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¿Una precipitada política “destituyente” contra la Cuarta Transformación?

Mario Caballero

¿Una precipitada política “destituyente” contra la Cuarta Transformación?

Mario Caballero

Ideas de Izquierda

Con el marco de una profundización de la pandemia que rebasa los cálculos del gobierno en pérdidas humanas, y con una economía en claro decaimiento, sectores de derecha buscan un frente opositor para acotar a la 4-T. Disputa que muestra las fortalezas y los límites de un gobierno hegemónico.

La política errática del presidente López Obrador para enfrentar la crisis del COVID-19 en el terreno sanitario y económico —un factor exógeno que impactó considerablemente en el proyecto político de la 4T—, es el elemento principal utilizado por la oposición parlamentaria, junto a los empresarios y los monopolios de la comunicación, para erosionar a un gobierno que mantiene fortaleza. Esto pese a decisiones políticas que muestran su subordinación a EE.UU., como la creación de la Guardia Nacional y su rol al servicio de la política de “seguridad nacional” de Donald Trump.

Es evidente que hay un cambio en la percepción de la población en relación con el gobierno surgido las elecciones de junio de 2018, pues si bien AMLO conserva un importante porcentaje de popularidad, las estadísticas muestran un ligero descenso en este rubro.

Previo a la pandemia, con una oposición fuertemente disminuida en esas elecciones y con las grandes expectativas de millones ante un gobierno que se presentaba como lo opuesto a esos partidos, la hegemonía de la 4T parecía asegurada.
Pero el manejo de la crisis actual, aunado al estilo poco serio de gobierno, y la descalificación de quienes cuestionan aquellas medidas que tienen un corte neoliberal, le abrió varios flancos a un gobierno que inició con una alta legitimidad.

Su política mediática —la base del plan del gobierno junto con los programas asistenciales— no ha dado respuesta a los grandes problemas estructurales que arrastra el país. AMLO tiene una excesiva confianza en la legitimidad que le dio su triunfo sobre el PRI, el PAN y el PRD, y en que esos profundos problemas estructurales no pueden convertirse en factores de crisis para sus planes.

Crece la polarización durante la 4T

No consideramos que una sumatoria de errores políticos, de conflictos internos entre funcionarios del MORENA y del gabinete, de los grandes negocios empresariales de altos funcionarios del gobierno que han salido a luz, de las defecciones en el MORENA de personajes de ultraderecha (como la senadora Lily Téllez, ligada al monopolio televisivo) den lugar, de forma automática, a una crisis política.

Pero ya están —a menos de dos años de gobierno— evidenciando los flancos de debilidad de la 4-T. Sobre todo cuando no se vislumbra a mediano plazo una recuperación de la economía, ni mucho menos parece vencerse a la pandemia. Esto pese a la visión optimista del presidente sobre este flagelo; al momento de escribir este artículo son ya más de 20 mil muertes y más de 170 mil contagios.

Además, el narco no solamente se mantiene fuerte y controla regiones del país (a pesar de la militarización), sino que a las ejecuciones de mandos policíacos, de candidatos a puestos de elección popular y de funcionarios del gobierno, se suma ahora el asesinato de jueces, como Uriel Villegas junto a su esposa, en Colima. Se trata de un ataque al Poder judicial de la Federación, que decide las extradiciones de los grandes capos. Es una muestra de que la lucha contra la inseguridad no sólo está fallando, sino que puede ser uno de los puntos más débiles de este gobierno, y puede provocar importantes cuestionamientos.

De otra parte, hay que considerar como muy significativa la movilización en varias partes del país y en la capital, de sectores de trabajadores afectados económicamente por la pandemia, que demandan los escasos recursos otorgados a otros sectores de la población. A ello se suma el descontento previamente existente entre los trabajadores de las maquiladoras, frente a la inacción del gobierno, ante la violación de sus derechos (entre ellos el derecho a la vida y el trabajo) por parte de los patrones y donde las y los trabajadores precarizados llevan la peor parte. Esto erosiona también el discurso de un “gobierno para los pobres”.

En este contexto, la oposición busca recomponerse intentando explotar estos problemas que enfrenta el gobierno. Es una campaña de los que perdieron el manejo de las instituciones y los beneficios materiales y políticos que producía un sistema político que hizo de la corrupción algo natural. Éstos, de estar en una posición defensiva, hoy intentan acciones ofensivas contra la 4-T.

De la propuesta en abril de “pacto nacional”, al rijoso bloque opositor de gobernadores

La pandemia está provocando reacomodos de todos los partidos del régimen (incluido el MORENA): unos para horadar la hegemonía de la 4T, y otros para mantenerla.
Por eso, en abril de este año los partidos opositores (PRI-PAN-PRD) propusieron al gobierno federal un pacto nacional para enfrentar juntos las consecuencias del COVID-19. Con el pretexto de buscar algunas reformas en la atención sanitaria (principalmente una reconversión de los hospitales privados para atender a los enfermos del virus), así como el otorgamiento de exenciones y estímulos fiscales que ayudaran a la reactivación económica, buscaban con ello que el gobierno federal favoreciera a los empresarios de sus estados, al mismo tiempo que se fortalecían para las elecciones del 2021.

