Relatos e imágenes de la cuarentena en 14 de Febrero, Longchamps. Un barrio, la realidad de millones de trabajadores que habitan el conurbano bonaerense, una de las regiones más pobladas y pobres del país.
Miércoles 22 de abril de 2020 15:18
Cuando estés leyendo esta crónica, verás en el calendario que ya pasó poco más de un mes desde que arrancó la cuarentena obligatoria. Un mes de encierro y aislamiento. Y es así en todos los barrios del conurbano, ya no se escucha cumbia ni ninguna música los fines de semana en nuestros barrios, porque muchas y muchos apenas consiguen el plato de comida día a día, literalmente. Los comedores populares o centros comunitarios tienen cada vez más demanda en el marco de la pandemia del Covid-19. En el barrio 14 de febrero de Longchamps hay dos de estos solicitados comedores, impulsados por el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL). Graciela y Juana, colaboradoras del comedor Las Lilas, transmiten esa angustia por la crisis alimentaria preexistente a la pandemia, y su crecimiento ahora producto del brote de Covid-19 y el dictado del aislamiento social y obligatorio que dejó a miles sin trabajo… y sin comida: “El martes cocinamos dos cacerolas de polenta y salsa, se terminó todo y la gente seguía viniendo, lástima que falte un plato de comida”. Esta escena se repite cada día en los comedores, hierve la sangre de ver y pensar que esto ocurre.
Datos duros, números fríos, millones de precarizados y desocupados
Según datos del informe del Indec del último trimestre de 2019- es decir antes de la pandemia- el Gran Buenos Aires (GBA) tenía un 40,5% de hogares pobres y un 11,3% de hogares en la indigencia, es decir que hablamos de 5 millones de pobres y 1 millón de indigentes. La desocupación, también en GBA, se encontraba en un 11 %, y un 41% de la población se encontraba subocupado y buscando empleo. Además un 24% de hogares estaba en emergencia alimentaria, esto significa que se vieron obligados a reducir su alimentación.
Si vamos a ver los guarismos del municipio de Almirante Brown, según el último censo del año 2010 cuenta con más de 500.000 habitantes. El distrito contaba con 19% de cobertura cloacal y actualmente, con la finalización de 18 obras, la cifra supera apenas el 34%. Respecto al acceso al agua potable, según se informó oficialmente, se pasó de un 45% de cobertura a un 55% en todo el distrito, no solo densamente poblado sino de enorme extensión territorial. Son números fríos, duros, inimaginables. Pero esta es la realidad de millones en todo el Gran Buenos Aires y del municipio gobernado por Mariano Cascallares. Difícil poder realizar una cuarentena cuando faltan el agua potable, otros servicios básicos y la comida, mientras los hogares se encuentran en el hacinamiento total. Idalina, otra vecina y colaboradora del comedor del barrio 14 de febrero, nos contó que en su casilla viven 10 personas, tiene diabetes y gracias a la solidaridad de amigos, vecinos y trabajadores de la saludpuede acceder a la insulina que necesita. En los hospitales de Brown no consigue lo que necesita, relata, tendría que ir a CABA para atenderse por la obra social, pero que al no tener permiso para circular no puede llegar.
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A los duros números sobre la realidad estructural de Brown hay que agregar además que, según datos oficiales de la Secretaría de Salud del propio municipio, al 20 de abril se registraban 20 casos positivos de Covid -19. Se informó también desde esa misma fuente que se han realizado 284 test que dieron resultado negativo. Es evidente que en un distrito con una población tan elevada, con tantas carencias de servicios elementales y básicos como agua potable, asfalto, cloacas, ni que hablar del nivel de crisis habitacional y de hacinamiento, son necesarios los test masivos y medidas más contundentes.
