Un volante encontrado nos lleva a Tucumán en la década de 1970. Una chica de 24 años escribe con bronca y convicción que las mujeres no somos todas iguales. Trabajo reproductivo, marxismo y feminismo.
Guillermo Rovelli Autoconvocados contra el CEAMSE
Miércoles 29 de julio de 2020 09:07
Éramos estudiantes, integrábamos la Agrupación ARDE y nos reuníamos en el Comedor Estudiantil de la calle Muñecas (cuna del primer Tucumanazo), nuestro responsable era el Trotsko -así era conocido por todo el activismo tucumano- Heraldo Salvatierra, que en las escalinatas de la Casa de Gobierno le arrebata los papeles al Gobernador Imbaud y declara la libertad para todo los compañeros, entre ellos estaba yo.
La Betty Mitre era la ideóloga del grupo. El escrito fue hecho volante, pero yo me quedé con el original que fue impreso con una máquina de escribir Lettera 22 portátil, que ella llevaba siempre a cuestas, colgada de su brazo izquierdo como si fuera una cartera.
La única izquierda era el Partido Comunista, que planteaban el E.N.A. (Encuentro Nacional de los Argentinos]. Todo los demás éramos ultra hasta que surgen los tucumanazos y los “provocadores trotskistas” pasamos a dirigir el movimiento estudiantil. Que época hermosa, el mundo parecía nuestro.
Este escrito tiene casi 50 años. La autora era una estudiante santiagueña, lectora de Angela Davis, que estudiaba en Tucumán y militábamos juntos en la Agrupación ARDE (Agrupación Revolucionaria De Estudiantes). Supo tener una importante participación en los dos tucumanazos y el sistema no se lo perdonó. Fue secuestrada en el Operativo Independencia en pleno gobierno democrático de IsabeI [Martínez de Perón], nunca más apareció. Tendría aproximadamente 24 años, su nombre era Beatriz Mitre.
Transcripción del volante
Según las estadísticas oficiales, un gran porcentaje de mujeres "no trabaja", son "improductivas", refiriéndose a las amas de casa. Otro gran porcentaje trabaja como obreras o empleadas. Algunas -minoría- ejercen profesiones liberales y un porcentaje más pequeño aún realizan un trabajo "productivo" como empresarias.
Esta visión tradicional parte de defender como normal y natural que la mayoría de las mujeres realice de por vida un trabajo embrutecedor y alienante ¡y encima gratis!: el trabajo doméstico.
La obrera, luego de dejar gran parte de sus energías y de su vida en la fábrica o ingenio para enriquecer a su patrón, cuando vuelve a su casa debe realizar las tareas domésticas, lavar la ropa, hacer la comida, limpiar y mil tareas más. Y si tiene hijos, es la responsable de su atención, alimentación, limpieza, cuidado ¿Y quién se beneficia con esta situación? seguramente no ella.
Por añadidura, la mujer obrera debe soportar permanentemente todo tipo de situaciones, que, si bien comparte formalmente con las mujeres burguesas, es en ella que se hacen realmente patéticas. El aborto, por ej., está penado por ley, pero todo sabemos que eso la burguesía lo soluciona en clínicas privadas con unos buenos pesos, mientras que las mujeres de los sectores desposeídos deben caer en auténticas carnicerías clandestinas, sin las condiciones mínimas sanitarias y de idoneidad profesional o teniendo embarazos no deseados.
Está también la mujer que no realiza trabajos rentados, la comúnmente llamada "ama de casa", esa que según las estadísticas "no realiza trabajo productivo" o, como se expresa corrientemente, "no trabaja", debe realizar tareas rutinarias aislada de todo y de todos, aplastada por las cargas familiares. Y cada frase de la tv, de la iglesia, de la escuela, del partido del poder embellecen y remachan su situación de oprimida y explotada.
Explotada por la clase dominante que necesita de su trabajo gratuito- y sin feriado ni vacaciones- para alimentar y cuidar la fuerza de trabajo que explotará en la fábrica y en ingenios, o utilizarán de la manera que necesiten para que produzcan hijos que reemplazarán a sus padres en la línea de montaje o como engranaje de su maquinaria, para que estire los míseros sueldos durante las crisis comunes del capitalismo privándose de todo y manteniendo, quién sabe cómo, la olla en los momentos que el esposo queda sin trabajo.
El interés de la clase capitalista pretende diluir continuamente a las personas en categorías abstractas, que nos abarquen ampliamente enmascarando diferencias esenciales. No se puede hablar como si Amalita Fortabat (*) o una de sus obreras fuesen lo mismo. Quién sabe si risa o indignación les daría a las obreras que la Fortabat les dijera que "es una explotada igual a ellas". Dentro de las mujeres también hay burguesas y proletarias. Hablar abstractamente de "la igualdad de la mujer" en relación a los hombres significa lisa y llanamente esconder que hay hombres y mujeres que explotan a otros hombres y mujeres.
La mera igualdad legal entre el hombre y la mujer en el capitalismo no resuelve- ni mucho menos- la explotación que ocurre en el hogar, en la familia. De esta nadie habla; hay mucho que perder. Y ¡ojo! no sólo de la clase dominante, primera y principal beneficiaria de la explotación del trabajo doméstico. Hay también pequeños privilegios, comodidades, beneficios que obtienen muchos hombres - explotados y oprimidos a su vez por el capital- y que no están todavía dispuestos a perder.
A ningún hombre le gusta llegar cansado a la casa luego de una jornada agobiante en el trabajo y tener que hacer la comida, lavar la ropa, atender a los chicos, servir la mesa y limpiar luego todo. A ninguna mujer tampoco. Y sin embargo, los hábitos y privilegios sociales le imponen a ella, por el sólo hecho de haber nacido mujer, la perentoria obligación de hacerlo, trabaje o no fuera de la casa.
Utilizada como colchón de amortiguación del drama de la desocupación es la primera en ser despedida y la última en conseguir trabajo rentado, estando -la mayoría de ellas- impedidas de encontrarlo nunca. Golpeada muchas veces, maltratada siempre, violada más veces de lo que se supone o denuncia, educada para que el principal objetivo de su vida sea la reproducción, oprimida en la familia, siendo la primera en levantarse y la última en acostarse, la última en comer y la primera en sufrir privaciones, la mujer trabajadora es tratada así no por casualidad. Como no por casualidad, desde tiempos remotos, fue tratada como esclava o ser inferior. Es que de lo que se trata es de mantener este sistema de explotación.
Las condiciones de explotación y opresión que sufre la mayoría de las mujeres sólo pueden eliminarse en el proceso de una revolución socialista que suprima las bases de toda explotación. Las luchas de la clase obrera por la revolución mundial contra el sistema capitalista no pueden estar al margen de esto. Por eso, la única alternativa que cabe es la lucha integral e integradora contra todo tipo de explotación.
(*) María Amalia Lacroze de Fortabat fue una poderosa empresaria argentina. Su empresa más conocida fue Loma Negra, aunque fue parte de muchos negocios. Son conocidos sus lazos con funcionarios de las sucesivas dictaduras militares.