Publicamos el testimonio de un teleoperador. Una denuncia de la precariedad laboral en el sector, incrementada aún más durante la pandemia, y los engaños y abusos comerciales a los consumidores promovidos por sus patronales.
Jueves 1ro de julio de 2021
Para todos y todas, la pandemia supuso una enorme crisis que todavía está sintiendo en sus carnes y pagando la clase trabajadora. En este contexto, algunas formas de trabajo y sectores se desarrollaron enormemente, a la par que en otros la norma era la contracción. Estoy hablando de mi propio sector: el de los teleoperadores, cada vez más frecuentemente condenados al teletrabajo.
Mi historia es la que podemos encontrar cuando juntamos en la misma ecuación a las empresas de trabajo temporal (ETTs), un contexto socioeconómico cada vez más mísero y el trabajo de teleoperador. Es una historia de enorme precariedad laboral unida a una gran dificultad de organizar la lucha obrera y sindical.
La tónica habitual es la de contratos mensuales, los cuales siempre son “renovados” a última hora (el proceso realmente es de despido y nuevo contrato, ya que de esta manera la ETT puede ahorrarse días de cotización de la Seguridad Social), horarios larguísimos sin apenas descansos y siempre frente una pantalla. Por ley, los trabajadores tenemos acceso a cinco minutos de pausa visual por hora trabajada, sin embargo, nadie controla ni garantiza que éstos se tomen, y teniendo en cuenta las ratios de venta abusivas impuestas por las empresas contratantes, tomarse los más mínimos descansos se convierte en una dificultad para llegar a los objetivos de productividad.
En concreto mi ETT da servicio para una empresa de seguros; y aunque hablar sobre los entresijos de las grandes empresas como las aseguradoras es algo complejo y muy largo, daré algunas pinceladas de los horrores que esconden este tipo de corporaciones; no sólo para los y las trabajadores, sino también para los pobres incautos a quienes nos toca llamar por teléfono.
Los comerciales vendemos prácticamente humo a precio de oro. Utilizamos sistemas que reconocen los “mejores” barrios para ofrecer a sus habitantes los mejores precios y aplicamos políticas que impiden los fraccionamientos de pago en caso de un anterior impago. Y, además, al vernos obligados a mentir y engañar, huelga decir que el empleo en este sector es simplemente alienante. Aprendemos a seguir adelante, llamada tras llamada, escuchando como podemos al cliente sin pensar demasiado en lo que hacemos.
La existencia de leyes de morosidad, que registran cada posible impago cometido por los ciudadanos, es otro de los elementos que quizás, debería discutirse más a menudo, ya que acarrea graves consecuencias en elementos que son de obligada contratación, como los seguros de automóvil. Quien no pudo pagarse en la pandemia las facturas, ahora lleva a su nombre precios simplemente abusivos en las recontrataciones.
Los problemas que presentan estas políticas aplicadas por las aseguradoras serían ya por sí solas una causa para pelear por la erradicación del capitalismo como sistema económico. Pero dado que esto es algo que no se puede hacer de un día para otro y que está sujeto a procesos de carácter mundial, los sindicatos cumplen un papel fundamental en empezar a organizar a los trabajadores en esta dirección, a la par que tratan de garantizar los derechos de los trabajadores.
Sin embargo, con lo que nos solemos encontrar es con la inacción de los sindicatos hegemónicos, unidos en criminal matrimonio con la patronal. Esto no significa que la lucha esté perdida. Sin mirar muy lejos tenemos la lucha de los trabajadores de la empresa de telemarketing, Marktel, quienes tumbaron el convenio que prácticamente les esclavizaba con nimios salarios. Todo esto a pesar de la dificultad que engendra el telemarketing a la hora de luchar por los derechos laborales, dado que se trata de contextos donde los y las trabajadoras apenas tienen la oportunidad de hablar y conocerse desde la pandemia.
La lucha de estos trabajadores no sólo es por un aumento del salario que los equipare a los del resto del sector, sino que sus reivindicaciones pasan también por garantizar otros derechos básicos como el de la desconexión digital del trabajo. Además, protestan de lo que todos y todas las teleoperadoras sufrimos: de las peores consecuencias del teletrabajo, que lejos de ser más cómodo y relajado como dicen las empresas, los gobiernos y los medios de comunicación, sirve para monitorizar a los trabajadores mediante escuchas y grabaciones
Hacen falta trabajadores que precisamente impulsen estas iniciativas en cada centro de trabajo. No solo en el sector del telemarketing, sino en todos, ya que la opresión es compartida. Hostelería, producción industrial, toda lucha del trabajador ha de tomar fuerza, y romper las cadenas que le sumen en la rutina del trabajo.
La vida no es miserable, el capitalismo es el agente causante de la miseria de la clase mayoritaria, de la clase desposeída. Y es a través de la lucha sindical, y de un partido revolucionario como podemos acabar con todas las opresiones que padecemos, extendiendo la mancha roja que generemos a todas las naciones, ya que el capital y la burguesía que detenta los medios de producción y las riquezas está extendida precisamente por cada territorio del globo.