Ángeles en el comedor comentó que desde el municipio de Almirante Brown entregan alimentos como para 25 personas, con los cuales se garantizan solo ocho días de comedor, y esos alimentos se componen centralmente de fideos, arroz y puré de tomate. La intendencia de Brown hace un mes les dijo que iba a mandar un “refuerzo” que nunca llegó. Actualmente estos comedores pasaron a asistir de 40 vecinos a 150 o 200, tres veces por semana. Ante el cierre de varias escuelas, muchas madres concurren a estos centros comunitarios; entre ellas se encuentra Analía, que explica que no les queda otra “que retirar comida en varios comedores, te das cuenta que hay mucha necesidad y muchas madres tienen que salir con sus hijos porque no tienen con quien dejarlos. Acá además hay mucha violencia de género y duele, pero ningún gobierno hace nada.”
“Ya no hay más”
Es la respuesta que obtienen muchos vecinos cuando se termina la comida. Muchos recurren a varios de estos comedores, como Cristian que ya se encontraba entre las estadísticas de precarización y ahora se lo podría incluir en la de desempleo: “trabajaba de ayudante de albañil en Lanús y ahora ya no puedo ir más. Vivo con mi hermana y mi mamá (…). Me dieron los 10 mil pesos, vamos a ver cuánto tiramos con eso, por lo menos puedo retirar comida acá”. ¿Cuánto se puede tirar con 10 mil pesos? Según el INDEC, solo 8 días, una vergüenza. Otros trabajadores en la informalidad total como Claudio ni siquiera a eso pudieron acceder a ese magro paliativo: “Está muy jodido, estamos sin trabajo, sin ayuda de nada, a mí no me dieron el subsidio, dependemos del comedor. Vivimos tres en casa; yo era vendedor ambulante y ahora no puedo trabajar más.”
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Que la crisis la paguen los que la generaron
Al ritmo de la pandemia crece la falta de trabajo, y esto se ve más aun en sectores donde priman la informalidad y la supervivencia basada en las changas con que subsistían las y los entrevistados. La peste preexistente eran la precarización y el desempleo, exacerbada en tiempos de pandemia. Algunos de los vecinos con que pudimos conversar pertenecen a esos 4 millones de personas a los que les denegaron el IFE de 10 mil pesos. Hay una imperiosa necesidad de alimentos, no solo en los comedores sino en las escuelas que reparten bolsones de comida no solo en cantidad y con una frecuencia insuficiente sino también con valores nutricionales bajísimos. Por ello Kicillof dijo que duplicará el presupuesto de $25 a $50 por día por cada niño (aunque los bolsones se entregan a razón de 1 por familia en general). ¿Quién podría comer algo con ese monto y qué calidad nutricional tendría? ¿La familia Kicillof se alimentará así? Ante esta crisis alimentaria el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) presentó una medida cautelar acompañada por el diputado provincial del Frente de Izquierda Unidad Claudio Dellecarbonara http://www.laizquierdadiario.com/Claudio-Dellecarbonara-adhirio-a-la-presentacion-del-CeProDH-ante-la-falta-de-alimentos-en-las. Esta cautelar exige al Estado provincial la provisión de bolsones de alimentos, así como también elementos de higiene y limpieza.
La peste preexistente eran la precarización y el desempleo, exacerbada en tiempos de pandemia.
A la falta de comida se le agrega una ausencia de servicios básicos como agua potable y vivienda en condiciones salubres. Mariano Cascallares, quien va por su segundo mandato como intendente, aparece en sus redes sociales recorriendo todos los controles policiales que desplegó por el municipio pero poco preocupado por los problemas estructurales previos de los que realizan la Cuarentena.
Es sumamente necesario un salario de cuarentena de $30.000 para todas y todos aquellos que tengan que cumplir aislamiento y no tengan acceso a una licencia laboral paga. Dicho salario también debe extenderse a las y los jubilados que perciban menos de ese monto. Los recursos estarán al alcance de la mano si se cobrara un impuesto progresivo del 3% a las grandes fortunas y ricos del país; con ese impuesto se podría garantizar un salario de cuarentena para 7.000.000 de personas. También se podría realizar un plan de obras públicas fundamentales para la prevención de la extensión de la pandemia y su correcto tratamiento.