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Una juventud contra la guerra, el imperialismo y los tabús capitalistas

Pablo Castilla

Una juventud contra la guerra, el imperialismo y los tabús capitalistas

Pablo Castilla

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La quiebra de Lehman Brothers, el coronavirus y ahora la guerra en Ucrania han hecho estallar las ilusiones en el progreso eterno capitalista. Este conflicto marcará conciencias, así que pelear por la salida de las tropas rusas y denunciar la escalada belicista imperialista es clave también para los acontecimientos futuros. Es hora de recuperar una perspectiva anticapitalista y revolucionaria que luche por una salida independiente para poner fin a este sistema que nos conduce (otra vez) a la barbarie.

La crisis del 2008 acabó con la idea de crecimiento perpetuo del sistema capitalista que durante tantas décadas se había instalado. En 2020, la llegada de la pandemia golpeó un mundo que se creía inmune a nuevas catástrofes sanitarias. Ahora, el estallido de la guerra en Ucrania vuela por los aires la ilusión de la eterna paz en Europa. Decir que el capitalismo volvería a traer nuevas barbaries significa exactamente esto.

El tabú de la clase trabajadora y una posición independiente

Si bien a estas alturas un capitalismo sin crisis, sin pandemias y sin guerras es inimaginable, existe una posibilidad ausente en la mayor de las posiciones de la izquierda, incluidas las de gran parte de la que se oponen a la actual escalada belicista: una salida independiente de la clase trabajadora.

La pandemia ha demostrado que la clase trabajadora no está desaparecida. De hecho, son aquellos y aquellas que hacían funcionar todo arriesgando su vida al contagio durante el confinamiento mientras las grandes fortunas aumentaban y las farmacéuticas se forraban. Los y las trabajadoras somos una clase más internacional, racializada y feminizada que nunca con un poder mayor también para parar y moverlo todo. Los Chalecos Amarillos, las revueltas de Chile o Black Lives Matter han roto con la idea de un siglo sin revueltas, pero todavía queda romper la falsa creencia de un siglo sin revoluciones donde nos dicen que la clase trabajadora no podrá jugar el papel decisivo.

Los gobiernos capitalistas ven en cada situación una oportunidad para reforzarse de una u otra manera, así lo hicieron durante la pandemia legitimando medidas autoritarias a la par que se negaban a tocar los beneficios empresariales. Ahora, el imperialismo europeo aprovecha la ocasión para rearmarse, sembrando el terreno para una nueva guerra.

Por este motivo, levantar una posición de independencia de clase ante la invasión de Ucrania va mucho más allá de la propia guerra. Exigir la retirada de las tropas rusas, la retirada de las tropas de la OTAN de la región, la retirada de todas las sanciones y alentar una lucha independiente contra la ocupación en Ucrania, el régimen de Putin en Rusia y nuestros gobiernos imperialistas, es también parte de prepararnos para enfrentar los otros capítulos de barbarie que se avecinan. 

El gobierno “progresista”, derecha y extrema derecha unidos en la defensa del imperialismo español

En el Estado español, el gobierno “progresista” de Pedro Sánchez-Yolanda Díaz y la derecha se han puesto de acuerdo para enviar armas a Ucrania. Aunque Podemos lo critica, ellos y el PCE callaron ante las sanciones y los fondos de la UE que ya se mandaban material ofensivo.

De nuevo, el problema de hacer políticas de derecha es que se le abre el paso a la derecha. Después que Vox pidiera expulsar migrantes en la frontera de Ceuta y el gobierno de PSOE-UP la militarizara, ahora Santiago Abascal lo tiene mucho mejor para decir en el Congreso que los ucranianos sí son refugiados y las personas magrebíes no. De hecho, ahí están las imágenes de personas racializadas que no pueden cruzar la frontera huyendo de la guerra, o los disparos al aire en estos días en la valla de Melilla de la Policía Nacional.

Tras haberse legitimado este rearme y la intervención indirecta del imperialismo español y europeo ¿Cómo reaccionarán, por ejemplo, ante nuevas oleadas migratorias provenientes de África? No hay ninguna duda de que, como ya vimos el año pasado con Ceuta, todos los estados imperialistas de la UE, con el español a la cabeza de la “defensa” de la frontera sur, estarán en mejores condiciones de hacer lo que haga falta para barrarles el paso después de haber expoliado sus recursos.

Cuando las sanciones impuestas a Rusia se empiecen a sentir sobre la clase trabajadora y los sectores populares del Estado español ¿Qué impedirá que se desate todavía más un discurso nacionalista que llame a ser incluso más duro contra el pueblo ruso? Más leña al fuego del nacionalismo imperialista hispano en el que tan bien florece la extrema derecha.

Fieles a la tradición de la socialdemocracia alemana que apoyo la Primera Guerra Mundial y maniató, junto al estalinismo, al proletariado alemán para enfrentar al fascismo, ahora Unidas Podemos cumple su rol a pequeña escala. PCE, IU y Podemos son parte de un gobierno imperialista de la OTAN que envía armas a Ucrania, mientras ahoga al pueblo ruso con sanciones y aplica las políticas que aplauden de la derecha y la extrema derecha.