La negativa de ALMO a que los empresarios de la salud aprovecharan la débil estructura sanitaria del Estado, provocó que dichos partidos centraran sus ataques en la política sanitaria del gobierno.

La debilidad del PRI, del PAN y del PRD llevó a varios gobernadores del norte del país a encabezar la oposición a la política sanitaria y fiscal de la 4-T y a iniciar una estrategia de desgaste frente a un gobierno que saben hegemónico. La idea de una alianza del PAN y el PRD (invitando al PRI y al MC), es parte de esta política para desgastar la fuerza de AMLO. De otra manera no tienen muchas posibilidades ante la 4-T.

El primer objetivo de estos bloques es terminar con la mayoría absoluta del MORENA en la Cámara de Diputados, donde ganar alguna de gubernaturas de las 15 que se disputarán, y algunas diputaciones o alcaldías, les permitiría ponerle trabas a las reformas que pretende imponer el MORENA y sus aliados en San Lázaro. El otro objetivo es, a partir de un cambio en la relación de fuerzas en el régimen, posicionarse, si se mantienen unidos como bloque opositor, para las elecciones presidenciales del 2024.

A esta batalla se ha sumado el empresarial Frente Nacional Anti-AMLO, cuyas intenciones se expresan con el “fuera AMLO, “que renuncie AMLO”, de las caravanas de autos de lujo. Es el sector menos favorecido con el cambio de gobierno, que mantenía relaciones estrechas y ventajosas con los gobiernos del PRI y el PAN (hoy son los Slim, Salinas Pliego y Bailléres, que encabezan la lista de Forbes en México).

Su política es crear un marco de relativa inestabilidad que lleva a pensar que López Obrador es un peligro para las inversiones. Por ello, los diarios más derechistas empiezan a hacer comparaciones del gobierno de la 4-T —a veces de manera sublime y a veces de manera burda— con una supuesta dinámica de polarización que podría devenir en una situación como la de Venezuela.

En abril pasado el derechista diario británico Financial Times —en una abierta injerencia en la política del país— convocó a los partidos opositores, a los gobernadores y a los líderes empresariales mexicanos a unirse y oponerse a las políticas del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

El contra ataque de AMLO polariza más la escena nacional

Un gobierno que logró con la elección del 2018 una importante hegemonía no va a ceder posiciones fácilmente a sus adversarios; todo lo contrario, pasará a la ofensiva para frenar este ataque. Por lo pronto, el Partido Verde ofreció aliarse con el Morena y el Partido del Trabajo refrendó su convenciera alianza con AMLO para las elecciones del 2021.

Desde Palacio Nacional, el histórico oportunismo político del Verde no se ve como algo ajeno a la “nueva moral” que pretende mostrar la 4-T. Así, López Obrador olvidaría que el Partido Verde ha estado ligado a sus más acérrimos enemigos que ayudaron a los fraudes orquestados en contra del actual presidente. Y es que el Verde Ecologista (al igual que el PT) ha hecho alianzas con el PRI —principalmente, con el PAN en alianzas con Fox y Calderón, y después nuevamente con el PRI y Peña Nieto.

Para empezar, AMLO lanzó un contra ataque al agrupamiento opositor que “desenmascara” al “BOA” (Bloque Opositor Amplio) obligando a los sectores patronales destituyentes a dar la cara, y haciéndolos ver como conspiradores en contra de un gobierno legítimo. Fue una buena jugada del experimentado político tabasqueño.

Incluso, no podemos descartar que la impunidad pactada con la llamada “mafia del poder”, para no enrarecer la escena política y gobernar sin obstáculos, se revierta al calor de esta ofensiva y se encarcele a algún pez gordo de los gobiernos anteriores.
Una vez otorgado más poder y canonjías a los militares, López Obrador mostrará la fuerza que aún conserva su gobierno.

Pero los bloques de partidos y empresarios que buscan horadar la hegemonía de la 4-T (que enfrenta varias contradicciones internas que afectan su unidad), tienen un problema: es probable que al pasar a la ofensiva de manera precipitada —ante un gobierno que llegó con mucha legitimidad y apenas lleva año y medio en el poder—, dicha ofensiva resulte contraproducente. Y es que, pese a los puntos de popularidad que haya perdido AMLO, la relación de fuerzas es todas luces favorable a la 4-T.

Por lo que, es muy probable que, consciente de ello, veremos al presidente —pese a que seguimos en riesgosos tiempos de pandemia—, centrarse en las giras presidenciales para usarlas como la herramienta política institucional desde donde AMLO hará mucha política con “el pueblo” e intentará sumar aliados en los estados y municipios.

¿AMLO enfrentará a fondo a sus adversarios?

La principal contradicción que tiene la disputa de López Obrador con sus adversarios políticos en el régimen, es que se declara la guerra a los “neoliberales”, cuando su gobierno ha tomado muchos rasgos de ese “modelo económico”. Eso, sin dejar de lado las medidas de corte bonapartista que ha adoptado, haciendo recordar las mejores épocas de ese largo período llamado priato.

Así, AMLO y la 4T están enfrentando los límites de un proyecto político y económico basado en la militarización del país y con evidentes muestras de subordinación a las exigencias del xenófobo y racista Donald Trump, como la creación de la Guardia Nacional, mayor endeudamiento al Banco Mundial y cuidar de las fronteras del norte y el sur de México al servicio de la política migratoria de los Estados Unidos. Esa dependencia de los Estados Unidos y del capital financiero internacional, muestra no solamente los límites para un desarrollo económico nacional, sino las cadenas que atan al país a los designios del imperialismo estadounidense. En este sentido, la 4-T no es muy diferente a los anteriores gobiernos neoliberales.

Una contradicción de la 4-T es que sus adversarios no pueden ser enfrentados con una política que los golpee fuertemente, si no es en clave anticapitalista. Lejos de eso, las obras gubernamentales como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y el Aeropuerto internacional Felipe Ángeles en Santa Lucía, Edomex., permitirá a los más ricos del país cuantiosas inversiones.

Si recordamos la constante referencia de AMLO a Lázaro Cárdenas, no tiene nada que ver con la situación de entonces, en la cual éste se apoyó en las masas trabajadoras —a las cuales cooptó y subordinó políticamente— para enfrentar a los sectores más reaccionarios del país en ese entonces, así como a las presiones de los Estados Unidos. En esta pugna en las alturas, los trabajadores no son protagonistas.

La lucha de clases y el riesgo de un desvío en la pelea por el Congreso

La política de austeridad de la 4-T (que produjo miles de despidos por los recortes presupuestales) y la visión optimista sobre sus medidas para enfrentar la crisis sanitaria, han provocado que los trabajadores empiecen a aparecer en la escena nacional, aunque aún sea todavía de manera incipiente.

La huelga en Notimex (la primera huelga en el gobierno de López Obrador), mostró el lado patronal del “transformador” presidente que se autodefine como antineoliberal. Pero también el descontento en las maquiladoras en norte del país contra los patrones que obligaron a los trabajadores a producir sin las medidas elementales de sanidad, cuestiona el discurso de “primero los pobres” que no condenó ni tomó medidas contra estas arbitrariedades, que pusieron por delante las ganancias de los empresarios con la complicidad de la burocracia sindical.

Podemos decir, que al calor de la pandemia el resurgir de la lucha de clases que se ve a nivel internacional, tiene también su expresión —aún incipiente— bajo un gobierno supuestamente “progresista“ .

En ese marco, la batalla por el Congreso entre la 4-T y el frente “opositor” de partidos empresarios, intentaría ser una contratendencia a la dinámica de creciente descontento de los trabajadores —que la arbitraria detención de la abogada Susana Prieto en Tamaulipas, acrecentó. Como siempre, buscarán desviar sus demandas tras el llamado a cerrar filas con el gobierno frente a los “destituyentes”.

La sentencia “Conmigo o contra mí” del presidente, advirtiendo que es tiempo de definiciones —si se está con los conservadores o con los llamados “transformadores”—, busca embretar a la mayoría de la población. Pero, sobre todo, al movimiento obrero para que tome posición por un proyecto ajeno a sus intereses de clase.

Ya en la crisis terminal del PRI que lo llevó a perder la presidencia en el año 2000 a manos del panista Fox, la lucha por las demandas democráticas —por una vía independiente—, les fueron expropiadas a los trabajadores. En el 2018, ante la crisis de los partidos del Pacto por México, la ausencia de una alternativa independiente y anticapitalista llevó a que las aspiraciones de millones se depositaran en las urnas a favor de López Obrador.

Otra vez, el hartazgo obrero y popular no encontró una salida propia que apuntara a terminar con los grandes problemas estructurales del país, que recaen en las espaldas de los trabajadores.

Hoy lo que está juego en esta disputa de los partidos del régimen son distintos variantes para representar los intereses de la clase dominante y, en función de ello, dotar de ciertas características a las instituciones. No son los intereses de los que hacen funcionar las industrias y los servicios, ni mucho menos —como está demostrado—, la de los trabajadores de la salud que están en la primera línea del combate a la pandemia.

Para que la perspectiva de nuevos escenarios de la lucha de clases se desarrolle y avancen en el fortalecimiento del movimiento popular, hace falta una herramienta independiente, una organización política, que con una perspectiva anticapitalista, antiimperialista y socialista, levante un programa para que la crisis actual la paguen los de arriba y pelee por una salida de fondo favorable a los intereses de los explotados y oprimidos.


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Mario Caballero

Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.