Este martes se conmemoró un aniversario más de la Batalla de Puebla, enfrentamiento donde el ejército de Oriente, al mando del general Ignacio Zaragoza, repeliera con éxito el ataque del ejército francés dirigido por el general Lorencez, en la capital de dicho Estado el 5 de mayo de 1862.
Jueves 7 de mayo de 2015
La batalla del 5 de mayo ocupa un lugar privilegiado en el imaginario colectivo del pueblo mexicano dentro y fuera del territorio nacional y no son pocas las representaciones y celebraciones que se hacen en torno a la contienda militar en algunas regiones de México y Estados Unidos.
La verdadera fecha de la derrota francesa
Empero es hasta el siglo XX en que esta fecha es retomada por el gobierno mexicano postrevolucionario, ya que, en el último cuarto del siglo XIX, durante el gobierno de Porfirio Díaz, se conmemoraba el día el 2 de abril, día en que sucedió la verdadera derrota del ejército francés en el año de 1867, también en territorio poblano. Derrota que a la postre culminaría con el fusilamiento del emperador Maximiliano de Habsburgo y la retirada del imperialismo francés del territorio nacional.
Es fácil de comprender que luego de la irrupción de las masas campesinas en 1910 contra el gobierno del dictador Porfirio Díaz, toda alusión a su persona fuera evitada e incluso sustituida con fines claramente políticos, es decir, que resultó mucho más sencillo para fomentar el ideal del liberalismo mexicano, superponer, por un lado, el 5 de mayo de 1862 al 2 de abril de 1867 y por el otro, elevar a la figura del liberal Ignacio Zaragoza, limpio de vestiduras, a la del dictador Díaz.
Al respecto comenta María García Acosta, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, “aunque en los hechos Díaz y no Zaragoza, fue el encargado de derrotar de una vez por todas a las fuerzas de Napoleón III, la historia oficial decidió invisibilizar este hecho, naturalmente con fines políticos, y es que luego de la revolución el apellido Díaz se convirtió en innombrable para los herederos políticos de esa gesta”
“Evidentemente el 5 de mayo como lo percibimos hoy día, es decir, como un festejo nacional, tiene de proceso echado a andar a lo largo de todo siglo XX, que no del propio siglo XIX cuando este hecho ocurre. Ahí en el siglo XIX es del todo comprensible que la batalla que cierra el proceso de intervención francesa en México fuera exaltada para servir a los fines de legitimación del Dictador Díaz” comenta la también Doctora en Historia por el Colegio de México.
A pesar de ello, desde el punto de vista antimperialista la victoria del 5 de mayo, representa, en su debida proporción, un hito para México: de no haberse consumado ésta, por parte del Ejército de Oriente, la Ciudad de México hubiera sido sin duda un blanco fácil en la campaña militar francesa que aunque un año después, en 1863, logró su cometido de imponerse en el país, como se apunta más arriba, finalmente en 1867 es derrotada.
Ejércitos multirraciales
Uno de los aspectos más destacables y de los que poco se habla, menciona la Doctora María García, son los partes de guerra de uno y otro bando en los que de inmediato saltan a la vista un dato muy interesante y es que los dos respectivos ejércitos que contendieron, eran de composición multirracial y por definición, políglotas.
Debido a esto, en su diario de 1864-1867, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1989, el príncipe de origen austríaco Carl Khevenhüller, participante de la batalla, apunta que una de las razones a partir de la cual puede explicarse la derrota del majestuoso ejército de Napoleón III ante el David mexicano, es que en el primero no había suficientes traductores que pudieran transmitir las órdenes a sus soldados, y en el caso del segundo, la cosa se resolvió con chiflidos y señas "un código que quizás tenga más que ver con las raíces de los pueblos mesoamericanos que con la idea un identidad nacional que para ese entonces aún estaba lejana de imponerse" dice María Acosta.
En el frente mexicano, si bien la mayoría de los hombres eran zacapoaxtlas, había también cualquier cantidad de hombres de otras regiones del centro del país, que en muchas ocasiones era víctimas de la leva y obligados a tomar un fusil. En el caso del frente francés, la cosa no era distinta entre sus filas lo mismo había africanos que rumanos, es decir, hombres provenientes de los territorios dominados por el imperio francés por aquellos años.
Ante estos hechos, es muy posible que los hombres del ejército francés tuvieran más en común con los hombres del Ejército de Oriente que con los intereses imperialistas de Francia y que por el lado mexicano, la pelea por la defensa de un territorio que albergaba a distintas naciones (negadas en pro de la unidad nacional) que fue defendido en torno a la idea liberal de Nación tuviera más en común con los colonizados y sojuzgados pueblos africanos que aportaron la carne de cañón en la batalla del cinco de mayo y otras que la antecedieron y la sucedieron.
El devenir de la república mexicana
En definitiva la historia sobre la que se desarrolla la fundación de la república mexicana es por demás interesante y contradictoria. Es evidente que ha sido forjada a través de muchos crisoles e intereses que van acorde a la época que se vive y quienes ocupan el poder.
Es innegable que Ignacio Zaragoza es uno más de los personajes liberales que son piezas clave en la construcción del relato histórico oficial que año con año los gobernantes exaltan como símbolo de la unidad nacional en torno a la cual el pueblo mexicano debe rendir pleitesía ante los herederos del poder y la soberanía que defendieran los otrora próceres de la patria.
En ese sentido el revolucionario ruso León Trotsky apuntó algo revelador “el patriotismo es la principal parte de la ideología mediante la cual la burguesía envenena la conciencia de clase de los oprimidos y paraliza su voluntad revolucionaria, porque patriotismo significa sujeción del proletariado a la nación, tras la cual está la burguesía”. Nada más revelador.
Opresión histórica de México
En México, el patriotismo presenta dos caras: por un lado, es el sentimiento de una nación oprimida por el colonialismo, que a lo largo de la historia se vio sometida por la corona española primero, y luego de la independencia en 1821 fue territorio disputado por las naciones más pujantes de la época: Estados Unidos y Francia.
Hubo dos intervenciones francesas en suelo mexicano, la primera con la Guerra de los Pasteles y la segunda con el imperio de Maximiliano de Habsburgo. Mientras que la invasión estadounidense acaecida entre 1846 y 1848 costó más de la mitad del territorio entonces mexicano.
Hoy la Batalla del 5 de Mayo es la fiesta cívica más celebrada por la comunidad latina mexicana en Estados Unidos. Puede interpretarse tal vez como la exacerbación de la cultura nacional, despreciada en el mundo anglosajón, y un grito de libertad ante la opresión que viven día con día los migrantes.
En México se siente en el aire, en distintas expresiones culturales, el patriotismo de la nación oprimida. Y ese patriotismo lleva también un germen reaccionario: puede crear la “unidad nacional” de los trabajadores y los sectores populares con el empresariado nacional, cuyos intereses son, como los de los empresarios de cualquier nacionalidad, la obtención de ganancias por encima del interés social de la mayoría de la población.