Esperar el fin del mundo no es una opción

Lo peor es que el estallido de la guerra en Ucrania no parece que vaya a ser la última barbarie que nos depare el sistema capitalista. Después de la pandemia y la caída de las condiciones de vida impuesta tras el 2008, las tensiones geopolíticas amenazan con destruir el planeta en futuro si no lo hace antes el cambio climático.

La juventud que ha crecido con novelas y relatos postapocalípticos teme que todos esos presagios de ciencia ficción se hagan realidad. Nos dijeron que no habría más crisis y las ha habido. Nos hicieron creer que no habría nuevas pandemias y llegó el coronavirus. Nos repetían que la época de las guerras entre grandes potencias se había terminado y Rusia ha invadido Ucrania a la par que crecen las amenazas de la OTAN y la UE. Nos vendieron que el reformismo era ir poco a poco hacia la victoria y, como en el siglo XX, ha demostrado preparar poco a poco la derrota.

Pero el fin del mundo que nos quieren pintar como inevitable no es algo asegurado. Cuando Rosa Luxemburgo decía “socialismo o barbarie” no se refería a un destino definido a favor de uno u otro, sino que hacía un llamamiento a tomar partido y conquistar el socialismo para evitar la barbarie capitalista. Hoy, esa tarea sigue estando planteada para la clase trabajadora de todo el mundo y para toda una generación de jóvenes que hemos crecido sobre las crisis y con las crisis como única perspectiva de futuro.

De hecho, también nos hicieron creer que las masas no se moverían nunca más, pero durante los últimos años hemos visto las mencionadas revueltas de Chile, el Black Lives Matter, la resistencia al golpe en Bolivia, las ocupaciones de tierras en Argentina, las movilizaciones en Ecuador contra Moreno y el FMI, los Chalecos Amarillos en Francia, las protestas por Pablo Hasél en el Estado Español o el movimiento mundial contra el cambio climático.

Romper el tabú contra la militancia revolucionaria

Precisamente, los y las jóvenes hemos sido protagonistas en todos estos fenómenos de lucha. Debemos recuperar la mejor tradición del movimiento estudiantil unido con la clase trabaja, como en el mayo de 68, para despertar a ese gigante dormido que es el movimiento obrero.

En lo inmediato, es hora de poner en pie un movimiento contra la guerra en todas universidades y pelear por una posición de independencia de clase. Los y las compañeras de Contracorriente estamos en estos días promoviendo asambleas en diversas facultades y planteándoles al resto de corrientes que están contra la invasión rusa, la OTAN y el rearme europeo, golpear juntos para que el movimiento estudiantil reavive un movimiento contra la guerra en clave antiimperialista como en otros momentos de la historia. 

Lo mismo en el movimiento feminista. A solo unos días del 8M, nuestras compañeras de Pan y Rosas, retomando las banderas del feminismo revolucionario contra la guerra de Zetkin o Luxemburg, pelean por transformar esa jornada de movilización en un grito contra esta escalada y el gobierno “progresista” y la extrema derecha que la aplauden.

Estas batallas son parte de la lucha por construir alas antiimperialistas en los movimientos y poner en pie una organización revolucionaria. Porque a nuestra generación nos toca también romper otro tabú, aquel que dice que los partidos revolucionarios son cosa del pasado. Organizaciones que fueron creadas para tratar de que las revoluciones que nos libraran de la barbarie capitalista triunfasen ¿Qué nos hace pensar ahora que es algo desfasado cuando vemos resurgir las pandemias, las guerras entre potencias e incluso la catástrofe climática? ¿Acaso no es eso la barbarie capitalista?

Somos nietos y nietas de una generación que nos enseñó que la lucha era el único camino, pero que también fue derrotada y engañada creyendo que viviría poco a poco mejor dentro de este sistema. Ahora, se nos plantea a nosotros la posibilidad de repetir o no la vida de nuestros abuelos y abuelas a la inversa. Por eso, debemos recuperar una de sus tradiciones más conscientes y perdidas con el tiempo. Nos referimos a aquella tradición que, consciente de la misera del sistema capitalista, empuja a tomar parte para luchar contra él y sus catástrofes. Hablamos de la militancia, y en particular la militancia revolucionaria.

Trabajar por construir organizaciones que apuesten por desarrollar la fuerza de la clase trabajadora desde la autoorganización, por el frente único para amplificar su fuerza y que se ponga a la cabeza del resto de demandas populares y contra la opresión. Que levante un programa anticapitalista y se proponga conquistarlo con los métodos de lucha de la clase trabajadora, no a través de la alianza con la burguesía que lo imposibilita. Que desenmascaren a aquellas corrientes que, aunque dicen defendernos, nos desvían hacia la derrota.

Esta no es una tarea nacional, sino que la tenemos planteada en todos los países. Por eso recuperar las banderas del internacionalismo se torna vital. Como el ala revolucionaria de Zimmerwald, que en 1915 se plantaron ante la primera gran guerra imperialista mundial, hoy tenemos que trabajar por transformar las guerras y la barbarie capitalista del siglo XXI en una lucha revolucionaria por la paz y el fin de la explotación y la opresión. 

Tomar esta tarea en nuestras manos es la mejor decisión por la que podemos optar ante el horizonte catastrófico al que nos abocan y la resignación en la que nos quieren instalados. Digamos basta, demos un paso adelante y tomemos partido por nuestro futuro y el de la humanidad.


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Pablo Castilla

Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF