cuadros, y contemplar desde la perspectiva que más nos guste las pinceladas de este artista, que durante los casi tres años anteriores a su muerte realizó 500 obras y en los últimos dos meses firmó 79 cuadros.
Si bien las imágenes, algunas quizás más fugaces de lo que nos gustaría, se proyectan cada media hora, el tiempo de permanencia en el pabellón es ilimitado. Desde distintos lugares se pueden mirar las partes de los cuadros que están multiplicadas en los lienzos y percibir con fuerza las impresiones, la contemplación de la naturaleza, de las mujeres y de su paisaje cotidiano que pintaba desde el campo o incluso desde el manicomio, como fue el caso de La noche estrellada. Por momentos el lugar se tiñe de colores oscuros con los barcos, cuyo color predominante es el marrón, de amarillo con los girasoles, de distintas tonalidades de verde por los campos, de flores multicolores que se ven por todos lados, de celeste primero y luego de rojo con los almendros, de azul con las estrellas y de naranja y amarillo con el sol, superpuesto con distintas imagenes que dan la sensación de ver un amanecer
Contra lo que puede suponerse por los brillantes colores de sus obras y la felicidad que pueden irradiar, Van Gogh tuvo una atormentada vida aquejado de problemas mentales que tuvieron hasta consecuencias físicas en su cuerpo, como el famoso corte de su oreja tras una discusión. Las crisis, la depresión, la angustia y las alucinaciones cada vez se fueron acrecentando hasta que, a los 37 años mientras paseaba por el campo, se disparó en el pecho. Sin darse cuenta que la herida era mortal, volvió a su pensión y falleció en los brazos de su hermano Theo dos días después, el 29 de julio de 1890. Sin embargo, más de 130 años después, sus obras se convirtieron en parte del lenguaje universal del arte y de la posibilidad de contemplar también la belleza detrás de su locura. Quizás en parte se lo debemos a las grandes estrellas de la noche que, gracias a la mirada del artista, supieron abrir su magia y esplendor para ser, igual que él, recordadas eternamente a través de los años y disfrutarlas hoy de una manera única y particular.
Meke Paradela
Nació en Capital Federal en 1985.