Este 28 de septiembre, tripulantes de cabina (TPC) de España, Holanda, Portugal, Bélgica, Italia y Polonia harán un paro internacional para reivindicar sus derechos. 190 vuelos han sido cancelados.
Jueves 27 de septiembre de 2018
Para Ryanair nada es suficiente. Y no nos referimos a sus ganancias, que subieron un 6% en 2016, sino a su persistencia en precarizar a sus trabajadores, los cuales no descartan hacer una huelga cada mes.
Durante el verano, hemos asistido a gran cantidad de paros laborales por parte de los trabajadores de la aerolínea. Algunas de las más importantes huelgas fueron la de los TPC del 24 y 25 de Julio, la huelga de pilotos del 10 de agosto (que provocó una caída en las acciones de Ryanair de un 4.21%) y la huelga de pilotos del 12 de Septiembre. Los trabajadores siempre emprendieron tras ello negociaciones con la low cost, pero la arrogancia de la aerolínea tiene los mismos límites que su explotación laboral. El consejero delegado de Ryanair, Michael O’Leary, quien renovó el cargo tras una crisis en la junta de accionistas provocada por esta situación, aseguró que "las huelgas han tenido un efecto insignificante" y que las reivindicaciones hechas por los sindicatos alemanes eran "graciosas".
Entre las exigencias de los sindicatos que convocan (USO, SICTPLA y el Sindicato de Tripulantes de Cabina) está la aplicación de la legislación laboral y de tributación del país de residencia, ya que los trabajadores están reglados según la ley irlandesa, lo que provoca grandes dificultades a la hora de pedir prestaciones y disfrutar de los servicios públicos sanitarios. Esto obliga a contratar seguros privados o hundirse en un mar de burocracia para que Irlanda se haga cargo de los gastos.
Por otro lado, reivindican nuevas condiciones laborales. Hay que tener en cuenta que el sueldo base de un TPC es de, aproximadamente, 700 euros, y que cobran según las horas de vuelo. Teniendo en cuenta que Ryanair organiza las horas que se deben trabajar por año, y no por semana, algunas veces el trabajador apenas vuela (y por lo tanto no cobra) y otras tienen semanas de hasta 70 horas de vuelo. Y todo ello, sin saber qué días exactos van a volar, lo que mantiene a los trabajadores a la expectativa de ser llamados en cualquier momento.
A esto se suma el desprecio que la aerolínea ha mostrado por la labor de los TPC, a los cuales considera mero “personal de ‘venta a bordo’ y los tripulantes de cabina son quienes tienen a cargo toda la seguridad del pasaje”, en palabras de Laura Estévez, secretaria confederal de Comunicación y Estudios Sindicales de la Unión Sindical Obrera (USO). Pero incluso en el propio cuerpo de los TPC existe una brecha salarial contra la que luchan. En su descarnada búsqueda por reducir costes, Ryanair opera con dos agencias de colocación, Crewlink y Workforce, las cuales son del mismo grupo empresarial que Ryanair. Una retorcida jugada para tratar como subcontratados a trabajadores contratados, reduciendo cuantiosamente su salario y sus derechos, creando así un doble rasero para trabajadores que cumplen la misma función.
Una lucha más allá de las fronteras
Estamos ante una huelga que ha desbordado incluso a las instituciones de los diversos países en donde está convocada. Mientras las negociaciones se rompen y los trabajadores emprenden una lucha internacional por sus derechos más básicos, ¿qué han hecho los gobiernos para apoyarlos y acabar con su precaria situación? Basta con un vistazo: en España, todos los medios de comunicación se han hecho eco de la huelga, no para denunciar las carencias que sufren los trabajadores, su subcontratación injusta o su deslocalización, sino para prevenir a los usuarios y explicar triquiñuelas para no verse afectados por la huelga. Por otro lado, los líderes sindicales han acusado al Gobierno de hacer oídos sordos a "un tema que les corresponde". En este sentido, el responsable de vuelo de USO Sector Aéreo, Ernesto Iglesias, ha criticado duramente al Gobierno, ya que "está defendiendo a la empresa por negación u omisión", imponiendo desde Fomento unos servicios mínimos, paradójicamente, altos.
Podemos extraer dos conclusiones. La primera que, ante el ataque perpetuo contra sus derechos, se añade la campaña contra la huelga de los medios y la omisión de apoyo de las instituciones. Aquellos que se creen valedores de sus votos y que se erigen defensores del ciudadano, los abandonan a las fauces de empresas que, lejos de ofrecer mejores condiciones dada su gran envergadura, los explotan más brutalmente. Ante esto, tienen por delante el desafío de superar este aislamiento mediático, coordinándose con las diversas organizaciones de usuarios y otros sectores de trabajadores ligados al suyo en mayor o menor medida. En un sector tan público, como lo es el transporte, la unidad entre los trabajadores se vuelve esencial para combatir la ofensiva que cae sobre ellos desde la patronal y sus lacayos en el Estado y los periódicos.
En segundo lugar, hay que resaltar que ahora más que nunca, el internacionalismo es un ingrediente fundamental en cualquier combate emprendido por la clase trabajadora. Es esta una consigna que se impone tanto del análisis teórico de la situación política y económica internacional como estratégica en el plano de la lucha de los trabajadores. Así lo han demostrado, y siguen haciéndolo, los trabajadores de Amazon en el último año, los trabajadores de Carrefour en esta primavera, y, en el aspecto más social, el movimiento de mujeres en todo el mundo. Frente a la opresión social, la explotación y la miseria consecuencia del imperialismo y la globalización se hace necesario que la lucha de los trabajadores atraviese océanos y fronteras nacionales e idiomáticas.